Diario de León

Irene Baños, periodista y escritora

«La inactividad climática nos va a salir más cara»

La leonesa Irene Baños desmonta los espejismos de sostenibilidad en ‘Ecoansias’   A Irene Baños el cambio climático y la destrucción del planeta le provocaron ecoansiedad. Así se titula el ensayo que acaba de publicar en la editorial Ariel esta periodista de ascendencia leonesa que defiende que «no es más ecológtico el que compra más ‘eco’ o ‘bio’, sino el que menos compra». Considera que nos falta conciencia y educación ambiental. Recuerda a los negacionistas que ir en bici o comer menos carne mejoran nuestra salud, al igual que otras medidas, porque el planeta puede vivir sin nosotros, es el ser humano el que no tiene un ‘planeta B’.

La periodista y escritora Irene Baños. BENJAMÍN FIGUEROA

La periodista y escritora Irene Baños. BENJAMÍN FIGUEROA

León

Creado:

Actualizado:

A Irene Baños el cambio climático y la destrucción del planeta le provocaron ecoansiedad. Así se titula el ensayo que acaba de publicar en la editorial Ariel esta periodista de ascendencia leonesa que defiende que «no es más ecológtico el que compra más ‘eco’ o ‘bio’, sino el que menos compra». Considera que nos falta conciencia y educación ambiental. Recuerda a los negacionistas que ir en bici o comer menos carne mejoran nuestra salud, al igual que otras medidas, porque el planeta puede vivir sin nosotros, es el ser humano el que no tiene un ‘planeta B’.

—El libro es fruto de una investigación sobre si estamos hipotecando el planeta, ¿no?

—El planeta es nuestra salud. No podemos separar la crisis climática como si no tuviera que ver con nuestro bienestar. Al planeta no le va a ir mal sin nosotros. La idea del libro surge de mis propias dudas, incluso siendo una periodista ambiental.

—¿’Ecoansias’ es su primer libro?

—He publico otro en coautoría, sobre bioeconomía. Un libro más técnico, sobre la economía basada en los recursos renovables.

—¿Hay un antes y un después del covid?

—Es verdad que hay muchas cosas que han cambiado, como la conexión de la naturaleza y el ser humano. Hay estudios de que el covid tiene que ver con la destrucción del planeta. Hemos retomado la bici y el comercio de proximidad, pero hay una avalancha de envases de plástico y seguimos pensando a corto plazo y que la recuperación económica sea a corto plazo, sin unidad sobre la protección ambiental.

—Dice que «no es más ecológico el que compra más ‘eco’ o ‘bio’, sino el que menos compra». Eso supone ir contra el sistema capitalista...

—Sí, es el gran reto, cambiar el sistema sin desestructurar todo. Ahora el sistema tiene estructuras endebles y no funciona. La idea es que cambiemos cuando no sea demasiado tarde. La idea de comprar y reciclar es un espejismo, no es sostenible. Hay que huir de comprar y tirar si no es necesario. Y eso aplicarlo a todo. ¿Por qué no reestructuramos la ciudad para no ir en coche? Hay que cambiar los planteamientos.

—¿Menos consumo no puede provocar una hecatombe económica?

—Lo que no nos comentan es la hecatombe económica de no actuar. Cierran centrales o empresas contaminantes, pero ya se sabía su fin hace veinte años y no se hizo nada. Hay que plantear alternativas cuanto antes. La inactividad climática nos va a salir más cara.

—¿Le ha ayudado o perjudicado publicar en la misma editorial que su padre, que es superventas?

—Mi trayectoria profesional no ha hecho dudar sobre mi trabajo ni que esté ahí por favoritismo. No publico por ser la hija de nadie. El libro tiene calidad para no cuestionar su publicación.

—Pensamos que cambiar nosotros no tendrá efecto. ¿La lucha por frenar el cambio climático empieza en uno mismo?

