Diario de León

Pinturas al fresco de la montaña

Riaño pone horario fijo a la iglesia de La Puerta, que se trasladó piedra a piedra con motivo del embalse y que atesora joyas del arte gótico popular muy raras en España

Vista de la impresionante bóveda de la iglesia de La Puerta, donde múltiples dragones enfrentan sus mandíbulas.

Vista de la impresionante bóveda de la iglesia de La Puerta, donde múltiples dragones enfrentan sus mandíbulas.

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emilio gancedo | león
León

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Hace 600 años, uno o varios artistas de nombre desconocido se encargaron de decorar la iglesia del pueblo de La Puerta, en el valle de Riaño, aguzando la imaginación e intentando transmitir a los vecinos, en su mayor parte analfabetos, y por tanto de forma rápida e instintiva, la perfidia del demonio, la bondad de los santos o la maravillosa construcción del universo.

Aquellas pinturas sortearon las múltiples acechanzas del tiempo —la última, la demolición de todas las poblaciones del valle con motivo de la creación del pantano en 1987, pues la iglesia fue trasladada piedra a piedra al Nuevo Riaño—, y hoy siguen sorprendiendo al público estas muestras de arte gótico popular extremadamente raras en España. De hecho, las facilidades para contemplarlas durante este verano son mayores, ya que, gracias a un acuerdo entre el párroco y el ayuntamiento de la villa montañesa, se pueden visitar hasta el 31 de agosto de 10.00 a 11.00 y de 20.00 a 21.00 horas, de martes a domingo.

El interés lo pone en un primer momento la propia iglesia, de un recoleto románico rural: «Según datos aportados por Alejandro Valderas —explica Antonio González Matorra, presidente de la asociación cultural Montaña de Vadinia—, en el siglo XIII consta en los archivos de la Catedral de León como San Pedro de La Porta; el nombre actual de Nuestra Señora del Rosario procede de la capellanía existente ya en 1575». Lo curioso es que las pinturas góticas, posteriores a la construcción del edificio, se descubrieron al comenzar a desmontar el templo, al estar tapadas con cal. Así las describe González Matorra: «Para representar al mal, al diablo, se pintaron dragones con cabeza perruna y grandes ojos, orejas puntiagudas, alargadas mandíbulas y cola de serpiente; dragones que además simulan las aristas de una bóveda de crucería, propia del arte gótico». En el ángulo superior, donde confluyen los dragones, hay dos símbolos en el interior de un círculo. «El primero es una estrella de seis puntas que sujetan la bóveda celeste en el segundo círculo, mientras que en el segundo tramo de la bóveda se dibujó un sol que ilumina todo el universo», continúa.

Y es que, a pesar de haberse pintado en el siglo XIV, el pintor plasmó en la pared símbolos precristianos que se habrían ido transmitiendo de generación en generación, formando parte del sustrato cultural de la comarca. Y así, por ejemplo, la estrella de ocho puntas, símbolo de plenitud y regeneración, o las cabezas cortadas («los antiguos vadinienses cortaban la cabeza a sus enemigos y las enterraban en los lugares sagrados», recuerda González). Entre los motivos cristianos están los de la pared del fondo: «Con elementos tan curiosos como San Antón con porracha o cayado, protector de los ganados, la cruz, la lanza del centurión romano que atravesó el costado de Cristo, la escalera de subirle a la cruz, los látigos de la flagelación y las tenazas de quitarle los clavos», enumera.

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