Diario de León

CULTURA

«Nuestra infancia rural fue un remedo raro y maravilloso del paraíso»

Marifé Santiago presenta hoy en León su libro ‘El país de los pequeños placeres’

La poeta, narradora y ensayista Marifé Santiago Bolaños

La poeta, narradora y ensayista Marifé Santiago Bolaños

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E. GANCEDO | LEÓN
León

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«En aquel tiempo escuchábamos cualquier canción entonada por alguna de aquellas personas y nos seducía más que si fuera la mejor de las óperas. Después he venido reflexionando sobre el por qué y he llegado a la conclusión de que esa sencilla canción estaba llena de recuerdos, colmada por las biografías de las muchas personas que la habían cantado antes...». La voz de Marifé Santiago Bolaños se hace entrañable y lírica (y agradecida, y aún fascinada) cuando se refiere a las temporadas que pasaba de niña en el pueblo maragato de Boisán, unas vivencias que modelaron decisivamente su concepción del mundo y seguro que también de la literatura. Deudor de aquel encuentro con un tiempo que ya reúne todas las características del mito es su libro El país de los pequeños placeres (ediciones Eolas), que la escritora, profesora y ensayista madrileña con sólidas raíces maragatas presenta hoy en Kania (calle Monasterio), establecimiento leonés que ha dedicado a la mujer su programación del mes de marzo.

Una obra que nació cuando su sobrina Ana, entonces con cuatro años y hoy adolescente, comenzó a formularle cada vez más preguntas sobre la casa familiar, sobre árboles, piedras, viejas fotografías... «Las mismas cosas que le preguntaba a mi abuela cuando yo era niña», rememora Santiago Bolaños. Y en el fluir de ese diálogo, en esas respuestas y esas explicaciones, iba tejiendo la autora, «casi sin darme cuenta», los mimbres de un libro «de prosa poética, un libro diferente, de esos que no tienen fácil catalogación», obra que se adentra en el umbroso y sugestivo camino de la infancia, poblado por seres completamente míticos como aquella abuela contadora de historias. «Una memoria que pertenece más al mundo de los cuentos que al de la realidad o de lo cotidiano, podríamos decir que es un ejercicio literario elaborado sobre mi propia memoria», advirtió, y señaló que en ese viaje fue encontrando imágenes, valores, leyendas o labores «que eran como piedrecitas dejadas por aquella gente para que no nos perdiésemos, y con la perspectiva de muchos siglos de existencias, con muchas esperanzas cumplidas o frustradas. Y entonces, al hacer acopio de esas memorias, te das cuenta de que eres un mero eslabón en la cadena de la historia y en ese sentido puedes elegir entre romperla o continuarla», dijo la pensadora, poeta y narradora.

«Por ejemplo, veíamos y participábamos de la trilla, y la considerábamos algo extraordinario. Eran vivencias que te proporcionaban como un depósito de felicidad de la que echabas mano cuando regresabas a Madrid» expresa Marifé Santiago, para quien, entonces, «todo lo muy pequeño tenía grandeza porque estaba construido a base de manos y de necesidad. Aquellas personas nos entregaban sus cosas como un auténtico regalo, creándose unos lazos muy particulares. Yo siempre digo que en Boisán nos sentíamos ‘libres de todo crecimiento’, un lugar en el que ‘ser pequeño siempre’».

«Remedo del paraíso»

La autora de El país de los pequeños placeres llama esas vivencias e ilusiones «un remedo extraño y maravilloso del paraíso» y ahora, cuando ya no hay faenas agrarias y la gente del ayer ya no está, y todo se compone «de memoria y fotografias», «tenemos que explicar un mundo que no existe y que ya es pura mitología». A este respecto, se duele de que en este y en otros pequeños pueblos quede «cada vez menos gente que nos pueda hablar de aquel mundo, que nos hagan ver o sentir que hay mucha grandeza en lo aparentemente pequeño, que debajo de todo logro hay un ser humano, y le debemos respeto y agradecimiento. Es como si debajo de cada una de esas personas hubiera muchas otras, por eso cuando se van parece que se apagasen un montón de estrellas».

Ahora su sobrina Ana lee el libro «y se emociona, se recuerda a sí misma, es para ella un motivo de reflexión y un aliciente para ser respetuosa y para aprender de otras palabras».

Lugar: Kania (calle Monasterio).

Hora: 20.00.

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