Diario de León

Cartas desde palestina

Pablo Azcárate, el leonés que quiso salvar Jerusalén

Cartas desde Palestina. Cinco cartas privadas de Pablo Azcárate a su familia en las primeras semanas como enviado de la ONU en Palestina en 1948 revelan cómo vivió este leonés universal los días previos a la proclamación del Estado de Israel, de la que se cumplen hoy 74 años.

Pablo Azcárate durante su etapa de embajador de España en Londres. DL

Pablo Azcárate durante su etapa de embajador de España en Londres. DL

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Diario de León ha tenido acceso a esta correspondencia, que formaba parte del archivo personal de Patricio de Azcárate, Pío , uno de sus hijos. «La ciudad está ya dividida en distritos árabes y judíos completamente aislados, cada uno con su policía, etc», contaba a su familia en la primera carta.

Pablo Azcárate llegó a Jerusalén a finales de febrero de 1948. El día 6 de marzo escribe la primera carta. Un par de folios mecanografiados que en varias copias envió a la familia exiliada y dividida entonces entre Colombia y París: «Queridos chicos: por fin encuentro un rato para contaros algo de mi viaje y primeras impresiones...», comienza la misiva.

Tras describir el vuelo desde Ginebra a Jerusalén, con impresionantes vistas de los Alpes y de la isla de Corfú, Azcárate detalla las férreas medidas de seguridad de la legación inglesa: «Nos metieron en un camión blindado y llevábamos delante y detrás dos camiones blindados con torretas y ametralladoras».

Cartas de Pablo de Azcárate cedidas por Félix Vidal. DL

Cartas de Pablo de Azcárate cedidas por Félix Vidal. DL

«Estamos en una casa arreglada para nosotros en la zona archi-segura de Jerusalén», escribe a continuación para tranquilizar a la familia: «Estoy más seguro aquí que he estado ni estaré nunca: guardias, centinelas, vigilancia controles...». «La impresión general es de tranquilidad, nada comparable al ambiente que había, por ejemplo en Madrid, en las primeras semanas de la guerra», añadía. Poco se imaginaba que en el mes de mayo sería testigo del asesinato en un atentado del embajador americano, Thomas Wattson a quien acompañaba Azcárate por la calle. O que en septiembre también sería abatido el mediador de la ONU, conde Bernardot.

La impresión de tranquilidad va cambiando a medida que pisa el terreno y conoce la situación. Pablo Azcárate (Madrid 1890-Ginebra 1971), sobrino de Gumersindo de Azcárate y nieto de Patricio de Azcárate, familia leonesa de gran tradición liberal y ligada a la Institución Libre de Enseñanza, es uno de los leoneses más universales.

Cartas de Pablo de Azcárate cedidas por Félix Vidal. DL

Cartas de Pablo de Azcárate cedidas por Félix Vidal. DL

Llegó a Jerusalén con la misión de conocer la situación in situ e informar a ‘Lake Success’, como se refiere coloquialmente a Naciones Unidas en sus escritos. La decisión del Reino Unido de abandonar el mandato que ostentaba desde 1922 en los territorios hizo que la ONU pusiera en marcha la Comisión de Palestina de la que Azcárate fue nombrado secretario. Fue uno de los pocos miembros de dicha comisión que pisó el terreno. Su pronóstico de la situación fue pesimista desde el principio. O, simplemente, realista.

«Por lamentable que sea, la verdad es que esto no tiene arreglo pacífico. (...) la cosa la acabarán arreglando judíos y palestinos ellos mismos a tiros. La partición es ya un hecho, todo en Palestina y en Jerusalén está ya partido», apunta en otra carta fechada el 21 de marzo. Jerusalén estaba partido «dos distritos, árabe y judío enteramente aislados y no solo sin comunicación entre ellos sino en verdadero estado de guerra; todas las noches hay tiroteo más o menos intenso entre unos y otros, (...) Esta misma tarde han armado una ensalada de tiros y ametralladoras en unos barrios no lejos de aquí (...) No veo la manera de pararlo», lamenta.

La misión es de «gran responsabilidad», reitera en la correspondencia familiar, pero no augura buena solución. «Lo único práctico que puede hacerse en mi opinión es tratar de salvar Jerusalén de la tormenta y ver si se puede conseguir una especie de acuerdo para respetar Jerusalén y mantenerlo como una especie de zona neutra con una administración internacional». No fue posible.

Una ciudad neutra

«Lo único práctico es tratar de salvar Jerusalén con una administración internacional»

Pablo Azcárate encuentra similitudes con la guerra de España no sólo en el aspecto de los soldados de la Haganah, que le recuerdan a los milicianos republicanos, sino también en la comprensión del conflicto desde el exterior. «Esa es una de las cosas en que esto me recuerda a España durante la guerra: el contraste entre la atmósfera en España, en Madrid, en Valencia, en Barcelona y lo que uno encontraba en Londres o en Ginebra».

«Hay muchas cosas que me recuerdan a España durante la guerra», comentaba en otra carta de 19 de marzo, aunque el corresponsal del Daily Express «me decía que en algo sí, pero que no puede compararse con el entusiasmo y la alegría que había en España, con lo de aquí».

