Diario de León

Los leoneses que Franco esclavizó

Centenares de miles de presos republicanos fueron explotados por Franco en la construcción de obras faraónicas. Mano de obra esclava que no sólo levantó el Valle de los Caídos sino que en León se destinó a pantanos como el de los Barrios de Luna y, sobre todo, a minas. Un negocio del que se lucraron también empresas privadas.

Imagen actual del pantano de los Barrios de Luna; y arriba, momento de su construcción, en la que se empleó a presos republicanos. RAMIRO

Imagen actual del pantano de los Barrios de Luna; y arriba, momento de su construcción, en la que se empleó a presos republicanos. RAMIRO

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verónica viñas | león

Sangre, sudor y lágrimas. Es lo que costó, aparte de 300 millones de pesetas —cantidad ridícula incluso para la época— el pantano de los Barrios de Luna, la obra más faraónica que había visto León en siglos. Detrás del embalse hay una historia turbia de trabajos forzados.

Hasta los años 70 el régimen franquista explotó a los prisioneros políticos republicanos como mano de obra barata. Trabajaron como auténticos esclavos —en teoría para ver reducidas sus fuertes condenas de cárcel— en minas, carreteras y la construcción de pantanos. Un formidable negocio del que también se lucraron muchas empresas privadas. Estos batallones de trabajo, que recibieron distintas denominaciones, fueron enviados a Antracitas de Gaiztarro, en Matarrosa del Sil, Minas Moro, en Fabero, y la Minero Siderúrgica de Orallo, así como a las minas de wolframio, al Canal del Bierzo (1944), la reconstrucción de Villamanín, diversas carreteras provinciales y al ramal ferroviario de La Virgen del Camino (para la Legión Cóndor). Y fueron cruciales en la construcción del pantano de los Barrios de Luna, «la obra más grande realizada en la provincia en los últimos siglos», tal y como se anunció en 1941, año de inicio de los trabajos.

En el documental Los campos del silencio, de Eloína Terrón, concejala de IU en el Ayuntamiento de San Andrés del Rabanedo, rescata los sucesos acaecidos en Fabero, donde se instaló un batallón de 250 presos republicanos para trabajar en las minas de carbón. La película narra las duras condiciones de estos presos, utilizados como mano de obra barata por el franquismo. Terrón confiesa las dificultades de encontrar datos sobre los presos esclavizados por Franco. Aún así, ‘revolviendo’ en los archivos de la Dirección General Penitenciaria, la concejala de IU pudo probar que entre 1939 y 1947 hubo 3.000 presos en las minas. Aunque está segura de que la realidad fue mucho peor.

Los campos de concentración de San Marcos y Astorga y la cárcel de La Bañeza abastecieron de esclavos, desde los primeros meses de la Guerra Civil, a empresas públicas y privadas para los más diversos oficios, la mayoría penosos. Del campo de concentración de San Marcos dependían varios batallones disciplinarios en Lugo de Llanera (Asturias), en el aeropuerto de Lavacolla (Santiago) y en Peñaranda de Bracamonte (Salamanca).

El periodista Isaías Lafuente es uno de los pocos que ha buceado en uno de los temas más silenciados de la dictadura. En su libro Esclavos por la patria, Lafuente recompone el mapa de la explotación y cuantifica las ganancias que el régimen de Franco obtuvo explotando a los vencidos.

El investigador leonés Víctor del Reguero aborda el tema de los esclavos de Franco en Las gafas del Belga, donde traza la historia de la minería en Laciana y El Bierzo a través de Marcelo Jorissen. Del Reguero escribe: «En los primeros años cuarenta, dada la escasez de mano de obra especializada en las minas y la necesidad de carbón, todos los mineros encarcelados prestan trabajos forzados. La gran mayoría no tiene otro remedio que acceder a ello para redimir su condena y, sobre todo, para sostener a su familia con la mísera cantidad de jornal –en gran proporción, decomisado por el Estado– que se les entrega, menos de una peseta diaria».

En Los esclavos españoles de Hitler, el historiador José Luis Rodríguez Jiménez, desvela que miles de republicanos españoles fueron enviados a Alemania a trabajar en minas y fábricas para saldar la importante deuda contraída por el propio Franco con Hitler por su decidida ayuda militar y financiera al bando rebelde durante la Guerra Civil española, estimada en unos 1.200 millones de pesetas oro.

V. Antonio López, en Esclavos del franquismo, recopila documentos, artículos e imágenes de los Batallones Disciplinarios, en el trabajo más ambicioso que sobre este terrible episodio de la historia de España se ha hecho hasta la fecha. Los investigadores coinciden en que Franco puso en marcha un formidable negocio a costa de sus prisioneros políticos a partir de mayo de 1937, aunque el ideólogo fue el jesuita José Antonio Pérez del Pulgar, quien lo inventó e institucionalizó mediante la constitución del llamado Sistema de Redención de Penas.

Una orden de 7 de octubre de 1938 reconoce a las empresas el derecho a pedir destacamentos penales. En 1939 se crea el Servicio de colonias penitenciarias militarizadas, que se ponen a disposición de la industria y de las obras públicas.

El historiador Antonio Miguel Bernal ha documentado que sólo entre los años 1939 y 1943 el número de presos políticos del franquismo llegó a superar los 550.000, la mayoría jóvenes.

Javier Rodrigo, autor del libro Cautivos, explica que «en una guerra de larga duración, tanto o más importante es un soldado disparando en el frente cuanto un prisionero de guerra excavando trincheras, levantando puentes o acarreando víveres. Pero a esas motivaciones se unía, además, el deseo consciente de castigar a los perdedores, a los vencidos».

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