Diario de León

LEÓN ■ PREMIO DE ARQUITECTURA

La casa más sabia de León

Consume lo mismo que una tostadora a pesar de superar los 220 metros cuadrados. La restauración de la casa Meana- Prada de Mansilla Mayor fue finalista en el Premio Nacional de Casas Históricas por aunar el adobe con la tecnología punta

Los arquitectos Pablo López Presa e Itziar Quirós, responsable de la transformación de esta casa tradicional riberana. RAMIRO

Los arquitectos Pablo López Presa e Itziar Quirós, responsable de la transformación de esta casa tradicional riberana. RAMIRO

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e. gancedo | mansilla mayor

Durante mucho tiempo —y algunos hoy conservan esa impresión—, se ha tenido a la Montaña como único tipo de arquitectura tradicional leonesa que debía conservarse y difundirse, dejándose la de páramos y riberas al azar de desmanes, ocurrencias y excesos. Afortunadamente, también eso está cambiando. Los ejemplos de casas riberanas deliciosa y rigurosamente restauradas empiezan a abundar, y uno de sus ejemplos señeros —y laureados— está en Mansilla Mayor. Quien se acerque a esta villa del Esla y tenga la fortuna de visitar la Casa Meana-Prada se convencerá de que no hay nada más hermoso, cálido, útil, arraigado a la tierra. (y económico), que el adobe, la madera y la cal, los materiales de siempre en tierra llana.

El resultado de una intensa restauración que duró dos años ha alumbrado un edificio no sólo respetuoso con la tradición sino también sumamente sostenible. Y de hecho, esa alianza entre patrimonio y vanguardia le convirtió en finalista, la pasada semana, del Premio Nacional Casas Históricas y Singulares 2017, cuya gala se celebró en el Palacio de Liria de Madrid con el duque de Alba como anfitrión. El certamen lo ganó el exclusivo hotel La Hacienda de Abajo de La Palma (Canarias), y a él se presentaron espectaculares viviendas y establecimientos hosteleros de todas las comunidades. El proyecto de restauración integral de esta casa de labranza de tapia y adobe es obra de dos arquitectos leoneses convencidos de que la unión entre sabiduría ancestral y conocimientos punteros es poco menos que invencible: Itziar Quirós y Pablo López Presa, los dos vinculados a la ribera del Esla.

Un consumo mínimo

En la decisión del jurado debió pesar no sólo el empleo casi exclusivo de materiales tradicionales (apenas se usó hormigón, perviven las grandes vigas de chopo del país, se recuperaron puertas, baldosas y tejas...) sino su absoluta eficiencia energética: «Con sus más de 200 metros cuadrados útiles, su demanda de calefacción no supera los 2,7 kW, o sea, el consumo equivalente al de una tostadora», ejemplifica esta pareja de arquitectos. ¿Y cómo se consigue tal ‘milagro’ en el frío y extremo León? «Pues poniendo en valor las técnicas de construcción tradicional en tapia y adobe, integrándolos con los requisitos del prestigioso sello alemán Passivhaus, que busca la máxima sostenibilidad energética», explica López Presa. De hecho, ésta es la primera casa en Castilla y León restaurada conforme a los criterios del Passivhaus —movimiento que triunfa en Europa por el gran ahorro que permite a sus usuarios—, y Quirós y López Presa, especialistas en esta tendencia, ya han recibido el encargo de crear una vivienda nueva elevada según tales criterios, esta vez en Villabalter.

Y así, no estamos ante una novedad aislada o una suerte de extravagancia. «Una directriz de la Unión Europea decreta que, a partir del año 2020, toda la obra nueva que se haga deberá ser de consumo energético casi nulo», recuerda Itziar Quirós. En resumen, el sello Passivhaus (‘casa pasiva’) se basa en cinco estrategias concretas: «Ausencia de puente térmico, perfecto aislamiento, ventanas de triple vidrio, ventilación mecánica con recuperación de calor, y estanqueidad del edificio», repasan los integrantes de un estudio que antes de volver a su tierra residieron y trabajaron en Tokio y en Holanda. A su regreso, la primera obra que hicieron fue el polideportivo de Villacelama, también en la comarca.

«Tenemos que terminar con la idea de que tener una casa de pueblo es sinónimo de pasar frío o de perder un dineral en calefacción», dice Itziar Quirós, y de hecho la aplicación de estas estrategias consiguen descender el gasto al mínimo. La inversión a mayores tampoco parece excesiva: «Habrá supuesto un 9 o 10% de sobrecoste con respecto a una obra realizada sin seguir esos criterios, y a tenor de nuestros inviernos, la amortización es inmediata», exponen. Unas técnicas que equiparan a nuestros milenarios adobe y tapial, tan cálidos en invierno y frescos en verano. De hecho, uno de sus mayores problemas fue encontrar profesionales que dominasen las técnicas populares —los adobes nuevos los fabricaron ‘in situ’ expertos llegados de Amayuelas (Palencia), y se recrearon empedrados antiguos—, pero tampoco fue fácil hacerse con materiales no tan extraños. «Eliminamos el revoco de cemento, que no deja respirar a la tapia, ocasiona humedades y abre grietas, y cubrimos las paredes con cal natural hidráulica a pesar de que en un principio no había forma de hacerse con ella. Bueno, pues ahora ya la tienen en un almacén de Mansilla», repasa López Presa.

Regresar a estos saberes antiguos, actualizándolos, revierte en trabajo, salud y vida para los pueblos, algo con lo que están comprometidos López Presa y Quirós. Y recalcan que recuperar las casas de siempre no tiene por qué ser necesariamente caro («restaurar una casa de las dimensiones de ésta es más barato que hacerla de nuevo»). Y gracias a las citadas pautas nacidas en Alemania, «la creencia de que lo viejo siempre da problemas se vuelve falsa del todo», razonan.

De haberse alzado en 1914 con sus cuadras, lastras y portones para un uso principalmente labrador y ganadero, la casa Meana-Prada ha pasado a indicar las tendencias arquitectónicas de un horizonte nada lejano. «O se consume renovable o se consume muy poco, y esta vivienda, muy confortable, va orientada hacia lo segundo», expresa Quirós, señalando también cómo ha sido diseñada para captar y aprovechar cada rayo de sol.

«Hacer arquitectura es una responsabilidad importante, el 80% de nuestra vida la pasamos en espacios cerrados —dicen—, por eso nosotros apostamos por aunar lo mejor de dos mundos, el pasado y el presente».

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