—No se puede detener en uno mismo. Tenemos el poder de exigir a las empresas y a los gobiernos. Ese poder se transforma partiendo de los individuos. Hablarlo hace que el tema genere importancia y llegue a amplios debates. Las empresas que ‘reverdecen’ lo hacen porque se lo exige la sociedad. Las acciones individuales no son la solución, pero sí la semilla.

—El libro aporta también soluciones, ¿es una guía para salvar el planeta?

—No. Son pequeños pasos. Trucos por los que empezar a inspirarte. No soy nadie para decir a la gente cómo actuar. El planeta se salvará sin nosotros, pero nosotros no tenemos un ‘planeta B’. El libro, en todo caso, es una guía para no destrozar más el planeta.

—Aunque el problema es serio, en el libro hay toques de humor...

—Quería ese punto ligero. Sabemos que es un problema grave, pero no puede llevar a la inacción. Es necesario que la gente tenga ganas y no se abrume y paralice. Por eso el tono desenfadado del libro, que es muy personal, y tiene muchas anécdotas propias.

—¿Cuáles son los síntomas de la ecoansiedad?

—Ese miedo al futuro aterrador que se nos viene encima. Nosotros damos noticias negativas sin dar herramientas para que la gente pueda transformar eso, lo cual genera angustia. La ecoansiedad ya se estudia como un problema con consecuencias psicológicas. Hay que alejarse del agobio. Todos podemos hacer algo.

—Habla del efecto contaminante de los transportes, en especial de los aviones. ¿Ya no vamos a viajar como hasta ahora?

—Es difícil de vaticinar. El low-cost de viajar como sardinas sigue pasando, sin guardar distancias. Y las aerolíneas se están beneficiando de las ayudas de los países. También se están popularizando los vuelos a ninguna parte o a tesoros desaparecidos. Espero que haya más conciencia y potenciar, por ejemplo, las líneas de tren nocturno, para utilizar menos vuelos.

—¿Nos falla la conciencia ecológica?

—Sí. Falta educación ambiental. Incluso, en mi caso, siendo periodista ambiental, me faltaban conocimientos de base. No sabemos cómo se relaciona el cambio climático con nosotros, pensamos que es algo ajeno, de los osos polares y las selvas tropicales. Fallamos en educar y en comunicar.

—¿Qué conclusión espera que saquen los lectores de ‘Ecoansias’?

—Al lector que se acerca por primera vez a estos temas quizá le entren ecoansias; los lectores que conocen mejor el tema, quizá quieran pasar a la acción. Espero que sea un trampolín para abrir un espacio de diálogo, que incluso me escriban —ya hay gente que se ha puesto en contacto conmigo— y que hablemos.

—¿Nos falta organizarnos?

—Al final, como individuos es poco lo que podemos hacer para exigir cambios. Una pequeña voz no tiene tanto poder. Hay que poner la salud y la economía en el centro.

—¿Qué opina de los negacionistas?

—Hay gente que es negacionista sobre la solución. Es fácil refugiarse en que no se puede hacer nada, es más silencioso, pero más dañino. El negacionista que va contra la ciencia, no hay que darle ni voz. Aunque no creas en la crisis climática, las soluciones son positivas. Ir en bici o comer menos carne, mejoran la salud.

—¿Tenemos sentimiento de culpabilidad?

—Un poco, pero no sé cuánto nos pesa. Yo sí lo tengo. Quizá lo sentimos y no hacemos nada. Hay que activar los mecanismos para evitar que el futuro sea peor.

—Como buena conocedora de la realidad alemana, ¿allí tienen más conciencia que en España?

—Alemania es el gran país de la ecología. Fueron los pioneros de la transición a las energías renovables. Pero no hay que olvidar que tienen un buen marketing, mientras nosotros tiramos piedras contra nuestro propio tejado. Emiten más CO2 que España. Abandonaron la energía nuclear, que es limpia, y siguen con el carbón. La ecología, a nivel social, está allí más implantada, lo que no se traduce en la reducción de emisiones de CO2. Es importante el auge de los Verdes en las urnas, mientras que nuestros partidos tienen una ideología más marcada.

tracking