Diario de León

Patrimonio

Marialba ya es pieza de museo

Un edificio de dos plantas pone a salvo, tras medio siglo a la intemperie, la basílica paleocristiana Villaturiel pide a Cultura 1,2 millones para la segunda fase: restaurar las ruinas y la musealización

León

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El museo de Marialba de la Ribera es como un útero. Dentro alberga unos restos únicos en España. Pese a que las obras van con dos meses de retraso, un muro rodea ya la basílica paleocristiana más antigua de Europa junto a la de San Juan de Letrán en Roma, ambas del siglo IV. Es parte de la espectacular estructura diseñada por el arquitecto Melquíades Ranilla, tras más de una década de espera, que permitirá pasear ‘sobre’ los restos y protegerlos.

La construcción del edificio, en tonos tierra —en sincronía con el paisaje—, ha costado 464.917 euros, de los cuales el Ayuntamiento de Villaturiel aporta 159.917 euros; y el resto, la Diputación. La Junta ni está ni se la espera, como critica el alcalde Valentín Martínez. Es toda una heroicidad que un municipio de tan solo 1.947 habitantes asuma el 35 por ciento de una construcción absolutamente innovadora en la provincia.

«La Junta tendría que haberse implicado como ha hecho con La Olmeda, pero parece que Marialba no le importa», lamenta el alcalde de la UPL. «Si no es por el Ayuntamiento, el museo no se habría hecho».

El edificio, de dos plantas y 1.856 metros cuadrados, ha sido concebido como ‘una piel’ protectora para los restos excavados por primera vez en 1968 por Helmut Schlunk y Theodor Hauschild. De formas simples, para integrarse en el paisaje, la construcción tienen una plena accesibilidad, a través de suaves rampas. Pero lo que verdaderamente define al museo es la luz natural, gracias a un techo de lucernarios.

De día el edificio se hace más opaco «y es desde el interior donde el espectador se asoma al paisaje a través de la piel de sus cerramientos y del mirador situado al norte. De noche, la iluminación interior convertirá los paramentos en una membrana casi transparente», según Ranilla.

Realizado en hormigón y chapa de acero perforado, deja pasar el aire y mantiene unas condiciones estables de temperatura y humedad. Las plataformas interiores permitirán asomarse a los restos desde distintas perspectivas. El museo albergará cinco vestíbulos, dos salas polivalentes, almacenes y una tienda-museo.

La fachada más oriental funciona como un elemento «publicitario» con la palabra Marialba en grandes letras. Se va a urbanizar toda la zona, con aparcamiento y un amplio acceso pensado para realizar actividades relacionadas con la puesta en valor del monumento.

En ningún momento del recorrido el visitante perderá la relación con el paisaje y el entorno circundante, al que se podrá asomar desde diferentes niveles. La iglesia paleocristiana estará iluminada por proyectores.

A la espera de los microbios

Concluido el edificio, las ruinas tardarán un tiempo «en acomodarse a la nueva situación. Con la muerte de los microorganismos, se paralizará su deterioro», explica el arquitecto.

El alcalde de Villaturiel solicitó hace dos meses una subvención, con cargo al 1,5 por ciento cultural, para acometer la segunda fase del proyecto, que asciende a 1,2 millones de euros. Esta cantidad permitirá restaurar las ruinas y su musealización, así como la exhibición de objetos aparecidos en las distintas campañas de excavaciones.

Tras «décadas de pelear», como resume el alcalde la larga batalla para salvar la iglesia martirial que aún sigue desconcertando a arqueólogos e historiadores, Valentín Martínez calcula que el próximo año o «como muy tarde» en 2021 el museo pueda abrir sus puertas al público.

La última excavación

La última excavación llevada a cabo en Marialba de la Ribera este verano ha permitido desmontar la tesis de que este enclave fue un palacio imperial antes que basílica paleocristiana. Sin embargo, los restos que salieron a la luz abren nuevos interrogantes. El misterio se mantiene, porque ¿qué pinta un complejo industrial romano a los pies del templo cristiano?

El leonés José Avelino Gutiérrez González, catedrático de Arqueología de la Universidad de Oviedo, lleva una década intentando desentrañar los secretos de un yacimiento donde las piezas no acaban de encajar. Las últimas excavaciones han desenterrado la «esquina» de una gran área industrial que podría superar los mil metros cuadrados.

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