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La sonrisa de Lorca ilumina su tragedia

Ilu Ros revive el magnetismo del poeta universal en una biografía ilustrada

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La corta vida de Federico García Lorca nos dejó un puñado de fotos y algunos minutos de filmaciones que reflejan su alegría de vivir y su empático magnetismo. Ha escudriñado esas fotos y películas Ilu Ros (Mula, Murcia, 36 años), joven ilustradora que aceptó el desafío de dibujar la biografía del universal poeta granadino partiendo de su asesinato.

El resultado es Federico (Lumen), un portentoso libro en el que la sonrisa de Lorca ilumina su tragedia y con el que Ros quiere trasmitir «la simpatía» con la que Lorca sedujo a sus coetáneos sin restar un ápice de dolor por su doloroso final.

De Lorca se decía que llenaba una habitación de luz con su presencia y eso es lo que ha querido recrear Ros, que tras documentarse a fondo descubrió en las cartas del poeta a su familia al Lorca «más cercano y entrañable». Lo revive en un viaje gráfico «entre el amor y la pena» que parte del drama de su asesinato, celebra la luminosidad de su apogeo como poeta y dramaturgo, y regresa al silencio de la muerte.

Vértigo y miedo

Asesinado con 36 años por la sinrazón franquista, Ros asumió el «reto» de contar su vida en viñetas, aunque reconoce que la daba «vértigo y mucho miedo». «Es un personaje tan grande y le tengo tal admiración que me imponía un enorme respeto», confiesa la autora. Ha buscado al Lorca «más alegre y personal» para dibujar su vida con pasión y el trazo libre de sus acuarelas, ora grises, ora coloristas, «jugando con las metáforas de su obra».

Su Federico, que pervive como un símbolo universal, es «luminoso y brillante». A pesar de que no haya registro de su voz, gracias a unas pocas imágenes en movimiento y a numerosas fotos, Ros evoca en un documento «muy vivo» su seductor carácter a través de su poderosa obra poética, su genialidad como dramaturgo y conferenciante y sus cartas y entrevistas.

Maneja una exhaustiva bibliografía que recoge tanto los testimonios de quienes tuvieron la fortuna conocerlo como de quienes han dedicado su vida a estudiarlo. «Me dejé llevar por las palabras de quienes le conocieron y las del mismo Federico», explica Ros. Emerge así en su libro un Lorca en el que resuenan «la alegría y la esencia de España» en la efervescente Edad de Plata de nuestra cultura, pero también «la tristeza, la pena, la guerra y la vergüenza de un pueblo que nunca podrá perdonarse la muerte del poeta que mejor lo representaba».

Están así todos los Federicos: el del duende y la jondura, el del romancero popular, el vanguardista y el de las tragedias por los que sangra todo pueblo. Ros los fusiona a todos para mostrarnos «la magnética personalidad de Lorca, cómo empatizaba con el dolor de los gitanos, con el de los negros en Nueva York, con el de los marginados y con el de las mujeres en una poesía y un teatro y que es y será un referente para generaciones pasadas, presentes y futuras». «Federico no nos habla más que de lo que somos. De nuestras entrañas y el alma que entra y sale por los sentidos cuando respiramos, sudamos, nos reímos o lloramos», escribe Ros. «Me llenó de rabia saber que la noche que mataron a Federico no había luna, tan presente en su obra. Así que me he permitido dibujársela».

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