Diario de León

Geta Bratescu o el arte interio r

El Musac inaugura hoy la primera exposición en España de la rumana, titulada ‘Los talleres de la artista’. Son grabados, litografías y videos de los años 60 a la actualidad.

Radu, segunda por la derecha, durante la visita.

Radu, segunda por la derecha, durante la visita.

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n. g. sabugal | león
León

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En un video de hace casi cuarenta años una mujer se pinta sus propias manos, busca en ellas la esencia de la inspiración, las perfila y raya, las observa y convierte en el centro de la creación. El arte íntimo, el artista a solas con su imaginación. La mujer se llama Geta Bratescu y su propuesta Los talleres de la artista , que hoy inaugura el Musac. La apertura al público será de 17.00 a 21.00 horas, con entrada gratuita al museo.

Es la primera exposición que da comienzo al cambio de ciclo tras el nombramiento el mes pasado de Eva González Sancho como nueva directora del Musac, pero su organización es fruto del trabajo del anterior responsable, Agustín Pérez Rubio. La instalación ha supuesto un desembolso de 20.000 euros.

Esta muestra es la primera de la artista rumana, de 87 años, en España y el inicio de otras exposiciones proyectadas en diferentes países europeos. Una buena oportunidad para aproximarse a su trabajo creativo, ya que abarca piezas desde los años 60 hasta la actualidad.

La obra más antigua de la exposición son una serie de dibujos y litografías de 1967 en las que explora la figura de Esopo, que convierte en su alter ego y una de las piezas más recientes es The crazy line (La línea loca), que se ofrece al espectador como una larga tira de papel que sube hasta el techo y en la que reproduce una sinuosa línea roja que remite al pulso de la mano de la artista o un cardiograma del corazón.

El poder espacial del círculo, su capacidad «para abarcar y absorber» está presente en la serie que realizó durante sus visitas a la fábrica de calderas de los ferrocarriles rumanos. El régimen comunista obligaba a los artistas a dibujar en ámbitos industriales y esto llevó a Bratescu a interesarse por el círculo como elemento y principio metafórico. El círculo de las calderas, de las ruedas metálicas, de los medidores de presión. Son objetos que aparecen en fotografías y pinturas y parecen abandonar su naturaleza inerte. «Ella dice que los objetos le miran, que cobran vida», explicó durante el recorrido por la exposición Magda Radu, comisaria de esta muestra que se ha realizado en colaboración con el Museo Nacional de Arte Contemporáneo de Rumanía, en Bucarest.

Esta cooperación entre museos es, ahora más que nunca, una forma de superar las estrecheces económicas a las que obligan los tiempos y será reforzada para próximos proyectos, tal y como aseguró ayer el responsable de equipamientos culturales de la Fundación Siglo, José Javier Fernández. «Se fortalecerán las redes de colaboración nacionales e internacionales», avanzó.

Por su parte, Eva González Sancho anunció que pronto dará a conocer los proyectos que propone para esta nueva temporada del Musac, pero adelantó que se prestará tanta atención a los artistas más jóvenes como a aquellos que puedan ofrecer una perspectiva más amplia de la historia del arte contemporáneo. Un objetivo que esta muestra de Geta Bratescu cumple a la perfección.

«Esta exposición tiene además una función pedagógica sobre la historia del arte y la riqueza plástica del trabajo de Bratescu es inmensa porque explora las circunstancias en las que se desarrolla el espacio artístico», alega González Sancho. El arte visto desde sí mismo, desde su propio interior.

Y en esa intimidad se sitúan los collages hechos con vestidos de la madre de la artista, fruto de una exploración de los armarios familiares. Un trabajo con materiales modestos que conectan con los recuerdos y los sentimientos. Precisamente la memoria es el objeto de otra de sus piezas, con este mismo título, que se articula como una sucesión de cuadros en negro en una pared. «Es una invocación de la memoria y, a la vez, una forma de bloquearla», explica Radu.

El artista como materia de la creación aparece también en un autorretrato realizado sobre un espejo con materiales como alfileres y palos de madera sobre el que se colocan unas fotografías de los ojos de la artista y que, a la vez, establece un juego con el espectador, que también se ve reflejado en el espejo. La última pieza es una instalación llamada No a la violencia , de 1974, que realizó a partir del descubrimiento de una capa militar de un familiar.

Y, para los que aún se hayan quedado con ganas de descubrir a esta longeva y prolífica artista rumana, mañana domingo habrá una visita guiada —y gratuita— a las 11.15 horas dirigida por Magda Radu. Sabrán mucho más de cómo la vida y el arte son capaces de amarse en la soledad del taller.

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