Diario de León

«La pobreza es un estado moral que nos humaniza»

El escritor José Luis Puerto en el Archivo Histórico. RAMIRO

El escritor José Luis Puerto en el Archivo Histórico. RAMIRO

León

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Con una actividad poética infatigable, José Luis Puerto acaba de presentar Topografía de la herida, una obra sobre la memoria con la que traza la melodía de las pérdidas.

—¿La felicidad es la antesala de la herida?

—Venimos al mundo todos con una herida metafísica, que, de un modo u otro, está presente en los relatos míticos y legendarios de todas las civilizaciones y culturas: hemos sido arrojados de un edén o paraíso, debido a alguna falta o exceso que hemos cometido, y estamos arrojados a la perspectiva del tiempo, que tiene siempre como horizonte la muerte. Y la conciencia de tal herida la llevamos todos, cada uno la interioriza a su manera. La felicidad entonces —si es que tal término puede utilizarse— pertenecería a esa perspectiva paradisíaca de la que hemos sido despojados.

—¿Cómo gestionamos la memoria para que el dolor no sea tan intenso?

—La memoria es siempre selectiva y, en no pocos casos, debido a ello, es también un mecanismo consolador de que dispone el ser humano, a través del cual se otorga a sí mismo sentido, así como también a todo lo que vive y a todo lo que conoce y siente.

Somos seres de conciencia. Y, con ella, surge la memoria. En la medida en que nos consuela y nos da sentido, alivia el dolor del existir.

—¿Cuál es la línea argumental de este nuevo poemario?

Topografía de la herida es un poemario escrito entre finales del siglo XX e inicios del XXI, del que hasta el momento había editado solamente ocho poemas en una antología –uno de ellos muy emblemático, el titulado Cucharilla ”, que curiosamente ha sido traducido a varios idiomas–, que apareciera en 2006. Ahora se publica completo, a instancias de Héctor Escobar, un editor leonés tan activo como arriesgado y que, posiblemente, es hoy el más emblemático de nuestra comunidad. Un libro de poemas no suele tener línea argumental. En este, a partir de hilos, tanto anímicos como verbales, como la memoria, la experiencia vivida, los seres próximos, los lugares vinculantes y territorios del origen, así como determinadas obras artísticas y musicales, ciudades, objetos cotidianos, una naturaleza sentida y presentida, elementos del cosmos, o también escritores queridos…, trazo una cartografía, una topografía (personal y universal a un tiempo), en la que el existir manifiesta ese doble componente de la ‘gracia’ (lo pleno conseguido) y de la ‘herida’(la melodía de las pérdidas) que en mi experiencia vital y también en mi escritura corren al par. Y, para ello, se combinan la elegía y el canto, la meditación y la intensidad emotiva, con el fin de revelar e iluminar el entramado que nos constituye.

Memoria y sentido

«La memoria es un mecanismo consolador a través del que el hombre se otorga sentido»

—¿El tiempo lo dulcifica todo?

—El tiempo es como venda o gasa que apacigua el dolor de esa herida que siempre llevamos abierta en la conciencia y en el corazón. De ahí que sea un elemento apaciguador, claro, al tiempo que una perspectiva que nos sitúa siempre en el horizonte de las pérdidas.

—¿Qué es según tu punto de vista la memoria?

—La memoria es un privilegio del ser humano como especie. Somos seres de la memoria. Y esa larga memoria del existir de nuestra especie sobre la faz de la tierra, desde el origen hasta hoy mismo, la plasman, del modo más conseguido, la literatura y el arte. San Agustín, en ‘Las confesiones’, dedica a la memoria uno de los textos más antiguos de la cultura occidental. Sin memoria no habríamos podido acceder a la condición de humanos y solo existiríamos en el estadio de la animalidad. La memoria es uno de los componentes civilizadores más poderosos del ser humano. De ahí que cualquier sociedad que reniegue de la suya o se niegue a revisarla se está negando a avanzar en esa vía civilizadora, tan necesaria para ser, de verdad, una sociedad humana.

—¿Puede ser interesada incluso para nosotros mismos?

—En la medida en que es selectiva —solo nos quedamos con aquello que nos favorece o que nos conviene—, la memoria es interesada. De ahí que haya de ser revisada de continuo, sobre todo cuando los vencedores —en cualesquiera de los terrenos de la vida o de la historia— tratan de imponer la suya como verdad única.

El 'ser' poeta

«La poesía, en mi caso, es un don que me acompaña desde la niñez, como el entusiasmo y la fascinación»

—¿Cómo se gesta el recuerdo hasta que se convierte en memoria de un pueblo?

