Diario de León

José de León y los dragones chinos

El pintor leonés presenta el jueves en el Museo de León su exposición ‘Beijing 2010/2012’.

El artista leonés José de León ante uno de los lienzos de la exposición.

El artista leonés José de León ante uno de los lienzos de la exposición.

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marcelino cuevas | león
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José de León es un pintor nómada que busca las sinergias de los lugares más diversos del planeta para convertirlas en auténticos hitos plásticos. Su pintura es consecuencia directa de una imaginación desbocada que flota a su alrededor y le convierte en un ser único, diferente, original e intransferible. La exposición que el próximo jueves se inaugura en el Museo de León la ha titulado, Beijing 2010/2012, y en ella muestra dos etapas diferentes de su estancia en extremo oriente. En la primera sala del Museo brillan los colores, «heredados -explica- de mi estancia anterior en Berlín. Mientras que en la segunda los protagonistas son los grises, porque la pintura china es monocroma y tiene mucho que ver con su caligrafía».

José de León, cuando viaja, se traslada con todo su bagaje, tanto material como intelectual. Intenta penetrar profundamente en los misterios de la tierra que visita, vivir como un ciudadano de aquellas tierras, chino en este caso. «Los cuadros de esta exposición los pinté en el quinto anillo del nordeste Pekín, en un animado poblado de pintores. Es como una factoría inmensa de artistas internacionales. Allí alquilé una gran nave donde pude trabajar como a mí me gusta, con toda la libertad del mundo. Las las obras de esta exposición están realizadas, están pintadas, entre la primavera de 2010 y la de 2012».

El genial artista leonés llena sus enormes cuadros (hasta 3 x 3 metros) de multitud de mensajes, de historias escondidas que contrastan con el inmenso escenario del lienzo. «En mi pintura -explica- va todo unido, se mezclan el mensaje pictórico, el mensaje estético, el filosófico, el ético y el político. El resultado es un conjunto único que se parece mucho a mi espíritu, a mi manera de entender el mundo».

En los cuadros que se podrán admirar en el Museo de León hay muchas referencias a la arquitectura tradicional china, a pequeñas casas campesinas perdidas entre gigantescas montañas mágicas. «La arquitectura —nos dice—- convive con los paisajes que nos rodean, es algo que siempre tenemos ante los ojos. Pero no olvidemos que los paisajes naturales son también maravillosas arquitecturas. Es evidente que un artista debe trasladar al lienzo aquello que le rodea y en China el escenario que me interesó es, precisamente, el que puede verse en estos cuadros».

Cuando José de León está aquí, en su tierra, vivía retirado en un universo de amplios horizontes, en las fronteras de la Tierra de Campos. Pero ahora ha decidido trasladarse la capital, al mismo centro de la vieja ciudad. Se ha instalado con sus pinceles y sus lienzos justo al sur del Museo que desde el jueves acogerá sus obras. ¿Tendrán que ver sus viajes y sus traslados con la búsqueda de nuevos motivos de inspiración? Él cree que no. «En cualquier caso -asegura- la imaginación del artista vuela en libertad. Tienes que soñar en Pekín y digerirlo aquí o al revés. El motor, la vida interna, es siempre la misma. ¿Qué es lo que cambia…? Las costumbres, las personas, el clima… Decía Confucio «Si quieres conocer el mundo asómate a la ventana de tu casa. Si quieres conocerte a ti mismo sal de tu hogar y viaja a lugares lejanos» Y eso es lo que yo practico casi siempre».

El artista se confiesa nómada por naturaleza. «Es fácil de entender —comenta— viajo por el ancho mundo en busca de libertad, porque como decía Sartre, «El infierno son los demás». Los lugares que se perpetúan en el tiempo se convierten en entornos agobiantes. Y como tengo a gala ser un hombre libre y lucho por ello, trato de captar las esencias que emanan de cada lugar del planeta que visito, para reflejarlas en los lienzos. Trato de ofrecer a los espectadores algo a lo que la mayoría de ellos no pueden acceder ya que son sedentarios. Los aires frescos que capté en China están aquí a disposición de todo ese mundo sedentario que nos rodea, para que puedan volar como yo lo he hecho».

Sorprende el tamaño de los lienzos del artista, sobre todo cuando sabemos que han tenido que viajar miles de kilómetros desde el lugar donde los pintó. «Es mi caso —asegura— el tamaño es un reto. Un pintor tiene que enfrentarse sin miedo a obras inmensas. Para un artista dominar el espacio es un lujo. Es una sensación maravillosa ganar la guerra a un lienzo inmenso. Aunque también hay un micro mundo que reflejo en obras más pequeñas. Pero en realidad no tardo más en pintar un cuadro grande que uno pequeño. Me gusta recordar que todos los personajes el micro mundo y el macro mundo están envueltos en el mismo líquido medular de fantasía utópica».

Viajemos con José de León y sus obras a la lejana China y pronto, cualquier día, tendremos que acompañarle en un nuevo periplo en busca de viejos dioses, de historias trascendentales, de soles más brillantes, al otro lado del océano, a tierras mejicanas. Pero eso será un nuevo capítulo en la ya larga historia del pintor leonés.

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