Diario de León

ELENA SANTIAGO

«Mi memoria no cesa y mi tiempo tampoco»

La novelista y poeta Elena Santiago está trabajando en una novela, aunque se lamenta de que no puede ‘encerrarse’ a escribir como antes, cada día

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León

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A temprana edad, con tan sólo once años, seducida por la palabra y la imaginación, comenzó a escribir Elena Santiago, y eso fue definitivo hasta el día de hoy, pues en un mundo difícil, con calma o «contra viento y marea», nos ha ofrecido y sigue obsequiándonos magníficos cuentos, poemas y novelas. «Escribo y escribo. Mi memoria no cesa y mi tiempo tampoco. Sea periodismo o literatura (mi mente elige algunas variantes imaginadas) me acompaña en todo lo que es vida. El lenguaje. El ver más allá… Y el pensamiento y las sensaciones, a punto», porque la autora de Asomada al invierno –una de sus obras preferidas, y quizá una de las más redondas- es, además de poeta, novelista y cuentista.

Avalada por prestigiosos galardones literarios, entre ellos el Premio Rosa Chacel o el Miguel Delibes, en 2002 recibió el Premio Castilla y León de Las Letras. Sobre su obra se han hecho interesantes estudios y tesis doctorales, incluso fuera de España, lo que le confiere un valor añadido. «Ha habido más comunicaciones con el extranjero que en mi propio país. Hace pocos meses la profesora francesa Muriel Rajan, exquisita y muy inteligente, finalizó su tesis sobre mis libros a los que concedió tres años. Tesis de 900 páginas. (Con una aceptación por parte del jurado con los mejores reconocimientos). Esto, me emociona, me inquieta, me parece magnífico», explica la autora de No estás, un poemario que es puro amor.

Nacida en Veguellina, a orillas del Órbigo, y nombrada hija predilecta de esta localidad, Elena se reconoce en los paisajes de su infancia, que son en verdad la esencia de su memoria. «Reconozco los paisajes, dormida y despierta. Mis paisajes son Veguellina. El pueblo entero. Chopos, río, moras silvestres…Y vuelvo al amor pensando en tanto. Y me alcanza la añoranza tan grande del pasado. Todo ha ido siendo literatura. Lo real y lo fantástico. Dentro de una imaginación conmovida, una voluntad estética y próxima». De este modo, tan lírico, se expresa la autora de Sueños de mariposa negra, un bello cuento en el País Amarillo, un dulce canto a la amistad, cuyo inicio en la escritura (y también en el dibujo y la pintura) se debió a que quería engañar su soledad, mientras pasaba los inviernos en León, aunque, de forma profesional, tardaría años en darse a conocer, porque jamás pensó que pudiera publicar en una editorial, acaso porque era algo tímida, y creía que escribiría únicamente para ella misma. Sin embargo, el impulso necesario para seguir adelante fue el hecho de que dos de sus cuentos fueran premiados. Y, de esta manera, continuó presentado sus obras a concursos y ganando premios de cuento y novela, que naturalmente acabaron por editarse en libros. Así hasta llegar a publicar en las mejores editoriales. «Todo, cuando me fue llegando, me asustó un poco». Pero «aquello me regaló mucha vida inolvidable, a pesar de los tropezones encontrados». Reconoce que con las grandes editoriales fue difícil, porque «tenían sus elegidos». No obstante, recuerda con cariño a Esther Tusquets, quien siempre le ayudó y le admitió lo que le enviaba. «Acabó siendo una amiga y siempre bien dispuesta. Después, más despacio, fueron llegando otras editoriales», aclara la autora de Ventanas y palabras, cuya prosa poética está sostenida por sentimiento. «Precisa y desvaída, según ocasiones, encuentros o abandonos».

Elena Santiago, quien recuerda haber leído Crimen y Castigo y Los Hermanos Karamázov, de Dostoievski, cuando era una adolescente –lo que le causó una fuerte impresión- reconoce que sus maestros comenzaron siendo escritores clásicos y que la lectura, al menos en su caso, es algo imprescindible. «Mi madre, a pesar de muchas horas ocupadas, leía de forma muy continuada. Y aquello fue un incansable consejo de maravillas. Leer y escribir». Escribir un cuento –dice ella, que escribe con luz y color y pinta con palabras- requiere necesariamente un comienzo sugestivo sostenido desde la primera frase. «Será realidad o sombra, pero con las palabras justas y prometedoras. Y llegará a un final inspirado». Por su parte, un poema se debe escribir «desde una sensibilidad justa en palabras pero desbordada en belleza». A Elena le gusta escribir, en todo caso, sobre algo que de súbito —«después reflexiono»— le acerque la posibilidad de penetrar en un asombro, en una seducción. «Lo intenso y abierto a la emoción sosteniendo la vida y la muerte», porque sus temas son el hombre, la mujer, el niño… «Habito al escribir la melancolía, lo apasionado, el vacío, el bien y el mal, las ausencias…».

Ahora, Elena Santiago, aunque está trabajando en una novela, se lamenta de que no pude «encerrarse» a escribir como antes, cada día, y por tanto le resulta muy difícil. «Se pasan días sin poder continuar y se disuelve ligeramente o bastante el tono, la atmósfera, alguna idea, y algo de esa necesidad inevitable».

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