Diario de León

Los iconos más falsos de León

El gallo de San Isidoro, el Don Pelayo de Puerta Castillo, gárgolas y la Virgen Blanca de la Catedral fueron sustituidos por ‘impostores’ debido a su delicado estado

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León

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Son réplicas exactas o con un toque ‘contemporáneo’. Algunos de los iconos de León han sido suplantados por impostores. Estatuas, gárgolas y veletas que el tiempo ponía en grave riesgo de conservación fueron sustituidas en las últimas décadas por copias. El caso más llamativo es el del gallo de San Isidoro. En el año 2000, las obras de restauración de la torre de la colegiata obligaron a bajar el gallo-veleta. El vigía de San Isidoro ha dado lugar a muchas leyendas, entre ellas, que alertaba con sus cánticos cuando las tropas moras de Almanzor se acercaban para atacar la ciudad. Lo cierto es que el gallo, en el que eran visibles los impactos de las balas de los soldados napoleónicos, quienes intentaron derribarlo de su atalaya creyendo que era de oro, resultó ser una pieza enigmática y de un valor incanculable. Los análisis del polen encontrado en el interior de la veleta certificaron que era del siglo VI —cinco siglos más antigua que la basílica de San Isidoro—. Se trata de una pieza persa-sasánida anterior al Islam. Tras su limpieza y restauración, el gallo fue encerrado en una vitrina en el claustro de la colegiata. En la torre colocaron una réplica prácticamente exacta, fundida en bronce y con una capa de oro.

A la intemperie

El gallo de San Isidoro, una pieza del siglo VI, fue durante siglos veleta. Hoy está en el claustro

Andrés Seoane, autor de la réplica de San Jorge que luce la fachada de Botines, también tuvo la misión de copiar en los años cincuenta la Virgen Blanca de la Catedral. Su réplica lleva desde 2009 sola en el pórtico, después de que 23 santos y apóstoles fueran apeados por su delicado estado de conservación. Desde entonces, el Cabildo especula con la necesidad de colocar réplicas y buscar en el interior del edificio gótico un destino definitivo para las esculturas medievales más adecuado que el claustro. La fotografía más antigua que se conserva de la Virgen Blanca, tomada por Jean Laurent en el año 1890 y que se conserva en la archivo de la Catedral, demuestra que la talla aún tenía la preciosista decoración con la que los artistas de la Edad Media decoraban las esculturas.

En octubre el 2000 Don Pelayo perdía la cabeza. Los bomberos, con un poderoso brazo articulado y previa colocación de un andamiaje móvil, procedían a bajar al pétreo héroe de su atalaya. Los técnicos habían avisado del previsible desplome de la estatua. De hecho, los vecinos asistieron a una continua «lluvia» de piedras de la muralla, lo que obligó a acordonar la zona. El Ayuntamiento encargó primero la restauración al escultor leonés José Ajenjo, con un presupuesto de 42.000 euros. Finalmente, Ajenjo sería extrañamente apartado del proyecto y se encargó una réplica a los alumnos de la Escuela Taller. El original quedó descuartizado y la cabeza se guardó en el sótano del consistorio de San Marcelo, mientras que piernas, tronco y hombros se depositaron en los dominios de la Colegiata de San Isidoro. La estatua ya había sido apeada en 1977 para una restauración, ya que se balanceaba peligrosamente los días de viento, según las crónicas de la época.

Las dos gárgolas que se desplomaron de la Catedral en diciembre de 2006 fueron sustituidas por réplicas. La diferencia está en el peso. Las gárgolas originales, de 120 centímetros de longitud, superaban los cincuenta kilos, mientras que las ‘copias’ son absolutamente livianas.

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