Diario de León

Reverte recrea la batalla del Ebro para molestar al que usa la Guerra Civil como arma

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«La guerra la perdimos todos». Lo repitió como un mantra Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) al presentar ayer su nueva novela Línea de fuego (Alfaguara), su coral e imaginaria reconstrucción de la sangrienta batalla del Ebro. Con sus casi 700 páginas, el escritor y académico quiere «devolver la parte humana al discurso de la guerra». Un relato «simplificado hasta decir que todo es blanco y negro», y que utilizan hoy de forma maniquea e interesada «unos políticos sin argumentos intelectuales que han reabierto la herida que cerraron quienes hicieron la guerra».

«En el frente no había ideología», repite también el autor, que narra desde el frente aquel horror. Cuenta Pérez-Reverte de manera cinematográfica diez días de la inmisericorde batalla del Ebro, la más cruenta de la contienda, que se inició la noche del 24 de julio de 1938 y segó 20.000 vidas. «Quiero que el lector esté allí, que sienta y que huela. Que resbale sobre los casquillos empapados en sangre y el barro; que perciba el siseo de las balas y el fragor de las explosiones. La sed, el calor y el miedo», describe. «Quiero pasearle por el frente como el reportero que fui», agrega el excorresponsal de guerra que cubrió siete conflictos civiles y que imagina ahora un recodo en el río desde donde la XI Brigada Mixta del ejército republicano debe afianzar una cabeza de puente en la también ficticia localidad de Castellets del Segre.

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