Diario de León

Vuelve Tambor

Noches de rock sobre las alpacas

La discotequera ruta del bacalao, aunque fuera al ajo arriero, tuvo que ser algo así. Quedan fuera La Mandrágora, Tropicana o el El Roble de Riaño, que tuvieron lo suyo. Pero esto es un disco a la leonesa. Tambor saca ‘Royal Sigors’. Nuevos grandes temas y una esquiva concepción del pop para todos.

Los componentes de Zumo en una de sus escasas apariciones en directo, en El Albéitar en el homenaje a Manuel Tejada. JUAN LUIS GARCÍA

Los componentes de Zumo en una de sus escasas apariciones en directo, en El Albéitar en el homenaje a Manuel Tejada. JUAN LUIS GARCÍA

León

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No se prodigan ni entre ellos. Pero no se han detenido estos años. Y, exprimiendo el tiempo hasta debajo de las piedras, todavía hay zumo. Vuelven ahora, Tambor, con Royal Sigors , una onírica regresión, a lo Vicente Muñoz al menos en títulos, que recorre las viejas salas de la provincia, esas discotecas de cubalibre en las que a ratos se colaba rock and roll del bueno junto a, desgraciadamente, sustancias menos saludables en unos años que ya en muchas zonas eran territorio de reconversión y desmantelamiento. Pero en Tambor no hay discurso político, sino transmitir sensaciones en un planteamiento pop que no rehúye de las máquinas ni de mensajes casi encriptados. Así, llegan a buenos temas. Ni son Los Planetas ni los Pet Shop Boys pero de aquí y de allá pillan. A todo esto, ellos hubieran quedado encantados si a lo largo de todo el artículo su nombre no hubiera ni aparecido. Pero no se puede tener todo en la vida, y lanzar un disco requiere un DNI musical. Tambor son Luis Miguel Díez y Heliodoro Villa. Y ya dentro del disco sería largo delimitar sus funciones, porque cada uno, desde su base de operaciones, hace de todo.

Como no se prodigan en directo, hablar de Pussicat , Aston o Mitos , por ejemplo, tres de sus canciones, requiere hasta de sus propias explicaciones. Así, Luis Miguel Díez entra al detalle de lo que son o por dónde se influye Tambor: «No nos resulta incómodo hablar sobre nuestras influencias, pero en este caso, al no ser intencionadas, no son fáciles de determinar. Aunque dices bien cuando supones que son muy variadas. Lo lógico es que de alguna manera reflejemos en nuestro trabajo parte de toda las música que hemos escuchado. Y sí, después de estos años, nos suelen decir que somos fácilmente reconocibles. Respecto al método de composición, este se basa precisamente en la falta de pautas concretas. A partir de una primera idea, a veces aparentemente insignificante, o de una improvisación, comenzamos un camino desconocido con todas las posibilidades abiertas para evolucionar con completa libertad, resulta apasionante no saber hacia donde te diriges. En unas ocasiones esa primera idea surge entre los dos, y en otras, son aportaciones individuales. Luego queda todo el trabajo de arreglos, colorear y vestir la canción hasta el resultado definitivo», explica.

Búsqueda creativa
«Comenzamos un camino desconocido, resulta apasionante no saber hacia donde te diriges»

Lo que sí queda de manifiesto es que este recorrido por discotecas leonesas ochenteras entra más en el divertimento que en el homenaje, aunque Heliodoro Villa se aproxime un tanto a la mirada atrás: «No tengo muy claro si echo algo en falta, los recuerdos siempre, siempre, se tiñen de sepia. Quizás aquellos locales construidos exclusivamente para el baile y la música en todas sus variantes y que condicionaban hasta las producciones de los discos. Ya sabes: un neón de color rosa se hacía cargo de las cosas», hasta rememora. Por su parte, Díez, en lo personal, si mira atrás alude a algunas sensaciones, aunque en ninguno de los dos casos parece ajustarse la intención de hacer ejercicios de nostalgia. Y si así fuera, que sean los justos. «No tengo muy claro si echo algo en falta. En concreto, disponer de tiempo. Siempre he pensado que la mejor época de la vida para tener un grupo es la adolescencia y la primera juventud, porque todos teníamos las mismas ilusiones, los mismos horarios, las mismas responsabilidades, o más bien la ausencia de ellas, y por eso resultaba tan fácil coordinar varias personas en torno a un mismo proyecto. Por lo demás, no echo de menos nada en especial», asegura; y eso que ambos formaron parte activa de las bandas que a mediados de los 80 y principios de los 90 más tuvieron que decir en ese León musical de entonces. Luis Miguel Díez, en Fundición Odessa, y Heliodoro Villa, en Visiones Ocultas, para más señas.

El directo se antoja difícil. Y no es por pereza: «No, en este caso no deberíamos hablar de pereza. Todo se limita a un aspecto práctico. Creemos que para hacer algo hay que procurar hacerlo bien, y en nuestra situación eso no es nada fácil. Al vivir en ciudades distintas y con unos horarios y calendario laboral endiablados, el tiempo del que disponemos es escaso», aseguran, confirmando que esa dichosa perfección les hace ser orfebres del pop y esquivos del directo.

La antigua discoteca Siro´s, título de una de las canciones. DL

 

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