Diario de León

Tesoros leoneses

El rubí de Belcebú que salió de León y ahora corona Gran Bretaña

Que León fue esquilmado es algo que nadie discute. Conocido es el testimonio del abad Viñayo cuando narraba cómo las carretas se llevaron los tesoros de San Isidoro a Madrid. Aún hoy siguen apareciendo piezas en todo el mundo...

Imagen de la corona imperial británica con el rubí balaj. DL

Imagen de la corona imperial británica con el rubí balaj. DL

León

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Cuenta Alejandro Valderas que la Catedral de León atesoraba en un relicario, desde su fundación, un gran rubí Balaj procedente de Baluchistán cuya advocación se asignaba a San Froilán. De origen desconocido, las fuentes medievales aseguraban que había sido una donación de Fernando III de León mientras que otras cuentan que se le cayó a Belcebú de su corona y fue recogida por los hombres. El caso es que la Catedral la perdió en algún momento del siglo XIV.

Este rubí ha dado pie a numerosas historias. Una de ellas se refiere a la guerra que enfrentó a Juan I de Castilla con su tocayo, Juan de Gante, hijo del rey Eduardo III de Inglaterra, a la muerte de Pedro I ‘el Cruel’. El príncipe inglés había contraído matrimonio con una de las hijas del rey de Castilla, Constanza, y esta reclamó el trono. Comenzó una guerra que se saldó con la derrota de los ingleses que, en el armisticio, recibieron como compensación el rubí balaj de la Catedral de León a cambio de que Constanza renunciara a todos sus derechos al trono de Castilla en su única hija, Catalina, que se casaría con el heredero de Juan de Trastámara, el futuro Enrique III. Con el tiempo, este rubí acabaría en la corona imperial británica.

Como curre con todas las leyendas, esta tiene parte de verdad y otra imaginada, pero lo que es cierto es que el patrimonio de León ha sido objeto de la rapiña durante siglos y aún a día de hoy hay museos que encuentran piezas perdidas de la provincia entre sus fondos. Es el caso de un cinturón visigótico del museo de la Aquitania, en Burdeos. Valderas defiende que este broche, que aparecen en la imagen de la derecha, pudo haber formado parte del tesoro de Lancia que desenterró Elías Gago Rabanal, padre de la arqueología leonesa y autor del primer libro conocido sobre el yacimiento prerromano. Fue precisamente Gago Rabanal quien donó al Museo de León el primer fondo de Lancia. «Al morir, gran parte de su colección fue parte de la herencia de sus hermanas, que posteriormente lo donaron a la Diputación. Sin embargo, hubo piezas que se perdieron, entre ellas estos broches de cinturones visigóticos», explica Valderas, que revela que hace dos años aparecieron —más de un siglo después— en Francia. «No podemos aventurar lo que ocurrió, pero se trata de dos piezas importantísimas», destaca el historiador.

Lo mismo ocurre en la Hispanic Society de Nueva York. El centro artístico americano había contratado a un monje de Silos para catalogar toda la colección de arte español y comenzó con el tesoro de Palencia. El sacerdote descubrió que en él estaban las piezas de San Martín de Torres. Alejandro Valderas explica que en 2002 Delibes de Castro estudió tres piezas de orfebrería prerromana procedentes de San Martín de Torres descubiertas en 1916: una fíbula anular hispánica y dos pasadores. «Las tres piezas se han expuesto en diversas ocasiones y se han conservado juntas como herencia familiar, pero nada hace pensar que fuesen las únicas piezas que componían el hallazgo», subraya. Considera que es muy probable que el tesorillo de San Martín, se compusiera de unas cuantas piezas como es habitual en este tipo de atesoramientos, en los que una amplia colección se escondía en varios alijos cercanos, para evitar su entrega a los romanos. Esto, a su vez explica que las piezas vayan descubriéndose en diversas épocas, bien en hallazgos casuales o producto de expolios organizados. Como ejemplo de ello los tesorillos de Palencia y de Arrabalde, se numeraron según fueron apareciendo nuevos lotes. El historiador relata que por las informaciones recabadas en la localidad, y por los datos recogidos en la bibliografía arqueológica leonesa, no hay duda de que en San Martín han aparecido en diversas épocas, lotes de este mismo tesorillo, vendidos a joyeros y coleccionistas salvo tres piezas depositadas en el Museo de León.

«El mismo Delibes obtuvo el nombre de otro vecino de la zona que parece adquirió más piezas de ese hallazgo. El Padre César Morán Bardón en un trabajo de la década de 1920, parece referirse a más piezas de las que hoy conocemos. José María Luengo, llegó a fotografiar en aquéllos años en la joyería ponferradina de Cesáreo Gómez, otra fíbula anular hispánica con un enorme parecido a la de San Martín y a la de Nueva York.

La reciente catalogación de muchos museos y colecciones, y el interés por documentar su procedencia comercial, está deparando muchas sorpresas agradables sobre el rico patrimonio artístico leonés. La catalogación hecha por Del Álamo de la colección de joyería prerromana de la Meseta conservada en la Hispanic Society de Nueva York, para su exhibición en Sevilla en 2009, indica que el llamado Tesoro de Palencia I, contiene al menos tres piezas ‘de matute’ que cree son de la misma cultura y época, pero que no necesariamente procedentes de Palencia. «Tres piezas que no aparecieron con el conjunto palentino descubierto entre 1905 y 1911, ya que no constan en los documentos del momento, y que estilísticamente difieren en sus marcas», dice. Alejandro Valderas considera que estas piezas pudieron agregarse al lote de Palencia I, cuando llegaron a Nueva York donde ya se documentan en 1930, junto con otras joyas de la misma cultura adquiridas en París a los anticuarios Feuardent, que comercializaron por ejemplo parte de la famosa colección Vives.

«Estas tres piezas de Nueva York, son muy similares a las conservadas de San Martín: una fíbula anular hispánica y dos pasadores. Esta curiosa asociación de tres piezas, ya se ha identificado en otros tesorillos de la zona, por lo que habría que pensar si no se trataba de un tipo de aderezo formado por esas tres joyas», defiende.

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