—Cada pueblo vive sus propias experiencias, comunitarias o colectivas, en todos los diversos territorios del existir, y, a partir de tales experiencias y de tales vivencias, elabora una cultura propia. Y esa cultura es la decantación, a lo largo del tiempo, de lo que es un pueblo. Aquí, en este terreno, es de un gran interés el concepto de ‘intrahistoria’ propugnado por Miguel de Unamuno y que luego, a su manera, ha ido desarrollando la historiografía francesa contemporánea de la escuela de los ‘Anales’.

—Después de tantos años, ¿cuál es tu relación con la poesía?

—La poesía, en mi caso, es un don —y, como todo don, algo gratuito, algo recibido como una gracia— que me acompaña desde la niñez. Va siempre vinculada en mí con elementos como el entusiasmo y la fascinación. Porque el existir, el cosmos, la vida… están imantados de continuo por lo poético. Ya que este elemento no es patrimonio de minorías ni de aristocracias, está diluido en todo y forma parte del alma humana, que, en ocasiones, lo capta y lo percibe. Descubro a menudo lo poético en las gentes más humildes, que es donde suele habitar la verdad más hermosa del mundo.

—Tu voz poética es absolutamente nueva. ¿Cómo la defines tú?

—No hay poetas adánicos, pues todos formamos parte de una larga tradición, que se manifiesta en múltiples afluentes. Y, aún más, da igual quién verbalice lo poético. Lo importante es que resuena de continuo en los seres humanos, de modos muy inesperados y a través de múltiples variaciones: la palabra cantada, rezada, invocada o escrita; la contemplación; el silencio; la escucha; el deslumbramiento que, en ocasiones, experimentamos ante determinados hechos que se nos manifiestan…; son tantos los modos de manifestarse la poesía…, por ello es muy difícil definirla, se nos escapa como un pez, al que pretendemos atrapar, son conseguirlo nunca.

—¿Cuál crees que es la principal herida de la memoria de España?

—Hoy, creemos, que la principal herida que sigue sangrando en nuestro país es que, como sociedad, nos negamos a aceptar y asumir, a incorporar a nuestro ser social y comunitario, la memoria de los derrotados. Es algo que nos viene recomendando desde hace años un organismo como la ONU, pero que no acabamos de realizar; como ha realizado, por ejemplo, Alemania, desde hace tiempo. Asumir la perspectiva de los derrotados nos ayudaría a cerrar no pocas heridas, abiertas aún entre nosotros.

—Sabemos quiénes somos o más bien nuestra memoria se basa en la búsqueda de la identidad?

—La identidad es siempre frágil y cambiante. No se solidifica de una vez para siempre. Existimos en el tiempo y cambiamos. Por otra parte, las identidades que conduce a los callejones sin salida de los particularismos, son peligrosas, por excluyentes.

Hemos de tener en cuenta que el ser humano, como especie, funciona por universales y arquetipos, que se reiteran en todas las culturas y civilizaciones. Identificarlos y analizarlos es una de las vías más eficaces para conocer quiénes somos.

Memoria infantil

«Uno de los más hermosos es el rezo de las oraciones, noche tras noche, con mi abuelo»

—¿Cuál es tu primer recuerdo poético?

—Uno de los más hermosos es el rezo de las oraciones, noche tras noche, con mi abuelo Pablo, con quien dormía de niño. Mi abuelo me rezaba historias maravillosas y fascinantes. Después he sabido que eran romances viejos de tipo religioso, que están en nuestra cultura al menos desde el siglo XVI y que se han ido transmitiendo por tradición oral hasta hoy mismo. Mi madre, en este sentido, tiene el mismo mérito, era otra transmisora, otra sabia; de sus labios escuché muy hermosas historias poéticas.

—¿Cuánto dura la huella de la pobreza?

—La huella de la pobreza, en quienes la hemos vivido, es permanente. Es un estado moral que nos humaniza. Y nunca se borra. Pues, al tiempo que nos humaniza, actúa como luz para conocer mejor el mundo y para no distraernos y perdernos en busca de los valores falsos (riqueza, estatus, prestigio de cualquier tipo…).

La pobreza también se da la mano con valores como la sobriedad, el no abusar de todos los recursos de que disponemos (los materiales y los inmateriales), la sostenibilidad, la fraternidad, la solidaridad, la tolerancia, la dignidad –en definitiva–…, que, si creyéramos en ellos y los practicáramos, transformarían la faz de esta sociedad tan deshumanizada en la que vivimos.

—¿Existe la etnografía poética?

—Lo poético habita permanentemente entre las gentes más humildes, entre el pueblo –si podemos utilizar este término, tan prestigioso para los románticos y tan denostado entre nosotros– y es fruto de esa fascinación continua ante la existencia, de ese asombro con que contemplan los niños el mundo. Sí, claro, cómo no va a haber una etnografía poética…; muchas de las manifestaciones de la cultura campesina están imantadas por lo poético.

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