Diario de León

Premio Nacional de las Letras

Luis Mateo Díez: «Tengo el alma vendida al diablo desde hace tiempo»

Lo concede el Ministerio de Cultura, pero el escritor y académico leonés Luis Mateo Díez se ha tomado el Premio Nacional de las Letras como un reconocimiento que le otorgan sus lectores. El jurado destaca la singularidad de su obra, «heredera de una cultura oral», y «su lenguaje poético de extraordinaria riqueza».

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Jamás se ha presentado a un premio. Sin embargo, ha recibido los más preciados. Ayer le caía el Nacional de las Letras, otorgado por el Ministerio de Cultura y dotado con 40.000 euros, que confirma la singularidad del universo literario del escritor y académico leonés Luis Mateo Díez, creador de un territorio leonés (Celama) equiparable al Macondo de García Márquez. El premio —el segundo en importancia del país— le convierte en firme candidato al Cervantes. «No vivo los premios como una obsesión, cuando llegan, me parece bien; y me parece bien que me lo hayan dado», asegura.

El autor de La soledad de los perdidos ve detrás del galardón «a los lectores cómplices que han estado ahí desde Las estaciones provinciales y a mis editores —que ya me han felicitado todos—». El jurado ha valorado el conjunto de su obra, «heredera de una cultura oral», en la que destaca el dominio de «una técnica y un lenguaje poético de extraordinaria riqueza» y su «preocupación constante por la dimensión moral del ser humano». «No soy un moralista», puntualiza el autor de La fuente de la edad, pero sí reconoce esa preocupación, anclada en una tradición clásica, que tiene al ser humano en el centro de sus intereses. De ahí que por sus novelas deambulen héroes del fracaso, vitalistas desbordados por sus ímpetus y, en definitiva, seres que tienen esa condición de apego a la vida.

El covid-19

«Nos ha hecho pensar que el mundo no era lo que pensábamos. Tenemos una fragilidad extrema»

También admite su afán por el lenguaje —no podía ser menos ocupando el sillón ‘I’ de la RAE—; un lenguaje que ha ido «depurando» con los años, desde unos inicios más barrocos a una escritura más esencial.

En la mesilla tiene aún ‘caliente’ su último libro, Los ancianos siderales , publicado hace apenas un mes, una extravagante novela en la que Luis Mateo encara con humor las precariedades de la edad. Él acaba de cumplir 75 años. El premio viene a ser un respiro en un momento aciago, no solo por la pandemia del covid-19 —que también—, sino por una sucesión de pérdidas familiares.

En cuanto a la «singularidad» de su obra, «heredera de una cultura oral», el autor de Juventud de cristal es consciente de que su literatura quizá no sería igual de no haber nacido en Laciana. «Mi hermano Antón fue un lector prematuro de La metamorfosis. Ir de los filandones a Kafka fue un camino interesante», dice. Él también leyó tempranamente La rama dorada, de Frazer, y fue «un jovenzuelo con la calentura de los calechos y una biblioteca paterna que me abría otras ventanas». Beneficiario de todo ese bagaje, a Luis Mateo le ha interesado el estilo universal. Y se declara «deudor de todo lo que soy», desde la tradición del Siglo de Oro a los clásicos del XIX.

Con una prolífica obra, se define a sí mismo como escritor «irrealista». «Soy un autor extenso porque hay mucho que contar en mi mundo; es una fuente que sigue manando. Tengo el alma vendida al diablo desde hace mucho tiempo». Piensa que el premio viene a confirmar su fase actual de «recolección», «la culminación de todo lo que he hecho».

El regreso de Celama

Este escritor infatigable se siente ilusionado con un nuevo proyecto: Cuentos de Celama . Ése será el título. Fue Ángeles Encinar, estudiosa de la obra de Luis Mateo, quien le sugirió una edición de todo lo que tiene el Reino de Celama de novela compuesta a través de cuentos. Él pensaba que Celama —escenario de tres novelas, El espíritu del páramo, La ruina del cielo (ganadora del Premio Nacional de la Crítica y el Nacional de Narrativa) y El oscurecer— era un mundo narrativo que tenía cerrado, pero ahora está dispuesto a abordarlo con una mirada distinta.

Escritor prolífico

«Soy un autor extenso porque hay mucho que contar en mi mundo; la fuente sigue manando»

Mateo Díez está convencido de que su literatura va a seguir por la senda del «realismo irrealista». Quizá sea una fórmula de evadirse de «una sorpresa penosa», como califica la pandemia del coronavirus, «que nos ha hecho ver que el mundo no era lo que pensábamos y que esta sociedad despreocupada atiende poco a cosas como la destrucción del entorno. Tenemos una fragilidad extrema», dice. «Es una realidad fantasmal y miserable». Considera que este «peligro oscuro» que se cierne sobre nosotros es «una llamada al orden tremenda, en un momento en el que los poderes políticos y públicos están en manos no muy fiables, lo que alimenta aún más la incertidumbre».

La creatividad, cree, «no vive ajena» a este panorama. «A lo mejor nos hace ajustar más nuestras capacidades y sobrellevar el susto con opciones más ambiciosas y creativas». Piensa que el confinamiento nos ha llevado a reflexionar sobre la importancia del arte, el teatro o la música, que «no son un adorno en nuestras vidas». En un momento de crisis —sostiene— son recursos de los que echar mano. «El arte es una noble sustancia de lo que somos».

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