Diario de León

César Gavela / ESCRITOR

«Siempre estoy rodeado de cuentos, me buscan y yo trato de atenderles»

«La ficción es una forma de hacer poesía», dice este narrador berciano afincado en Valencia, ganador de premios como el Torrente Ballester, el José María Pereda o el Vargas Llosa y que ahora da a luz ‘Braganza’, 38 relatos preñados de memoria, de lluvia y de insólitos encuentros

El narrador César Gavela

El narrador César Gavela

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E. GANCEDO | LEÓN
León

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Lavadores de cadáveres, mujeres con el destino escrito en la mirada, desvanes y secretos, comercios de gris escaparate, la vida como laberinto, mapamundis tan exhaustivos como imaginarios, gobernadores civiles, vizcondesas, las nieblas del Noroeste... y muchos muertos locuaces. Son los pobladores de Braganza, el nuevo libro de relatos del escritor y columnista de este periódico César Gavela (Ponferrada, 1953), obra que presentará este miércoles a las 20.00 horas en la galería Ármaga y que abre la nueva colección Caldera del Dagda de la editorial leonesa Eolas junto a La sombra del Toisón, de Pedro Víctor Fernández, y Educando a Tarzán, de Francisco Flecha.

—¿Qué representa para usted, exactamente, la ficción, el lenguaje del relato? ¿Quizá un modo de contar lo que no se puede contar?

—La literatura abre la puerta a lo más íntimo y secreto del ser humano. Lo que solo la propia literatura puede abordar. Para mí la ficción es una forma de hacer poesía. Por eso considero al relato como el corazón de la narrativa. Porque es, con el teatro, el género más cercano a la poesía. La mayor felicidad que conozco, como lector y como escritor, está vinculada al cuento. Es el género más antiguo de todos y el más joven también.

—El universo de la muerte está muy presente en este ‘Braganza’, a veces de manera más descarnada, otras más lírica. ¿Por qué esa presencia (¿diríamos que obsesiva?)?

—Este libro lo escribí al mismo tiempo que otro. Uno me salió más centrado en la muerte, y el otro, que saldrá el año que viene, centrado en el amor. Son los dos grandes temas de la existencia humana. Hay un tercero, que es el poder. Y, por cierto, sobre el poder versa mi próxima novela, que saldrá este mes de noviembre. Trato de ser fiel a mí mismo siempre. Y el amor y la muerte son una presencia constante en mi vida, desde muy joven.

—La melancolía y la memoria son otros ingredientes fundamentales de esta serie de relatos. ¿Son, todos ellos, creaciones más o menos recientes, o algunos fueron escritos hace ya años? ¿Ve éste como un libro de esos que llaman ‘de madurez literaria’?

—La literatura que a mí me gusta viene de la memoria, personal o colectiva, y sobre esa memoria actúa la imaginación. Luego todo eso se convierte en lenguaje. Estos relatos se escribieron a lo largo de varios años. Siempre estoy rodeado de cuentos; me vienen a buscar y yo trato de atenderles. Este libro es mi quinta colección de cuentos, lo que me produce una gran alegría. ¿Madurez? Uno siempre está aprendiendo, uno siempre es un entusiasta y dubitativo perpetrador de historias.

—De todos los títulos posibles, elegió el de ‘Braganza’. ¿Por qué, aunque ya sólo la sonoridad de esta entrañable ciudad, tan cercana a lo leonés, es suficiente razón?

—Quiero a Braganza, como quiero a Portugal y muy especialmente a su región de Tras-Os-Montes, tan cercana, como dices, a lo leonés. A fin de cuentas, Braganza leonesa fue. Desde mi primer viaje a Braganza, ya en 1987, esta ciudad siempre me ha fascinado. Por ser remota, por ser bella, por ser humilde, por ser diferente. Aunque últimamente se ha homologado mucho, en todo. Para bien, sin duda. Pero ya no es aquella Braganza de hace casi treinta años, que aún tenía aspectos decimonónicos. El cuento más largo del libro se llama Braganza, sucede en Braganza y me gustó elegirlo para titular así todo el conjunto. Y es curioso que estemos hablando ahora para esta entrevista, tú desde León y yo desde Braganza, donde he venido a pasar dos días, antes de ir al Bierzo. Quería tomarle el pulso a la ciudad, ahora que el libro sale.

—¿Qué nos puede contar de los microrrelatos? Me ha impactado precisamente uno: «El mundo de cada día lo inventan los muertos. Lo dirigen».

—Soy veterano en los microrrelatos. Mi libro Cuentos de amor y del norte, de 2005, era casi íntegramente de cuentos muy breves, pocos llegaban a las dos páginas. También sucede lo mismo en El camino y otros pasos, que se publicó en 2012. Se trata de un género que me gusta mucho, sobre todo en clave lírica. A veces, también humorística o erótica. Es un decir que se aproxima mucho a la poesía. Me seduce explorar esa frontera entre la poesía y la narrativa.

—Ambienta la mayor parte de las narraciones en ese Noroeste tan cercano y lejano a un tiempo. ¿Es lo que nos queda? ¿Ser un territorio del mito, aunque haya llegado el AVE?

—Ser un territorio del mito es hermoso. Pero yo creo que León, y el Noroeste en su conjunto, es muchísimo más. Por fortuna. En nuestra provincia viven casi medio millón de personas y la gran mayoría lo hacen muy dignamente. Disfrutan de una naturaleza privilegiada, de infraestructuras impensables hace décadas, de un arraigo familiar y social de primer orden y de una oferta cultural rica y accesible. El nivel de vida de los leoneses, además, es superior al que sería sin la solidaridad del resto de España. Yo no tengo una visión pesimista sobre el Noroeste. Eso sí, es imprescindible un mayor impulso económico que cree riqueza y puestos de trabajo.

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