Diario de León

Entrevista | tomás garcía yebra | periodista y escritor

«Los secundarios son fundamentales para que una novela tenga vida»

Tomás García Yebra en una pose que recuerda a Conan Doyle o a su personaje, Sherlock.

Tomás García Yebra en una pose que recuerda a Conan Doyle o a su personaje, Sherlock.

León

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A Tomás García Yebra le van los personajes esperpénticos y mezclar en un cóctel explosivo el thriller con el humor absurdo. Los personajes, igualmente, son dignos de situaciones que parecerían de manicomio si no fuera porque la verdad, casi siempre, es lo más difícil de creer... En su anterior libro rescató a Larra y lo convirtió en detective. Ahora, las pesquisas las emprenderá un policía que nunca ha resuelto un caso, pero es hermano del afamadísimo Plinio, el detective creado por el escritor Francisco García Pavón.

-En su anterior libro rescató nada menos que a Larra y ahora se ha inventado un hermano del célebre policía Plinio.

-He leído todas las novelas protagonizadas por Plinio, el personaje creado por Francisco García Pavón. Se me pasó por la cabeza rescatar al mismísimo Plinio, meterle en la historia de El cebo, pero no me atreví. Pensé que sus herederos se querellarían. En el Ateneo de Madrid, durante la presentación de la novela, apareció Sonia García Soubriet, la hija de García Pavón. Me dio las gracias por el homenaje que en El cebo le hago a su padre. Fue emocionante.

-Y en su novela no falta el humor, ya que el hermano de Plinio se llama Triclinio...

-El humor es una manera de mirar el mundo. Pero el humor requiere templanza a la hora de emplearlo. Si te pasas de frenada puede caer en la caricatura. Poner voz a los personajes de Las Navas del Marqués resultó complicado. Se expresan con localismos, con modismos, con frases hechas, pero tuve mucho cuidado en no ridiculizar. En la novela hay naveros de carne y hueso y naveros de ficción; lo que no hay es paletos.

-Su novela «El cebo» es más que un homenaje a la película homónima... ¿Tanto le marcó este filme?

-La vi a los nueve años, en el cine María Victoria, con estufa en medio de la sala, y me aterrorizó. He tardado más de cuarenta años en digerirla. Esta novela es como una exorcismo, una manera de arrancarme el miedo del cuerpo.

-Ambienta los sucesos en su localidad natal de Las Navas del Marqués, ¿tenía alguna deuda pendiente con su pueblo?

-Con mi pueblo sólo tengo gratitud. La novela está ambientada en Las Navas, en los años sesenta. Yo pasé mi infancia allí. Muchas cosas de las que cuento las he vivido. Si hubiera situado mi infancia en cualquier otro sitio, la novela no hubiera funcionado.

-¿De dónde saca tiempo para escribir otra cosa que no sean noticias?

-"Disciplina. Uno o dos folios diarios. Y no escribir nunca la última idea. Ésa idea hay que dejarla para el día siguiente. Así no te encuentras con el folio en blanco. El consejo no es mío. Es de Stendhal.

-¿Escribe lo que le apetecería leer?

-Seguramente. Escribes algo que te satisfaga a ti, que te entretenga, que te reconstruya tu propio mundo. Quizá se trate de dotar de argumento y de sentido a una vida que, en sí, no lo tiene.

-Esta novela, como la anterior, es difícil de encasillar en un género. ¿Es más una tragicomedia que un thriller?

-Hay tragedia, hay incertidumbre y también hay humor. El humor es un registro muy disolvente y muy invasivo. Yo he procurado dosificarlo. ¿Un thriller? ¿Una tragicomedia? No sabría ponerle un rótulo. Que se lo ponga el lector.

-¿Está ya preparando alguna otra sorpresa literaria?

-A lo mejor resucito de nuevo a Larra. Un libro de aforismos donde reparta mandobles a diestro y siniestro.

-"Da la sensación de que en sus libros cuenta la historias como le gustaría que hubieran sucedido.

-Y en éste más que en ninguno. Recuperas la infancia, pero es una infancia idealizada. Es como si necesitases que aquello que quisiste tanto no se muera del todo.

-¿Volverá a echar mano del «hermano tonto» de Plinio en próximas novelas?

-¿Es muy tonto Triclinio? Intenté crear un personaje ingenuo y, a ratos, extravagante. Mi editor me anima a que continué con él. No sé. De hacerlo tendría que situarlo en una tierra por la que sienta algo. A lo mejor le llevo a Riego de Ambrós, el pueblo berciano donde nació mi abuelo paterno, o a Yebra, el pueblo, también berciano, de donde procede mi madre. Todo se andará.

-Usted pone tanto empeño en los personajes secundarios como en los protagonistas...

-Los trabajo con igual intensidad. Los secundarios son fundamentales para que una novela tenga vida. Y verdad.

-¿Sabía desde el principio quién era el asesino?

-No. Esa apreciación está muy bien vista por su parte. Al principio creí que era uno determinado. A mitad de la historia me di cuenta de que no era él. Las sospechas se dirigían hacia otro personaje, pero me sorprendí a mí mismo porque tampoco era ése. Sólo al final, muy al final, supe quién era el desalmado infanticida.

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