Diario de León

SECRETOS CENTENARIOS

Un León lleno de misterios sin resolver

La Catedral y San Isidoro encierran secretos centenarios. El historiador Carlos Javier Taranilla publica ‘Enigmas y misterios de León’, un libro que aborda las claves de estos edificios, así como expolios, muertes y crímenes escabrosos. También acaba de editar un libro sobre el Grial en el que afirma que era de madera..

Taranilla afirma que el cáliz de Doña Urraca no es el Grial y que el Vaticano preserva un trozo del auténtico que es de madera.

Taranilla afirma que el cáliz de Doña Urraca no es el Grial y que el Vaticano preserva un trozo del auténtico que es de madera.

León

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Algunos monumentos son mágicos por los misterios que encierran. El escritor e historiador leonés Carlos Javier Taranilla zambulle al lector en los secretos que rodean a los principales templos de la ciudad. Enigmas y misterios de León sigue la pista de antiguos objetos desaparecidos, lances de capa y espada, crímenes y extraños símbolos que se han ‘colado’ en la Catedral y San Isidoro. El autor recorre aquellos rincones urbanos donde sobrevuelan hechos asombrosos y prodigios que han quedado en la tradición y en la leyenda.

En este nuevo libro Taranilla responde a preguntas como: ¿Sabías que en las naves de la Catedral de León vagan los fantasmas de sus numerosos sepulcros? ¿Quieres descubrir la verdadera identidad del torreón de doña Berenguela? ¿Cuáles son los astros y extraños animales que custodian la entrada de San Isidoro? ¿Conoces la historia de la desaparición de la cruz del Cristo de Carrizo? ¿Cuál es el incierto origen del tributo de las Cien Doncellas? ¿Existió Bernardo del Carpio o fue un héroe de leyenda?

Profesor de historia y consciente de que la realidad siempre supera a la ficción, Taranilla descubre los animales enigmáticos que habitan en San Isidoro. Y es que la colegiata alberga una de las más destacadas, por no decir la más importante, colección de animales maravillosos.

Ya el historiador y escritor Javier Sierra había reparado hace años en la extraña conexión entre San Isidoro y la catedral de Santiago de Compostela: «Son los dos únicos templos españoles en los que está representado Gilgamesh», que según la mitología sumeria, fue el quinto rey de Uruk. La leyenda de Gilgamesh es anterior en miles de años a la historia de Noé y el diluvio universal que relata el Génesis. Taranilla también aborda la leyenda del topo de la Catedral. En los años noventa la Universidad de León analizó el célebre topo de la puerta de San Juan y descubrió que era una tortuga laúd, cuyo origen aún es incierto; sin olvidar que el edificio se erigió sobre un lugar telúrico o las raras figuras que coronan las arquivoltas de la fachada principal. En San Isidoro hay extrañas criaturas con cuerpo humano y cabeza de animal, que según los investigadores, se remontan a la iconografía egipcia. Igualmente, en la Catedral hay insólitos personajes, por no hablar de las terroríficas gárgolas que planean desde los ángulos más recónditos.

Taranilla se fija en las vidrieras que no encajan con la historia de la creación y los relatos del Antiguo Testamento. Y, como muchos historiadores, se pregunta qué pinta el vitral de Simón el Mago en un templo cristiano. Las vidrieras más luminosas son aquellas en las que se utilizó el amarillo de plata en el siglo XIV, un compuesto que se conocía un siglo antes y que es el resultado fallido de intentar convertir nitrato de plata en oro; es decir, el arte secreto de la alquimia. De hecho, en una de las vidrieras de la fachada sur aparece representado un alquimista con su matraz.

Enigmas y misterios recorre los ‘escandalosos’ personajes labrados en el coro de la Catedral, sin olvidar el inquietante esqueleto de la muerte o el demonio Bafomet de doble cara.

En esta historia inquietante de León no faltan los fantasmas que pueblan la Catedral, como el de Ordoño II. O el «lío» de los huesos de San Froilán, cuyos restos están repartidos entre Moreruela y León. El gallo de la veleta de San Isidoro, más antiguo que la propia colegiata, o el único ídolo vikingo que hay en España, una extraña figurita de asta de reno, también desfilan por el libro, que recuerda que la Catedral es un gigantesco cementerio, la última morada de reyes, nobles, obispos, arquitectos y maestros canteros.

Nueva teoría sobre el Grial

Taranilla, ardiente detractor de la teoría de los historiadores Margarita Torres y José Miguel Ortega, quienes en su libro Los reyes del Grial defienden que la Copa de la Última Cena es en realidad el cáliz de Doña Urraca, publica ahora El Santo Grial, una obra que resume el mito y la historia de la mayor reliquia de la cristiandad. En la primera parte del libro Taranilla aborda la tradición y las leyendas; y en la segunda, se centra en los principales cálices, en especial los de Valencia y León. Sobre el primero afirma que el Grial de la capital levantina se sustenta en «una tradición sin rigor histórico». En cuanto al leonés, el capítulo lo titula «La invención de una reliquia».

Tras restar rigor al cáliz de Doña Urraca como la copa de la Última Cena, Taranilla afirma que el objeto «estaba tallado en madera». Explica que dentro de la amplia colección de reliquias que se conservan en la capilla del Sancta Sanctorum de Letrán se hallaba un fragmento del cáliz de la Última Cena (reliquias de illo calice domini salutare). Una cedulae —las etiquetas que se adjuntaban a las reliquias con su identificación y autentificación—, que se conserva en la Biblioteca Vaticana, describe las «reliquias del salvífico cáliz del Señor». Según Louis-Antoine de Porrentruy, autor del catálogo de reliquias realizado en 1906 por orden del papa León XIII, esta reliquia era de madera.

Sin embargo, Taranilla no oculta que los testimonios escritos más antiguos de viajeros que visitaron el templo de Jerusalén que custodiaba el cáliz de la Última Cena no hablan de una copa de madera, sino de ónix o plata.

Concluye Taranilla que «el objeto que era venerado por los antiguos cristianos de la Ciudad Santa como el auténtico cáliz de la Última Cena fue trasladado a Roma entre los años 800-900, es decir, antes de que los fatimíes controlasen Jerusalén. Por tanto, nada tendría que ver con el supuesto envío de esta pieza a la Península Ibérica en el siglo XI, como sostiene el libro Los reyes del Grial», asegura.

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