Diario de León

Juan Carlos Mestre: «Tenemos que impedir que nos roben la felicidad»

El poeta berciano presentó ayer en el Ateneo de Madrid ‘La bicicleta del panadero’.

El poeta Juan Carlos Mestre con el cantante Amancio Prada, quien puso música a los versos de su paisano del Bierzo.

El poeta Juan Carlos Mestre con el cantante Amancio Prada, quien puso música a los versos de su paisano del Bierzo.

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PACHO RODRÍGUEZ | MADRID
León

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El duende de la palabra de Juan Carlos Mestre hipnotiza conciencias. Pero lo hace a base de encanto. Algo así ocurría ayer, «en la peligrosa hora del anochecer», como el propio Mestre parafraseaba a Antonio Pereira, cuando presentó en Madrid, en el solemne Ateneo, La bicicleta del panadero (Calambur), un imprescindible libro del autor villafranquino en el que se deja la piel poética y la palabra reivindicativa.

En el Paseo del Prado retumbó la cadencia de su voz, porque he aquí un poeta que es su mejor marca de promoción. Sabe dirigirse al público y hace de su discurso arma de seducción. Luego está el libro, que es un asunto grande, en extensión, al que no le sobra ni un adjetivo para convertirse en una obra que perdurará en el tiempo. Y por eso, ayer, y como siempre, Mestre dejó después del acto las ganas de leerle más, de volverle a ver y de seguir escuchándole.

Como el premio Nacional de Poesía sabe ser el mejor maestro de ceremonias, regaló a los asistentes la presencia de Amancio Prada, que cantó sus poemas, de Manuel Losada y Jordi Dolce, como anfitrión y presentador, y del guitarrista Manu Clavijo y del violinista Juan Fernández.

Pero el peso de la palabra era de Juan Carlos Mestre, como no podía ser menos y reivindicaba la concurrencia. Y el berciano, que llegaba ayer mismo de Jaén de presentar su libro, es de los que dibuja con palabras el mapa de la vida. «Presentar en Madrid es una cosa más. Siento más responsabilidad al hacerlo en el Bierzo, en Villafranca, porque, querido amigo, la poesía está reñida tanto con las jerarquías geográficas como con las del poder», afirmaba a Diario. Ahora que su reconocimiento nacional no impide que se le asocie a términos tan poéticos como la rebeldía, la insumisión ante la injusticia, la libertad, y otras expresiones contestatarias, Juan Carlos Mestre señaló que la poesía «es un acto de legítima defensa del lenguaje contra la obstinación del poder para mentir. Si acaso, los poetas tenemos que servir para impedir destruir la casa de la verdad. Frente a la indecencia, al ciudadano no le queda otra que la legítima defensa del lenguaje, porque los derechos legítimos de la felicidad son inalienables».

Por si había dudas sobre si baja los brazos en su clara alusión a lo que pasa ahora, o sobre si nos van a devolver la felicidad, el artista multidisciplinar que es Mestre recurrió a otro de los suyos: «Dice Gamoneda que la belleza no es un lugar adonde van a parar los cobardes. Tenemos que impedir que nos roben la felicidad. El gran botín de los amos no son las plusvalías, es la herramienta de la cultura. Como están haciendo con la educación, la cultura o las bibliotecas, que no es que las recorten, es que las dejan sin nada. No se puede permitir un país que hace una apuesta por el abismo. Hay que enfrentarse a esta indecencia. Parece que en este naufragio, el Arca de Noé está tripulada por una pandilla de carniceros», aseguró.

En el ciclo Los viernes de la cacharrería del Ateneo de Madrid, las palabras antiguas, como esa de cacharrería, o ese título, La bicicleta del panadero, fueron reivindicadas por Mestre como «las portadoras de un viejo significado. Parece que ahora la palabra libertad tiene que estar asociada a una refresco o un perfume para significar algo. Pero, como otras, como misericordia, significan por sí solas. Vivimos tiempos de necesidad extrema del lenguaje», afirmó. Y en el Ateneo, al acabar un acto repleto (allí estaban el pintor José Carralero, el actor Jorge Bosso, la viuda de Antonio Pereira, Úrsula Rodríguez...) solo quedaron restos de poesía y compromiso. De amabilidad como una forma de ver la vida para entender la poesía de Mestre. Y la respuesta de para qué sirve un poeta.

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