Diario de León

Conmoción en el sector cultural

Germán Pérez, guardián del Galileo

El leonés de Alija del Infantado, pieza clave como promotor de la escena en directo en España, falleció ayer en Madrid

Germán Pérez, empresario cultural, deja en Madrid la firma imborrable del Galileo Galilei y el Clamores, referentes del directo. BENITO ORDÓÑEZ

Germán Pérez, empresario cultural, deja en Madrid la firma imborrable del Galileo Galilei y el Clamores, referentes del directo. BENITO ORDÓÑEZ

León

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Germán Pérez (Alija del Infantado, 1950-Madrid, 2021) reinventó el directo en Madrid y lo mantuvo en lo más alto hasta que llegó la pandemia. Por Clamores y Galileo Galilei pasaron las mejores estrellas nacionales e internacionales pero la obra maestra eran en sí mismo estos dos proyectos que se convirtieron en el gran referente escénico nacional e internacional (del mejor jazz a Faemino y Cansado), en la mejor garantía de calidad y, en definitiva, en la dignificación del artista. Y ahí, Pérez, erudito cultural, «solo cantinero», decía él, era un maestro. Por eso, su muerte, ayer, ha conmocionado al sector cultural y el negocio, a los que pisaron sus escenarios y a sus colegas.

Su familia le llora, con Alija del Infantado como referencia de un cariño que tenía sus días grandes en sus celebraciones navideñas. Decía Germán Pérez, en enero del año pasado a Diario de León, que esa cita con casi cuarenta familiares era el encuentro que le daba las energías para todo el año.

La salud no le acompañaba, pero tal vez la tristeza de las luces apagadas del escenario de su Galileo, no tenía el covid, fue el factor definitivo para que su vida se apagara. Precisamente, su familia lo recordaba ayer así: «Hoy hemos perdido a nuestro querido hermano Germán. Ha sido duro ver cómo se le apagaba la vida y ver con qué ánimo y cariño nos felicitó cantando un villancio de la novena al Niño Jesús de nuestro pueblo en un video el pasado 23 de diciembre. Ya estaba enfermo en el hospital y su corazón fallaba, pero tuvo fuerza y ánimos para felicitarnos a todos y, de algún modo, para despedirse de todos. Fue su último canto».

Germán Pérez empezó de pequeño, apenas 14 años, a trabajar como camarero en el bar del pueblo del señor Dalmacio. Después se fue a Santiago a estudiar turismo y hostelería con el esfuerzo propio y el de su familia. De hecho, para ayudar a los gastos trabajaba poniendo antenas o limpiando chimeneas.

Posteriormente, se fue a Nueva York. Y ese espíritu inquieto, dispuesto al aprendizaje, le sirvió para descubrir su talento innovador y despertar para siempre su olfato musical de gran gourmet del jazz y los grandes estilos de la música. Y de esa excelencia es seguro que ya no se apeó nunca, pese a moverse en el inestable negocio cultural del directo en España.

Pronto decidió instalarse por su cuenta. «Le supuso grandísimo esfuerzo y no pocas depresiones», recuerda su familia.

Pero cuando cuaja Clamores primero y luego Galileo Galilei, su sala actual, Germán Pérez es el referente. No son pocos los músicos que ayer recordaban que la oportunidad de tocar en un escenario de esa talla, no solo en cuanto a Madrid, les había llegado de manos de Germán, cuyo nombre a secas en el mundo escénico siempre conducía a su persona. El gran invento del Galileo en sus manos fue la imponente programación. El acercar a grandes a su escenario. El ser exclusivo y nunca excluyente. Aportar siempre hasta cierto aire didáctico al ocio y la diversión. Y sin él pretenderlo, sin sobreactuar, tener tanto o más carisma que el más grande de los artista. Decía que el de «Enriquito Morente» había sido el concierto que le faltó. Buena tertulia habrá en el cielo entre el genio de El Albaicín y el de Alija.

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