Diario de León

Obituario

«Yo, Morricone, he muerto»

El genial compositor, fallecido ayer a los 91 años, dejó su maestría como innovador con el espaguetti western pero también en grandes clásicos y otros filmes taquilleros

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P. Rodríguez / G. Sánchez
León

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Al final, los árboles del spaguetti western, casi un género acaparador de pantallas durante lustros, dejaron ver el bosque completo del genio. Lo que permitió compaginar al genial compositor de bandas sonoras que también abarcaban tanto el concepto de clásico duradero como taquillero. Es más, el adiós ayer de Ennio Morricone sirve para demostrar que dignificar géneros corresponde en su caso más a la maestría y a la genialidad. Se da la circunstancia de que Morricone, junto a John Williams, fue anunciado el pasado 5 de junio como premio Princesa de Asturias de las Artes 2020.

Pero hoy hay algo más, que le hace eterno: «Yo, Ennio Morricone, he muerto». Así empieza una carta escrita por el famoso compositor italiano para despedirse de sus familiares y amigos y en la que «renueva» su amor a su esposa, Maria.

Morricone, autor de algunas de las bandas sonoras más famosas de la historia del cine, falleció en la madrugada de ayer lunes en la clínica romana en la que permanecía ingresado por las complicaciones surgidas tras caerse días atrás y romperse el fémur.

Enseguida las puertas de la clínica Campus Bio Médico de la capital se llenaron de prensa y el abogado y amigo del compositor, Giorgio Assumma, salió para leer una curiosa carta de despedida de Morricone.

Olimpo creativo

En los últimos días, fantaseaba con quién se aliaría en el Paraíso, si con Beethoven o con Mozart

«Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto», empieza la misiva.

El oscarizado compositor explica que solo hay una razón para despedirse de este modo: «No quiero molestar».

Un recuerdo «particular» se lo dirige a Peppucio, el director Giuseppe Tornatore, para quien trabajó en todas sus películas, y a su esposa, Roberta Pacetti: «amigos fraternos muy presentes en estos últimos años de nuestra vida», sostiene.

También cita a algunos amigos y a sus hermanas, Adriana, Maria y Franca; a sus cuatro hijos, Marco, Alessandra, Andrea y Giovanni; y a sus nietos, Francesca, Valentina, Francesco y Luca.

Y en último pero especial lugar a su esposa, Maria Travia, con la que compartió su vida desde que se conocieran en 1950.

«A ella renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar. A ella es mi más doloroso adiós», termina.

Como legado deja cientos de bandas sonoras que le consagran para siempre como uno de los artistas más importantes e influyentes de la historia del cine y creador de una escuela de largo recorrido.

El maestro, nacido el 11 noviembre de 1928 en Roma, se inició estudiando trompeta, el instrumento que tocaba su padre y el que dotó a sus composiciones de esos míticos vientos del sur puestos al servicio de los mejores realizadores, de Bernardo Bertolucci a Pedro Almodóvar, pasando por Gioseppe Tornatore, Oliver Stone, Terrence Malick, Quentin Tarantino o Brian de Palma.En sus últimos días estuvo acompañado por su esposa, Maria, de la que pudo despedirse, y «conservó hasta el último instante una plena lucidez y gran dignidad», informó la familia en un comunicado.

El artista, autor de unas quinientas bandas sonoras, ha dispuesto que su funeral sea estrictamente privado para respetar «el sentimiento de humildad que siempre le inspiró» en vida.

Lúcido hasta el final, «fantaseaba con quién se aliaría en el Paraíso, si con Beethoven o con Mozart. Le gustaba mucho eso», confió el doctor a los medios como prueba de su fino humor.

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