Diario de León

Pinturas que están para comérselas

El artista asturiano José Pérez Collar muestra sus sorprendentes bodegones en la galería de arte Bernesga.

El pintor asturiano José Pérez Collar, junto a una de sus obras expuestas en Bernesga. CUEVAS

El pintor asturiano José Pérez Collar, junto a una de sus obras expuestas en Bernesga. CUEVAS

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marcelino cuevas | león

La galería de arte Bernesga se ha convertido estos días en una gran frutería gourmet. Uvas, ciruelas, membrillos, manzanas… Todo un escaparate de deliciosas frutas rodeadas de viejas vasijas de barro ahumadas por el fuego. Unos bodegones impagables del enorme pintor asturiano José Pérez Collar. Llegan un poco tarde estos frutos que tuvieron su momento en el otoño y el invierno, pero que recibimos gozosamente en este prólogo de la primavera que aún no cuenta con el estallido de color de las flores.

Sus racimos de uvas recién vendimiadas nos invitan a degustarlas. Y sus ciruelas, sus membrillos, son citas sugerentes que abren el apetito. José Collar es un pintor asturiano que ama la naturaleza y que se expresa a través de espectaculares bodegones que la retratan a la perfección. Pero vayamos al principio: José Collar pinta y dibuja desde que tiene memoria, como casi todos los que se dedican a esta faceta de las bellas artes, pero fue ya de mayor cuando supo que esta afición le llevaría a hacer de ella una auténtica profesión.

En un momento de su vida sus dotes de dibujante fueron apreciadas por una empresa asturiana que se dedicaba a realizar los grandes y coloridos cartelones que desde las fachadas de las sala de cine anunciaban las películas. Y así, trasladando a lienzos enormes las duras caras de los héroes del oeste y pintando con delicadeza la sutil belleza de las grandes actrices que inmortalizara el celuloide, fue como se acabó por adentrarse en el mundo del arte.

Diez años hace que José Pérez Collar no visitaba León con sus cuadros y durante este tiempo sus obras han ganado en realismo, en color. Asegura el pintor que es autodidacta. «Me costó mucho aprender el oficio —explica—, solamente conté con el trabajo para perfeccionar mis pocas o muchas aptitudes para esto». Y la maestría llegó de una manera muy notable. Los lienzos de Collar rozan la perfección técnica y poseen una envidiable calidad de dibujo. Sus colores rozan el virtuosismo y dan a las figuras que pueblan sus bodegones una apariencia completamente natural. Pero hay algo que distingue especialmente a este singular artista asturiano: sus cuadros, a pesar de poder encuadrarse en ese movimiento llamado hiperrealismo, al que algunos aman con pasión y otros aborrecen por antiguo, son de una factura tremendamente moderna.

De esta manera, los membrillos adquieren proporciones gigantescas hasta adueñarse del espacio en un torrente de dorados amarillos. Las cestas de uvas, con las hojas de las vides aún en los racimos, atesoran toda la belleza de los colores otoñales. Es un modo, por tanto, diferente y enormemente positivo de entender las naturalezas muertas, de interpretar los bodegones.

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