Diario de León

La Faraona

Lola Flores, veinticinco años sin la indómita

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Concha Barrigós
León

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La Faraona en escena, una pantera negra ante el mundo y Oleole para sus nietos... «la artista de artistas» Lola Flores, de la que se cumplen 25 años de su muerte, era muchas mujeres pero todas transgresoras y carismáticas, dueña de un temperamento hiperbólico que la hizo ultra famosa en un mundo que no la olvida.

Siempre pensó que haría historia pero quién le iba a decir a la jerezana que habría cumplido los 97 el pasado 21 de enero que iba a ser trending topic en las redes sociales porque una serie se refería a ella como «la Rosalía de los 60» y porque la catalana la iba a homenajear en el primer confinamiento que vive el mundo por un virus con una versión de su tema «A tu vera».

Rapera con Que cómo me la maravillaría yo; pionera del crowfunding con aquello de «si cada español me diera una peseta»; creadora de ritmos nuevos junto al inventor de la rumba catalana, su marido, Antonio González El Pescaílla; pionera de la telerrealidad con su familia y actriz con el récord del mayor contrato firmado en la historia de España... Era «un icono de su tiempo y radicalmente moderna», asegura a Efe el presidente de la Sgae, Antonio Onetti, guionista de la película que dirigió en 2007 Miguel Hermoso, Lola, siempre «sembrada», con frases que han quedado en el imaginario colectivo como «si me queréis, irse», con la que suplicaba a la gente que abandonaran la iglesia en la que iba a casarse su hija Lolita.

«Era una fuerza de la naturaleza, un talento desproporcionado, dispuesta a romper todos los moldes y una adelantada a su tiempo que no podía ser sometida a nada; feminista donde las hubiera. Para ella no había muros. Miraba de tú a tú. Decía lo que le daba la gana y se quedaba tan pancha», añade Onetti.

Este «torbellino de colores», como la describió Pemán, «la armaba» donde fuera y ese genio la precedía, como ocurrió cuando actuó en 1979 en el Madison Square Garden de Nueva York, donde a los cinco minutos de empezar ya estaba el público en pie escuchando La Zarzamora, una hazaña que dio lugar al célebre comentario del New York Times, de «no canta, no baila, no se la pierdan».

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