Diario de León

La tierra de las mil y una canciones

El musicólogo . Héctor-Luis Suárez acaba de rescatar del olvido un cuaderno de cien páginas repleto de temas populares recogidos a principios del siglo XX por Venancio Blanco. Destaca un canto en leonés, ‘El coxu de Riguiellu’..

Portadas de los tres cancioneros hasta ahora divulgados, en edición facsimilar, por Héctor-Luis Suárez con motivo de los Encuentros de Música Tradicional de Felechas. DL

Portadas de los tres cancioneros hasta ahora divulgados, en edición facsimilar, por Héctor-Luis Suárez con motivo de los Encuentros de Música Tradicional de Felechas. DL

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e. gancedo | león

Interesante para los amantes de la cultura propia, curioso para los bibliófilos, útil para los musicólogos... y posible filón para los intérpretes, para los músicos de folk actuales que se afanan en abrir nuevos caminos a la tradición sonora de esta tierra. Son Las mil y una canciones populares de la región leonesa, un cuadernillo repleto de partituras —eso sí, no son mil, el título es sugerencia o símbolo— que el especialista Héctor-Luis Suárez ha añadido, en formato facsímil, a su creciente colección de ‘rescates’. Lo presentó, como ya va camino de ser costumbre, en el pasado Encuentro de Música Tradicional de Felechas, escenario donde también repartió, en años anteriores, los dos bellos cuadernos de La Montaña de León (Cien canciones leonesas transcriptas y armonizadas por Eduardo González Pastrana).

Pero, ¿cómo llegó hasta este antiguo y singular material? «He venido trabajando en el plano pedagógico musical desde hace más de 25 años, empleando en mis clases material encontrado en archivos y en bibliotecas de todo tipo, sobre todo en la Biblioteca Regional Leonesa Mariano D. Berrueta, pero también en algunos de Madrid y de Urueña —explicó Suárez—, así como fruto de mis años de fructífero vínculo con la Facultad de Educación de la Universidad de León. En este caso, y físicamente, adquirí ejemplares tras muchos años de búsqueda».

En cuanto al número exacto de estas ‘mil canciones’, especifica que son 118 en total y que el volumen III de la obra —que es el que ahora ha rescatado y reproducido Héctor-Luis Súarez—, abarca de la 75 hasta esa cifra. Eso sí, en el mismo cancionero se indica que no están completas. «Hay noticia de un mítico y misterioso baúl de materiales relacionados, pero habrá que investigar a fondo y hablar con los herederos de Venancio Blanco, en su día ya sondeados por algunos responsables de cultura astorganos», avanzó.

Y para quienes no conozcan al autor de esta compilación, Suárez lo describe como maestro de capilla de la Catedral de Astorga, de finales del siglo XIX y primer tercio del XX, «de esos leoneses a los que alude la Pícara Justina como ‘morido de amores por su tierra’». «El volumen I de estas Mil canciones se agotó en seguida, el segundo recibió el Premio Ateneo Leonés en 1911 pero tuvo que esperar hasta 1931 para verlo publicado, y el III y póstumo, fue editado gracias a la Diputación de León y a su presidente de entonces, Pedro Fernández Llamazares», informa.

A su juicio, esta recopilación integra a Blanco en un «purpurado grupo» de músicos atentos al patrimonio sonoro de nuestra tierra, sobre todo Rogelio del Villar y Manuel Fernández Núñez, entre otros. «En un momento sociopolítico en el que muchos intelectuales consideraban que ‘hacer región era hacer patria’ y era necesario reivindicar la leonesa, cuadraban trabajos como el de Blanco como grandes referentes», dice el impulsor del facsímil, actualmente profesor en el Conservatorio Profesional de Música Cristóbal Halffter. Pero, desde el punto de vista musicológico, ¿dónde reside la singularidad de esta obra, por qué es importante? «Sobre todo por ofrecer un mosaico de materiales relacionados con el patrimonio inmaterial sonoro cantado en Astorga y sus comarcas cercanas en el último cuarto del XIX, y su tradición en aquellos momentos: bien por relevancia social y amplia difusión (algunas muy localizadas en toda la meseta norte o más lejos en otros trabajos homólogos), por gusto o atractivo personal, o por interés musicológico del compilador», responde. Aun con todo, a Suárez le parece cuestionable «su técnica en el estilo de acompañamiento para piano de las melodías recogidas». Y alude a que el gran experto Miguel Manzano no califica esta obra de ejemplar pero sí acepta «su valor documental innegable».

Un Canto en leonés

«En mi opinión, también es interesantísimo desde otras perspectivas —precisa—, como servir de material pedagógico para el magisterio musical a través del repertorio de cantos de juego, idóneo para ilustrar el medio leonés y su patrimonio inmaterial sonoro, además de mostrar aspectos del dominio lingüístico leonés y la realidad de los instrumentos de la época y la transcripción de sus toques».

Si se le pregunta por los temas que, personalmente, más le han sorprendido o interesado, responde que han sido, sobre todo, dos: «El coxu di Riguiellu (El cojo de Riello), por su valor en el dominio lingüístico leonés sobre un material recogido en otros referentes», y la transcripción de un Aire de gaita maragato referido a la gaita de fole; buena prueba de la convivencia de la icónica flauta de tres agujeros maragata con la gaita propiamente dicha, como también han venido demostrando ciertos testimonios fotográficos.

El coxu es, precisa, «un canto del género de juego coreografiado para pareja de adultos y de género masculino según el apunte del autor, aunque, perfectamente, puede albergar o haber albergado un uso infantil». Y Aire de gaita «legitima la presencia y uso del instrumento en la comarca, algo para lo que no estima indicaciones: especifica para su interpretación el armonium u órgano como instrumentos preferentes; señala con un todo ligado el símil del estilo interpretativo de la gaita de fole que desea para la reproducción de la melodía transcrita; e, incluso, añade detalles sobre el uso del pedal en cada compás, si es que fuera tocada al piano».

Eso sí, ¿aún queda material de este tipo que sacar a la luz? ¿Habrá más ‘sorpresas’ en próximos encuentros de música tradicional de Felechas? «Creo que, en principio y salvo imponderable —responde Suárez—, el trabajo de Blanco saldrá a la luz en su totalidad. Más adelante, si continúa la iniciativa y el mecenazgo, sí puedo decir que habrá sorpresas por mi parte».

De todos modos, ¿cree este especialista que en las comarcas leonesas aún no se ha sabido modernizar, actualizar y sacar partido creativo y social de todo este patrimonio sonoro? «No excesivamente aunque tampoco ha sido inexistente, en especial a partir de la labor de diversos coros a lo largo del siglo XX y de algunos grupos de danza y baile y de música tradicional; pero era y es necesario el conocimiento de todos estos materiales —argumenta—. Y, en especial, el de su contenido más allá de los especialistas y musicólogos. Por ello, como ha ocurrido con el Cancionero Leonés de Manzano y Ángel Barja ‘In memoriam’, es capital el acercamiento del trabajo de Venancio Blanco a través de esta edición para posibilitar su cercanía y su accesibilidad, dado el alto número de interesados en el tema que existen en la actualidad».

Pero Héctor-Luis Suárez no quiere dejar pasar la ocasión sin reseñar que esta «generosa e inusual iniciativa, privada y mecénica de Álef de Bronce ligada al quehacer por este encuentro de Felechas que promueve la asociación local La Brusenda, es modélica y nada o escasamente frecuente, por desgracia, para el patrimonio y su difusión y acercamiento para todos. Por ello, obvios aunque de justicia son los motivos para ponderar y divulgar este gesto para su conocimiento público».

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