Diario de León

Mucho más que la dulce Melania

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David Villafranca | Los Ángeles
León

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Ganó dos Oscar y dos Globos de Oro e interpretó personajes variados y complejos, pero Olivia de Havilland pasará a la historia como la dulce Melania de Lo que el viento se llevó y por la lucha abierta que mantuvo toda su vida con su hermana y también gran actriz, Joan Fontaine.

Combativa hasta el final —en 2018 inició un pleito contra la cadena televisiva FV por el retrato que hace de ella en la serie Feud — De Havilland poco tenía en común con la buena y pacífica Melania, que le dio la gloria eterna en el cine

Mujer de fuerte carácter, no muchos cinéfilos saben que Olivia de Havilland fue la responsable de un cambio radical en el Hollywood de los grandes estudios. En los años cuarenta se cansó de las abusivas condiciones laborales a las que estaban sometidos los actores y actrices en aquella época dorada de Hollywood y se enfrentó con el poderoso estudio Warner Bros.

De Havilland reclamó a Warner Bros. que le dieran acceso a otro tipo de personajes, pero el estudio respondió dejándola sin empleo y sueldo. Por miedo a más represalias judiciales, ninguna otra compañía se atrevió a ofrecerle trabajo y la actriz estuvo tres años sin aparecer en ningún filme hasta que venció en los tribunales.

Y eso que por aquella época, ya tenía títulos en su haber como La carga de la brigada ligera , Robin de los bosques o Lo que el viento se llevó. En declaraciones al diario británico The Independent en 2009, la actriz aseguró que se sintió «una estrella, pero también una esclava» de Hollywood. «Todos en Hollywood creían que perdería, pero yo estaba segura de ganar. Había leído la ley y sabía que lo que hacían los estudios estaba mal», afirmó. Tras recuperar su libertad artística, la actriz vivió sus años más inspirados. Ganó el Oscar a la mejor actriz protagonista por Vida íntima de Julia Norris (1946), fue nominada por Nido de víboras (1948) y volvió a lograr la estatuilla con La heredera (1949).

A partir de los años 50 comenzó a alejarse, progresivamente, del mundo del cine y se mudó a París, donde se casó con el periodista francés Pierre Galante, su segundo esposo tras el novelista norteamericano Marcus Goodrich. Aunque De Havilland y Galante se divorciaron en 1979, fueron muy amigos hasta la muerte de él, a causa de un cáncer, en 1998.

La actriz decidió seguir residiendo en Francia, país que le otorgó la Legión de Honor y donde fue, además, la primera mujer que presidió el jurado del Festival de Cannes en 1965.

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