Diario de León

Obituario

Pionero del sonido en el León de los 80 y 90

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Adiós a Aramburu. No sé si en televisión, como tú cantabas, pero al menos aquí te sacan en Diario de León. Aunque lo tuyo nunca fue de andar desarmao sino cargado de lo entrañable y el cariño, la sabiduría musical callejera y en donde el alarde técnico requería de todas las destrezas, porque se trabajaba más con lo que había que con lo que se pedía. Buru, Burín, José María, Aramburu... Un buen tipo que se las sabía todas, arriba y abajo del escenario. Como la sensibilidad va por barrios y sin prospecto, ahí tienen a este músico y técnico que por pintas podría pasar por el cuarto mandragoriano de los Krahe, Sabina y Pérez. Bohemio, crápula... Pues no. Detrás de la barba revolucionaria había mucho del artista y la melancolía. La depresión del que crea y cree en ello.

Dejaba Buru la mesa de sonido del Gran Café , una casa a la que quiso y que le quiere, y se subía a las tablas y descorchaba Macarra de ceñido pantalón y Yolanda y las presentaba con el mejor de los poderíos musicales para que la jam del Granca se sumergiera en otros estilos. Mientras algunos nirvaneaban llegaba Buru con canciones de cercanía. Una pasada por La Céltica o los bares del Húmedo con Mario Álvarez en este caso al otro lado de la barra, se convertían en conversaciones musicales y vitales. Eternas como la noche. Hasta que un día dijo: basta. Y fueron, van, pasando los años como una banda sonora de Aute de aviso a navegantes y se plantó en sus 60 tacos. Tiempos de redes sociales y pandemia que ni le pegaban ni se merecía. Pero que le servían para manifestar su descontento social y su reivindicación de vivir.

La cultura musical leonesa, dada al olvido, está de luto y llega como casi siempre un poco tarde, aunque habrá que quedarse con que llega. Y con que nadie pasa del rollo de vivir. Aunque llegue este sarcoma fulminante que en un mes se llevó a Aramburu. No supo que se iba a morir, y mejor. Una buena persona curtida en la paciencia de sonorizar a una generación de músicos leoneses que descubrían en directo que se podía sonar bien. Todo era tan nuevo... Y como me dijo una vez: «Alguien se tendrá que poner en la mesa de sonido».

Hoy, sus hermanos, María Isabel, Francisco Javier, María del Carmen y Enrique, y Juan José, fallecido hace años están absolutamente tristes. Pero pueden saber que bullen recuerdos de un par de generaciones leonesas que querían a Aramburu, esto es, José María Marcilla Suárez, uno de los primeros que creyó que León podía sonar a León.

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