Diario de León

Güell: «Hay una sexualidad brutal en la obra de Gaudí»

■ El director de orquesta y escritor presenta en León el sábado la novela en la que desvela la personalidad del autor de Botines ■ «Era un genio, un loco y un perfecto desconocido»

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León

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Creció escuchando las historias de Gaudí que no paraban de contar su padre y su abuelo. Por eso, no resulta extraño que Xavier Güell, tataranieto del ‘descubridor’ y mecenas del arquitecto catalán, quisiera meterse en su piel para descubrir a un hombre profundamente contradictorio, que «era un genio y estaba loco». Güell, un consagrado músico que ha dirigido a la Royal Philharmonic Orchestra y uno de los productores musicales más destacados, presenta el sábado en Botines Yo, Gaudí (Galaxia Gutenberg), una novela que muestra la cara oculta del arquitecto más admirado de todos los tiempos, pero que sigue siendo «un perfecto desconocido».

De alguna manera, Güell ‘ordena’ una historia —la de Gaudí— difícil de comprender si se desconoce la «relación mágica» entre el arquitecto y Eusebio Güell. Una relación que, según su tataranieto, «trasciende a la que podrían tener un mecenas y un artista». Cuando se conocen, Güell tenía 31 años y Gaudí, con 26, solo había hecho las farolas de la Plaza Real de Barcelona. Güell ve una vitrina con guantes en la Exposición Universal de París de 1878 y pregunta al arquitecto Martorell quién la ha diseñado. Martorell, que había sido profesor de Gaudí, responde a Güell que no sabe si es un genio o un loco. «Yo creo que es las dos cosas».  

A partir de aquel año, su tatarabuelo y el arquitecto «llevan a cabo la transformación de Barcelona». Xavier Güell, autor de La Música de la memoria y Los prisioneros del paraíso , afirma que Gaudí es un hombre hermético, al que le disgustaba dar explicaciones y que se recluyó en sí mismo. «No tuvo discípulos, no dejó planos y las maquetas se han destruido».  

Como músico, afirma que los edificios de Gaudí están llenos de «intensidad musical». Si se le pregunta a qué suenan, responde que a Beethoven y Wagner, los dos compositores favoritos del arquitecto. «Sus edificios son un jardín de los sentidos».  

En su opinión, su obra es más sensual de lo que se ha dicho. Para el escritor, las cinco obras maestras de un arquitecto que solo ejecutó dieciséis proyectos son el parque Güell, la Pedrera, la casa Batlló, la Sagrada Familia y la colonia Güell. Compara la profundidad de la obra del autor de Botines con los últimos cuartetos de la Novena Sinfonía de Beethoven o La Piedad de Miguel Ángel.  

Considera «muy especial» que alguien que detestaba viajar y que jamás vio El Capricho, porque nunca se desplazó a Comillas, viniera a León once veces durante cuatro años —con estancias de dos meses en alguna ocasión—. «Solo por eso, Botines y el Palacio Episcopal ya son peculiarísimas». A Güell le hace especial ilusión presentar su libro en Botines —«que, personalmente, me gusta más que el Palacio Episcopal»—, porque es «maravilloso» que el mayor museo de Gaudí esté en León, «algo que honra a la ciudad».  

Xavier Güll afirma que «hay una sexualidad brutal en la obra de Gaudí, que no manifiesta en su vida. Un hombre que muere como un vagabundo y había sido un dandi; un anticlerical que va a las iglesias a insultar a los feligreses y acaba siendo muy religioso; un socialista y anarquista que, en definitiva, es profundamente contradictorio.  

Para hacer creíble la voz narrativa —en primera persona— de Yo Gaudí , el autor coloca al arquitecto en una situación límite, en los cuatro meses, durante 1911, en los que está a punto de morir, el mundo se le derrumba y hace testamento. «Es un Gaudí con ganas de abrir el corazón». Güell recurre al género epistolar, siguiendo los pasos de Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar; o De profundis, de Oscar Wilde. El destinatario de las confesiones de Gaudí es Alfonso Trías, un adolescente de quince años, hijo de su amigo Martín Trías, abogado y vecino del parque Güell. «Hay un afecto fraternal y erótico, igual que entre el sabio Sócrates y el bello Fedro».

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