Diario de León

Patrimonio

La República salvó 24 monumentos leoneses

LA PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO cambió con la II República. Antes de 1931 únicamente siete edificios leoneses tenían título de ‘Monumento Nacional’. Azaña declaró otros 24.

León

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Entre 1931 y 1939 la conservación del Patrimonio dio un vuelco sin precedentes. Antes de esa fecha, en León solo había siete edificios históricos con la categoría de Monumento Nacional: la Catedral de León —que fue la pionera de España—, el convento de San Marcos, el monasterio de San Miguel de Escalada, la colegiata de San Isidoro, el castillo de Ponferrada y los monasterios de Gradefes y Santa María de Carracedo. Durante la II República, España pasó de 370 monumentos a 897; y León, de siete a 31.

En 2021 se cumplirán 90 años de la declaración de 24 monumentos leoneses por el Gobierno de Manuel Azaña. En la práctica, suponía evitar la piqueta, que en 1911 se había llevado por delante los cubos de la muralla a lo largo de la calle Carreras, y castillos como el de Astorga, derribado en 1872.

Monumento perdido

La ermita de Villaquejida, Monumento Nacional en 1931, ya no existe pero sigue figurando como BIC

Los 24 elegidos fueron: la catedral de Astorga, las murallas de León, el Palacio del Conde Luna, la villa romana de Navatejera, Las Médulas, el Castro Ventosa, la iglesia de Peñalba de Santiago, el monasterio de San Pedro de Montes y el de Santo Tomás de las Ollas, las iglesias de Santo Tirso, San Lorenzo y La Peregrina y el monasterio de San Benito en Sahagún, el monasterio de San Pedro de las Dueñas, el de Sandoval, la colegiata de Santa María de Arbas, las iglesias de San Esteban y San Miguel en Corullón, el monasterio de Eslonza, el palacio y el castillo de Grajal, el castillo de Valencia de Don Juan y la ermita de Santa Colomba en Villaquejida, desaparecida hace décadas, pero que a día de hoy sigue figurando en el catálogo de Bienes de Interés Cultural de la Junta de Castilla y León. Un pedazo del mosaico romano que formaba parte del pavimento de esta iglesia se conserva actualmente en el Museo Arqueológico Nacional.

Torre sur de la Catedral de Astorga. A.R.

Una figura clave en la política de preservación del patrimonio en esos años fue la del historiador ‘leonés’ Ricardo Orueta, nombrado director general de Patrimonio.

El tutor de Lorca

Orueta, que ejerció de tutor de Lorca, Dalí y Buñuel en la Residencia de Estudiantes, fue también un personaje crucial para concienciar a toda una generación de la necesidad de proteger el arte español. En los tres años y medio que estuvo al frente de Bellas Artes llevó a cabo una frenética labor en defensa del Patrimonio.

Su Ley del Tesoro Artístico, de 1933, frenó las ansias coleccionistas de multimillonarios, sobre todo norteamericanos, a expensas de expoliar las riquezas españolas. Un texto legal tan impecable que se mantuvo en vigor 52 años, hasta la ‘ley Solana’. Orueta falleció dos meses antes de la Guerra Civil.

Otra figura imprescindible fue el historiador Manuel Gómez-Moreno, miembro de la Junta del Tesoro Artístico. Gómez-Moreno, que bautizó el Panteón Real de San Isidoro como ‘la Capilla Sixtina del románico’, tuvo una gran vinculación con León, provincia por la que se sintió profundamente atraído. Le interesaron no solo los principales monumentos de la capital leonesa, sino también Marialba de la Ribera —que le desconcierta y no sabe si se trata o no de una iglesia paleocristiana—, también investiga sobre la Legio VII, las cuevas de Villamoros o la villa romana de Navatejera. Tras publicar en 1925 el Catálogo monumental de León, Gómez-Moreno siguió viajando por León, a sitios como el monasterio de San Miguel de Escalada. Palat del Rey sobrevivió gracias a Gómez-Moreno, que fue quien bautizó como mozárabe el arte mestizo resultante de la fusión entre el mundo visigodo y el califal.

También Orueta había acuñado un nombre para ensalzar el estilo arquitectónico de San Isidoro, que denominó ‘Renacimiento Fernandino’, en alusión al monarca que erigió la colegiata.

Orueta consiguió dar visibilidad al arte medieval leonés. De hecho, llevó el cáliz de Doña Urraca —el Grial— a la Exposición Universal de Barcelona de 1929, comisariada por Gómez-Moreno. Además, fue uno de los primeros historiadores en tomar conciencia de la importancia de las fotografías. Su ingente colección es una auténtica joya, con estampas increíbles de cómo eran algunos monumentos y, sobre todo, de los estragos que provocó la rapiña y la desidia en muchos de ellos. En una de sus instantáneas aparece tirada en la hierba la lápida sepulcral de los Ansúrez, una joya que hoy está en el Museo Arqueológico Nacional gracias a que Orueta la localizó en Harvard, donde la había llevado en 1929 el medievalista Arthur Kingsley Porter.

La proclamación de la II República en 1931 trajo una nueva Constitución. En ella se consagró (artículo 45), por primera vez en una carta magna, «la protección del Estado de la riqueza artística e histórica de la Nación, sea quien fuere su propietario».

La Catedral de León es el primer edificio del país declarado Monumento Nacional en 1884, en una época en la que no existía siquiera un inventario del patrimonio histórico. Por contra, Francia ya había publicado en 1840 una primera lista con 1.082 monumentos. Un catálogo que recogía exclusivamente monumentos anteriores al siglo XVI. En 1911 el inventario francés incluía ya más de 4.000 edificios y 14.000 objetos. Italia, el país con mayor número de monumentos del mundo —alrededor de 100.000—, empezó a ‘tutelarlos’ en el siglo XV; mientras que en España no será hasta tres siglos después, y solo en lo concerniente a bienes de la Corona y la Iglesia.

Actualmente, León cuenta con 239 BIC (Bien de Interés Cultural). Paradójicamente, esta provincia encabeza la Lista Roja de Hispania Nostra, con 43 edificios históricos en estado de ruina. Las leyes no han evitado la destrucción de buena parte del patrimonio provincial, así como el expolio —especialmente en la primera mitad del siglo pasado—.

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