Letras
Muere Jímenez Lozano, eremita de la palabra
Tocó todos los géneros en una poliédrica obra marcada por su talante católico
Como «un eremita de la literatura» definió el jurado del Premio Cervantes a José Jiménez Lozano cuando le concedió en 2002 el premio mayor de las letras hispanas. Casi dos décadas después, con 89 años y una vida cumplida y dividida entre la literatura y el periodismo, nos deja este proteico y poliédrico autor que transitó todos los géneros y que brilló en el periodismo como corresponsal, editorialista y director del El Norte de Castilla . Un infarto puso fin este lunes a sus días en Valladolid, la ciudad de acogida de este abulense nacido en Langa el 13 de mayo de 1930.
Estudió Derecho y Filosofía en Valladolid y Salamanca, pero se decantó pronto por las letras. Miguel Delibes, otro futuro Cervantes, apadrinó a Jiménez Lozano para el oficio que este ejerció desde 1962 en El Norte de Castilla . Católico de talante liberal, destacó en el diario como corresponsal en el Concilio Vaticano II y en una brillante generación con colegas como Francisco Umbral, Manuel Leguineche o José Luis Martín Descalzo. Nombrado subdirector en 1978, llegó a la dirección del rotativo en 1992, puesto en el que se jubiló en 1995.
Autor de una treintena de novelas, una quincena de ensayos, una docena libros de cuentos, nueve poemarios y siete diarios, era «un hombre de letras puro» y un «letraherido» que vivió «por y para las letras», según Víctor García de la Concha, exdirector de la RAE y del Instituto Cervantes. Estudioso de la rica tradición mística española en textos con títulos como San Juan de la Cruz. Poesía y Guía espiritual de Castilla , era un profundo conocedor del lenguaje y el paisaje de Castilla. El grueso de su obra, que no se plegó a modas o tendencias, se escribió en su refugio del pueblo vallisoletano de Alcazarén, donde reposarán su restos.
Escriba bíblico
De honda formación cristiana y humanista, asumió con gusto el oficio de «escriba bíblico». Quería «ver, escuchar y contar», para «recontar» las historias sagradas del libro de los libros que contienen el eterno drama del ser humano. Lo hizo en sus numerosas aproximaciones a la Biblia, como Sara de Ur , El viaje de Jonás , Libro de visitantes -sobre la ciudad de Belén bajo el gobierno de Herodes en la Palestina romana-, Parábolas y circunloquios de Rabí Isaac Ben Yehuda (1325-1402), o Retratos de mujeres antiguas , historias de una veintena de mujeres del Antiguo y Nuevo Testamento.
Firmó ensayos como Los cementerios civiles y la heterodoxia española , La ronquera de fray Luis y otras inquisiciones , Cartas de un cristiano impaciente , Un cristiano en rebeldía , Autoridad y libertad en la Iglesia y El ateísmo en España , Retratos y soledades , Los ojos del icono o Sobre judíos, moriscos y conversos .
Entre sus novelas están El grano de maíz rojo , Las señoras , Un hombre en la raya , Los lobeznos , El mudejarillo , Las gallinas del licenciado o Agua de noria , su incursión en la novela negra, género que, a su juicio, «cumple la misma función que la tragedia griega» y es, «quizá, la mejor fórmula para aproximarse y explicar muchas de las cuestiones que nos acucian y preocupan en nuestros días». Así lo dijo Jiménez Lozano al presentar esta intriga policíaca.
En El balneario recopiló sus relatos breves, sus versos en poemarios como Pájaros y Elegías menores o El precio , y sus mejores artículos en Ni venta, ni alquilaje . Entre sus últimos títulos están Los retales del tiempo , Retorno de un cruzado , donde reflexiona sobre los desastres que dejó la guerra civil, Siete parlamentos en voz baja y Se llamaba Carolina.
Corredor de fondo en todas las sendas literarias, empeñado en llamar a las cosas por su nombre, ultimaba Jiménez Lozano una nueva novela que quería publicar esta primavera. En 2018 había publicado Memorias de un escribidor , irónica y autobiográfica fábula sobre el mundo literario; y en 2019, La querencia de los búhos, su última colección de cuentos.