Diario de León

PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO

Por las calles de los antepasados

Mario Alaguero, un leonés experto en la reconstrucción virtual de edificios históricos, está inmerso en la tarea de recrear, con el mayor detalle posible, el castro montañés de la Peña, en La Ercina, cuya tercera campaña arqueológica acaba de culminar. El proyecto servirá para divulgar este importante yacimiento

Los expertos han hallado restos de edificaciones de tamaño variado, pero siempre techadas con materiales vegetales.

Los expertos han hallado restos de edificaciones de tamaño variado, pero siempre techadas con materiales vegetales.

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E. GANCEDO | LEÓN
León

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Lo que hasta hace unos meses era un buen montón de folios que recogía las conclusiones de la última campaña arqueológica desarrollada en uno de los yacimientos más completos y sorprendentes de León —el de la Peña del Castro, en La Ercina—, se ha convertido ahora en imagen nítida y veraz. Las callejas, las viviendas, las murallas de esta fortificación que pereció hace dos mil años bajo el fuego (¿de los atacantes romanos o de sus mismos pobladores ante la visión del inminente final?, es una duda aún no resuelta por los expertos) se alzan de nuevo gracias a la tecnología 3D.

Se trata de un proyecto inscrito en el amplio programa divulgativo y social asociado a este castro, un plan que cada año, y van tres, ha venido incluyendo conferencias, talleres y filandones en la localidad montañesa, recreaciones históricas y la apertura de las labores en el propio yacimiento a la colaboración de cualquier interesado; eso sí, bajo la supervisión de los especialistas. Y un elemento que se suma a ese esfuerzo por hacer partícipe a la población de toda esta serie de estudios y hallazgos —inédito en León hasta la fecha— es la citada recreación virtual del castro, un trabajo aún en curso encabezado por un leonés, Mario Alaguero, profesor en la Universidad de Burgos y miembro de su departamento de Reconstrucción Virtual del Patrimonio, equipo multidisciplinar dedicado a ‘resucitar’ edificios y entornos perdidos.

«La idea es que estas imágenes formen parte de diferentes elementos divulgativos sobre la Peña del Castro (vídeos, visitas virtuales, reconstrucciones...) que de momento están en fase de proyecto», recordó Víctor Bejega, uno de los arqueólogos del equipo técnico encargado de excavar esta fortaleza —auténtico nido de águilas aupado a 1.300 metros de altura—, el único castro de la Montaña Oriental excavado hasta la fecha.

Alaguero, por su parte, incidía en lo «puntero» y casi «revolucionario» de las tecnologías que actualmente emplea para dar vida a estas calles prerromanas. «Estamos haciendo uso de la llamada realidad aumentada, además de la realidad virtual, todo con el objetivo de lograr un grado muy alto de detalle, un acabado muy fotográfico», comentó. «En este proyecto no hemos inventado nada, nos hemos ceñido al informe por completo; a las fotografías, alzados y dibujos que nos pasó el equipo de arqueólogos con la intención de ofrecer un producto muy visual, cuyo contenido pueda ser entendido por todo el mundo», prosiguió un leonés inmerso en la exploración de las «inmensas potencialidades» de estas herramientas tecnológicas aplicadas a la investigación y la didáctica históricas. «Habrá que esperar a terminar el proyecto y a ver qué quiere hacer el Ayuntamiento de La Ercina con él exactamente, pero hay que recordar que va a ser muy útil y atractivo; por ejemplo, va a incluir un videojuego que permitirá al usuario adentrarse en la vida de una familia del castro, y también queremos darlo a conocer en congresos, esto es, que tenga una repercusión académica», reflexionó.

La muralla, con la puerta de acceso al interior del castro. Cada elemento de la recreación se apoya en los materiales arqueológicos recuperados

El pasado domingo finalizaba, con la recreación del asedio a la Peña, la tercera y última campaña arqueológica de La Ercina, la más corta de todas por un sustancial recorte en el presupuesto —en las anteriores rondaba los 60.000 euros— y aún con todo «muy fructífera», a decir de Bejega. Eso sí, es pronto para hablar del alcance de la misma. «Hemos terminado el trabajo de campo pero tenemos que empezar a procesar todos los materiales recuperados y la información obtenida para poder clarificar los nuevos hallazgos, que son un poco más complejos y requieren más trabajo de laboratorio», consideró. Y con respecto a si habrá una cuarta campaña, este arqueólogo lacianiego adelantó que su equipo está «trabajando en varias líneas para conseguir una financiación estable que sostenga el proyecto... aunque todavía tendremos que esperar para saber si se podrá afrontar más acciones y, en caso afirmativo, las características que tendrán, como la duración, el equipo o el tipo de intervención».

La última campaña, de dos semanas de duración, ha confirmado por ejemplo una ocupación romana ya documentada el año pasado y un asentamiento datado en el siglo VIII a.C. Más en detalle, los descubrimientos de años anteriores incluían un tramo de muralla y una puerta de acceso, así como una calle y varias edificaciones. Y todos esos rincones están reviviendo en la recreación de Mario Alaguero y su equipo. «Entre los hallazgos más importantes habría que resaltar, por un lado, los vinculados al urbanismo, con casas ovales y rectangulares construidas con un zócalo de piedra, paredes de entramado vegetal y barro y cubierta vegetal... pero también una gran construcción de carácter comunal donde los habitantes del castro realizarían reuniones y diferentes actos rituales y simbólicos», explicaba en su día Víctor Bejega.

Vista del castro con la cabaña comunal, rectangular, entre las viviendas, redondeadas

Esa cabaña comunal fue elevada en piedra roja para diferenciarla tanto de la muralla, levantada en caliza blanca, como de las casas erigidas con barro, remarcando aún más su carácter excepcional. «Durante la excavación de 2014 pudimos documentar en uno de los límites del yacimiento, al otro lado de la calle, lo que parece otra gran construcción utilizando arenisca amarilla, de nuevo jugando con los colores como mecanismo de diferenciación», aportana entonces otro de los arqueólogos, Fernando, Muñoz, quien también hacía ver que la piedra roja la traían de una cantera ubicada a unos 800 metros de distancia y la amarilla, a otra situada a kilómetro y medio.

En cuanto a su día a día, el equipo de expertos había logrado documentar, gracias a los muchos restos extraídos, algunos aspectos de la vida cotidiana en el castro. «Su economía se basaba en la agricultura y la ganadería, ésta principalmente de ovejas, cabras y vacas, aunque también aparecen huesos de animales de caza y de caballos, algo que resulta muy poco frecuente, para este período, en Galicia y Asturias», enumeraba Bejega, contando también la presencia de utensilios como molinos de mano y arados y, en cuanto a las armas, nada de espadas pero sí lanzas, de las que encontraron una punta y varias conteras (la parte opuesta), además de cuchillos cortos que irían colgados de tahalís. Todo eso acabó devorado por el fuego... y ahora reaparece.

 

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