Diario de León

CULTURA

«Sin darse cuenta, uno se va quedando sin palabras y sin recuerdos»

El Instituto Leonés de Cultura acoge hoy la presentación de cuarenta años de poesía de Luis Miguel Rabanal

Luis Miguel Rabanal

Luis Miguel Rabanal

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CRISTINA FANJUL | LEÓN
León

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Antonio Gamoneda y Tomás Sánchez Santiago presentan hoy en el Instituto Leonés de Cultura Este cuento se ha acabado, la recopilación de la obra poética de Luis Miguel Rabanal. Renacimiento se hace cargo de cuarenta años de producción literaria de uno de los autores leoneses más desconocidos. Dice el premio Cervantes que el poeta puede volver al sufrimiento, pero siempre que lo convierta — ya sí mismo— en sílabas transparentes. Y es que, a pesar de todo, el carrusel no se detiene.

—¿Se acaban alguna vez los cuentos?

—Los cuentos no sé si se terminan o terminan los cuentos con nosotros. Fíjese en los de nuestro muy amado presidente Mariano Rajoy y los cuentos que siguen esgrimiendo sus amigos. No obstante el título del libro se acoge a distintas acepciones de la frase, una de las cuales, la que me interesaba a mí en 2012, que fue cuando dio comienzo el dulce tormento preparatorio, es el punto y final de un ciclo, pero hay otras, acepciones y épocas, o eso espero. Casi sin darse cuenta uno se va quedando sin palabras, sin recuerdos también.

—¿Qué se siente al reunir toda la obra poética? Sientes que tienes poco que ver con los versos  de juventud?

—Pues diré que sentí una inmensa alegría, y una inmensa congoja, a la hora de enfrentarme y ponerme a trabajar con un material tan numeroso y diverso. Ahora bien, una vez empezado, todo vino, más o menos, por añadidura tres años más tarde. Por supuesto que hay poemarios y poemas a los que aún sigo teniéndoles cierto apego y cariño y a otros, incluso doliéndome, ya no. Pero pretendía, ante un posible lector interesado, recoger la totalidad de los libros y cuadernos publicados, sin excepciones, sin excluir poemas, sin mutilar lo más mínimo el conjunto.

—¿Le da la impresión de que hay más de una voz en el libro? ¿Se reconoce, después de los años en todos los poemas?

—Supongo que habrá otras voces, como ha habido otros poetas escribiendo los poemas de esos libros a lo largo de estos 37 años. Es decir, varios hombres, y algún que otro muchacho medio adolescente, varias personas que se me parecían atravesando vicisitudes felices y no tan felices con las cuales sentarse ante un folio o un cuaderno o ante la fría pantalla del ordenador un día. Claro que recuerdo los poemas y su escritura, como recuerdo la conformación definitiva de los libros y me reconozco en su temblor, y en su reproche. Pero de reproches ya hablaremos en otro momento.

—¿Cómo comenzó esta aventura? 

—Antonio Gamoneda tuvo la ocurrencia. Me sugirió en algunos e-mails que reuniese mi poesía y en 2012, finalmente, le tomé la palabra y me preparé para lo que iba a venir a continuación. Lo que sucedió en los meses siguientes, en los años siguientes, toda una maravillosa «odisea» que no podré olvidar jamás por su intensidad, como tampoco podré olvidar jamás la laboriosa perseverancia de Alberto R. Torices, y, cómo no, las dudas que me asaltaban, nos asaltaban, aquí y allá.

—¿Cómo fue el trabajo con Alberto R. Torices y Rafael Saravia?

—Alberto fue la primera persona a quien le comenté la posibilidad del proyecto surgido después de los correos cruzados con Antonio. No en vano, él, Alberto, en el epílogo a Casicuentos para acariciar a un niño que bosteza (Leteo, 2010) ya apuntaba la necesidad, no de esa poesía reunida, no, sino de la obra completa, ahí es nada. Luego vino Rafael Saravia, llegó el Club Leteo, y enseguida se encargó de movilizar nuestro engendro y darle el aire suficiente. Y sin olvidar el trabajo en nuestra casa, más callado pero no menos laborioso, de María Jesús.

—¿Ha recreado algún poema?

—He introducido cambios, en mayor o menor medida, en todos y cada uno de los libros recopilados. No le veía ningún sentido a la preparación de una poesía reunida con la copia exacta, erratas también incluidas, de aquellas ediciones originales. No obstante, los cambios en ocasiones ni siquiera son notorios. Pecata minuta.

—¿Para qué le sirve escribir?

—La poesía, en ocasiones, no sirve para mucho más que para caldearnos un poquitín el corazón. Parafraseando a Montale, he escrito siempre como un pobre diablo, no como un profesional de las letras. Siempre convenientemente apartado, casi siempre al margen. Lo que venga a partir de ahora, pues ya lo iremos viendo.

—¿Para qué la vida?

—Escribir es una manera de vivir, decía Flaubert. Yo no llego a tanto, ni siquiera llego a saber para qué sirve, me sirve, hoy por hoy, la vida. Aunque bien pensado, todo lo anteriormente escrito tampoco es que signifique gran cosa. ¿Vivir? Mera anécdota de los usurpadores.

—¿Se identificas con las palabras que Gamoneda le dedica en el libro?

—Las palabras que conforman el texto de Gamoneda no creo que hayan sido colocadas al frente del libro azul y gordo para que yo me identifique o me deje de identificar con ellas. Él, pienso yo, pretendió avanzar una pequeña indagación, con cierta rechifla final incluida, y el resultado se encuentra entre las páginas 9 y 12 del volumen, ambas inclusive.

—¿La gran literatura llega del frío?

—Bien pudiera ser que el frío conserve convenientemente ciertas actitudes mejor que ningún otro elemento, pero estoy seguro de que en Badajoz, y en Almería, por poner al tuntún dos ejemplos, también se escribe una excelente literatura. Lo que sí parece ya una verdad bastante consolidada es que la tierra de León genera una muy rica variedad de productos. También esa tierra nuestra es tierra de magníficos poetas, coño, qué casualidad.

Lugar: Instituto Leonés de Cultura.

Hora: 20.00.

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