Diario de León

la fragua literaria leonesa | TOMÁS SÁNCHEZ-SANTIAGO

«La identidad no es un asunto geográfico sino emocional»

El poeta, narrador y profesor, autor de ‘Calle Feria’, escribe una antología de Valente para Alianza y sigue afanado en terminar una nueva obra en prosa.

Publicado por
Manuel Cuenya
León

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Zamorano de nacimiento, Tomás Sánchez Santiago es un poeta, prosista y profesor de Lengua y Literatura que no se siente de Zamora porque nunca ha creído en la exaltación de rasgos distintivos por razones natales ni siquiera por razones circunstanciales de residencia. «Más bien me da la risa cuando aparecen esas orquestaciones reivindicativas —aclara—, siempre en manos de nuestros nefastos políticos. Me viene a la memoria aquello de Valente: ‘Habría que ser más lugareño y menos patriota’». Por esto, el autor de Calle Feria —novela entre la realidad y la fabulación, galardonada con el premio Ciudad de Salamanca— se siente de ciertas calles de ciudades diversas, «de ciertas casas que habité, de ciertas tardes que viví acá o allá, porque la identidad —agrega— no es cosa de geografía sino asunto emocional».

Así de contundente y reflexivo se muestra Sánchez Santiago, que sí cree en una sintonía gradual con el mundo inmediato en que uno vive, y él lleva veinte años viviendo en León, donde se siente muy a gusto, con sus amigos, en esta ciudad, tanto es así que ha publicado un volumen cuyo título es León Palimpsesto . Asimismo, ha dedicado otro de sus libros a su ciudad natal: Zamora y la vanguardia , un encargo que aceptó escribir porque le suscitó curiosidad saber cómo pudo vivirse «aquella época de frescor y de descaro vanguardista en una pequeña ciudad como la mía, conservadora y llena de remilgos», matiza su creador, que reconoce que este ensayo le sirvió para descubrir la figura de la pintora vanguardista Delhy Tejero y para acercarse con más calma a Baltasar Lobo.

Como profesor de Lengua y Literatura en un instituto de León, Tomás es consciente de que existe una relación entre su labor como docente y la creación literaria, «más allá de las vicisitudes administrativas», puntualiza, «porque uno lee, descubre autores, relaciona textos, está cerca de otras sensibilidades con los alumnos…», aunque también se muestra escéptico ante los profesores de universidad que «están ya muy alejados de la Literatura como pasión, como materia de amor o de conocimiento», tanto por la salvaje competencia curricular que se da en esos ámbitos como por el actual desastre a que se ha llegado en la enseñanza universitaria.

Como narrador, aparte de Calle Feria , «extenso relato tentacular», y sus obras dedicadas a Zamora y León, ha publicado Para qué sirven los charcos y Los pormenores , que son «libros de notas, de vistazos, emanaciones que primero aposento en libretas, en cuadernos…», porque le gusta mucho esa literatura «de la verdad»: diarios, epistolarios, libros aforísticos… «Soy un trapero del lenguaje, siempre tomando notas de cuanto observo, de cuanto sale al paso…, de ahí vinieron esos dos libros», a los que cabe añadir los textos de Música de astillas , que sigue publicando en Tam-Tam Press, «el estupendo periódico digital de la poeta Eloísa Otero». En este sentido, Tomás también ha publicado, como articulista, Salvo error u omisión , si bien no está convencido de que el articulismo ayude a mejorar el estilo literario, porque el periodismo implica velocidad, casi simultaneidad con lo que está ocurriendo. «Y en esa urgencia se nota a menudo descuido o pérdida de intensidad…».

Inspiración en la vida

Como poeta, deudor de grandes como Gamoneda, Claudio Rodríguez, Valente o Aníbal Núñez, que dan sentido a su vida, y aun otros como Baudelaire, ciertos surrealistas, los arcaicos griegos, Juan Ramón, Cernuda…, el autor de En familia ha escrito y sigue escribiendo poemarios que se nutren de la vida diaria, de lo cercano, lo espontáneo, que tienen —según él— más riqueza y complejidad de lo que parece.

Tomás, que rehúye de los etiquetados de poeta reivindicativo, indignado, «social»…, porque éstos pueden llegar a ser peligrosos y porque los adjetivos, las palabras en general, a fuer de repetirse, se desgastan y pierden la verdad de su noción hasta convertirse en pasto nocivo, cree que todo poeta debe pertenecer a la verdad de su época, «no a su tiempo histórico», porque el tiempo del poeta es otro, «un tiempo interior, al margen de la cronología colectiva y de la ordenación de la actualidad por los medios». Sostiene, además, que ahora mismo la misión de los creadores es «la de mantener conciencia y lenguaje a flote, por encima de lo enajenante, de lo banal, de lo evanescente».

En la actualidad escribe una antología de Valente para Alianza y sigue afanado en terminar una nueva narración, «que no sé muy bien si es novela, memorias, ensayo…, esa hibridez en la que estoy tan cómodo». Por otra parte, espera que el próximo año salga un nuevo poemario. «No puedo quejarme. Sigo vivo, creyendo en las palabras, haciendo ‘pajaritas de papel’».

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