Pablo de Azcárate con sanitarios en Jerusalén. DL

Pablo de Azcárate con sanitarios en Jerusalén. DL

La familia fue conocedora de primera mano y en tiempo casi real, solo con la diferencia de la semana o diez días que tardaban en llegar las cartas, de lo que Pablo Azcárate veía y vivía en Jerusalén. Las cartas abarcan un periodo de cinco semanas, desde el 6 de marzo al 11 de abril de 1948. Pendiente del Consejo de Seguridad de la ONU apunta: «A menos que esa iniciativa tenga detrás un acuerdo con los Estados árabes de hacer lo necesario para parar aquí la lucha y con Inglaterra para seguir en Palestina otros seis meses o un año, no entiendo qué esperan del nuevo plan».

En la carta del 4 de abril, advierte que «el gran problema es saber cómo pueden arreglarse las cosas en Palestina para que puedan vivir juntos los árabes y los judíos». No sólo se trata de «incompatibilidad de temperamento y carácter», apostilla. «Hay un problema económico y social, basta ver los barrios judío y árabe de Jersusalén o mirar las postales de Tel-Aviv y los pueblos árabes en el resto de Palestina para darse cuenta de este aspecto del problema».

Azcárate lamenta que en « Lake Success no llegan a hacerse cargo de que el problema no es ya de arreglos administrativos más o menos complicados, sino de ver si hay todavía una manera decente de evitar una verdadera guerra para la que árabes y judíos se están preparando sin el menor recato ni disimulo».

Tras cuatro años como funcionario internacional de Naciones Unida dedicado a los asuntos de Palestina, Azcárate se jubiló en 1952. De todo lo ocurrido en su misión en Palestina escribiría en su retiro de Ginebra, ciudad en la que vivió hasta su muerte en 1971 con algunos viajes a España. Misión en Palestina. Nacimiento del Estado de Israel fue publicado en España en 1968 y reeditado por Cuadernos del Laberinto en su colección La Valija Diplomática.

Además de secretario principal adjunto de la Comisión de Palestina, el leonés, fue comisario municipal interino de Jerusalén, una especie de alcalde, representante del mediador para Egipto y la Liga Árabe y secretario principal tanto de la Comisión Consular de Tregua como de la Comisión de Conciliación de Palestina.

La correspondencia desvela su carácter sereno y mesurado no exento de sentido del humor, aparte de una buena pluma que logra dibujar con sus detalles el ambiente que se respiraba y el aspecto de la Jerusalén de 1948, aunque se queja del «encierro» casi con tintes de «campo de concentración» en que vive en Jerusalén con la excusa de la seguridad.

De los ingleses señala en la carta de 19 de marzo que «tienen un poco de tendencia a exagerar la hostilidad árabe», mientras en la de 11 de abril critica en las cartas su pasividad ante los enfrentamientos como cuando los árabes atacaron un hospital judío y tardaron horas en enviar refuerzos.

Azcárate comparte con la familia su vida cotidiana y anécdotas como cuando fue transportado en un camión blindado a almuerzo oficial con el cónsul de Bélgica porque a los ingleses se les olvidó enviarle un auto. «El cónsul, que es un tipo divertido, se moría de risa y me decía que la próxima vez le avisara para hacerme film subiendo al camión». «Hay que tomárselo a broma», apostilla tras referirse como «gansos» a los ingleses. El Alto Comisario, en cambio, «para ir a dar un paseo al parque me manda un fantástico Daimler con chauffer y lacayo y su banderola delante con lo que pasamos por todos los controles no solo sin parar sino haciéndonos todos unos saludos que no sé cómo contestar».

Un coronel noruego de la delegación de la ONU insiste en enseñarle un juego de cartas «muy gracioso» llamado ‘Casino’ para entretenerse después de cenar. «Y lo malo es que con el pretexto del ‘Casino’ me hace tomar un whisky casi todas las noches», aunque en otra carta asegura: «Estad tranquilos por el whisky que no hay ningún peligro de que me aficione».

El encuentro con Keefe, su mayordomo en la Embajada de España en Londres, al poco de llegar es otra de las anécdotas que comparte con la familia. Ahora es un comandante del ejército inglés. «Ha hecho toda la campaña de África y no sé la de condecoraciones que tiene».

Pablo Azcárate revela a la familia en una de las cartas su intención de casarse (había enviudado de su primera esposa y madre de sus cuatro hijos, Amelia Diz Flórez). «Estoy queriendo arreglar cuanto antes mi matrimonio. (...) Frida (yo creo que tendremos que acostumbrarnos a llamarla por su nombre) —había sido la institutriz— ya se encuentra en Londres. Pero tampoco tengo noticia de ella. Lo sé por la gente del instituto. Parece la conspiración del silencio». La falta de noticias de la familia le tiene muy preocupado en las primeras semanas. «Cada mañana me llevo verdadero disgusto que me deja estropeado para todo el día».

Otra cosa que le molestaba era no poder acceder al interior de la ciudad vieja, dominada en aquel entonces por los árabes, que tenían una población de 20.000 habitantes, y donde los 2.000 judíos estaban totalmente aislados. Un panorama bien distinto al actual. La ciudad en la que se encuentran los lugares sagrados de tres grandes religiones le fascinó. Creía que el conflicto nada tenía que ver con la custodia de estos santos lugares, «aunque hace setenta años ese fuera, precisamente, el origen de la guerra de Crimea».

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