Diario de León

ANTONIO GAMONEDA ■ POETA

«Soy feminista por la fuerza de los hechos»

Es un rebelde a punto de cumplir 87 años ■ Su afán por reescribir y corregir hasta el infinito retrasará un año más la publicación de la segunda parte de sus memorias ■ Afirma que el fisco es enemigo de la literatura, que tenemos una falsa democracia y anima a combatir el recorte de libertades haciendo, precisamente, lo que nos prohíben

El poeta leonés Antonio Gamoneda en el despacho de su casa, rodeado por miles de libros, donde trabaja desde hace años en la segunda parte de sus memorias. RAMIRO

El poeta leonés Antonio Gamoneda en el despacho de su casa, rodeado por miles de libros, donde trabaja desde hace años en la segunda parte de sus memorias. RAMIRO

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verónica viñas | león

—¿De qué le ha salvado la poesía?

—Iba a decir que de nada, pero no sería muy justo, porque la poesía tiene una especie de poder de liberación, transitoria, pero liberación. Una preocupación, una situación depresiva o un día malo la poesía puede, de alguna manera, convertirlo en un objeto estético formado por palabras. Esa experiencia es liberadora.

—¿Le incomodan etiquetas como poeta existencial o materialista?

—Las etiquetas son incómodas siempre, pero no las retengo ni hago caso. Pienso que si a la gente le gusta etiquetar, pues que etiquete.

—En su poesía abundan los colores, los olores y los sonidos. ¿Definiría su lenguaje como sinestésico?

—Buena parte de mi lenguaje se origina en datos de la sensibilidad corporal y física. Me parece que es bastante normal que así suceda. Acepto esa posible definición, bien entendiendo que procede y se genera a partir de la sensibilidad que tienen las palabras.

—¿Los poetas tienen fecha de caducidad como los yogures?

—Seguro. Con esas mismas palabras lo decía el gran Claudio Rodríguez. Tengo la sospecha, que no me proporciona demasiada alegría, de que ese calendario anda rondándome ya, si no me ha rondado definitivamente.

—¿La vejez es claridad sin descanso?

—Sí, creo que sí. Todas las cosas dejan de ser confusas y tienen una claridad que ya no puede cesar.

—¿Ha hecho algún descubrimiento poético en los últimos años?

—Quizá el de esa misma claridad, que, al fin y al cabo, es una perspectiva existencial; una manera de estar y contemplar la vida y cómo la poesía, si no tiene una relación directa con la vida, no es poesía.

—¿Teorizar sobre la poesía es un ejercicio inútil?

—Sí, completamente inútil, lo cual no evita que teoricemos. A esas reflexiones se les suele dar el nombre de metapoesía. No modifican la poesía de nadie ni la visión de nadie. Las circunstancias sociales, pensamos y hablamos sobre ellas, pero no hacemos nada; permanecen en su estúpida gravedad. La conducta propia del poeta es muy semejante a la de cualquier ciudadano.

—Siempre ha vivido rodeado de mujeres, ¿es usted feminista a la fuerza?

—A la fuerza, no. Soy un feminista que desearía que no hiciera falta serlo, que este cruel y tonto asunto estuviera resuelto desde antes del Viejo Testamento. Soy feminista por la fuerza de los hechos, que permanecen de una manera intolerable, aunque quizá son muchas las cosas que permanecen de una manera intolerable.

—¿El poeta tiene la obligación moral de ser un ciudadano comprometido?

—La misma que cualquier otro ciudadano que tenga una capacidad de pensar críticamente y de advertir las injusticias y las presiones que sufren los ciudadanos.

—Tiende a pensarse que la poesía más auténtica tiene que estar respaldada por la trayectoria vital del poeta...

—Quizá lo he pensado de una manera tardía, pero ya lo había practicado instintivamente. Efectivamente, tiene que haber esa coincidencia, que la poesía esté cargada por la existencia y por los hechos humanos.

—¿Sigue teniendo la sensación de que todos sus poemas permanecen inconclusos?

—Sí, aunque tengo cierta preferencia por no pensar, aunque no sea muy fiel en la práctica. El otro día envié un poema a una publicación de Extremadura. Me lo devolvieron para que aclarase una colocación de palabras. Cayó el poema en mis manos otra vez y lo modifiqué...

—¿Qué placer encuentra en la reescritura?

—He llegado a entender que si bien la poesía parece una especie de centella instantánea y ahí aparece el núcleo abrasador de la poesía, la construcción del poema, sin embargo, se da más en la reescritura que en la escritura instantánea. Eso no quiere decir que no haya poetas que se ciñen al instante. Yo desconfío un poco. Creo que esos poetas no llegan a sus verdaderos límites, creo que se quedan antes de sus posibilidades.

—¿La escritura es un fracaso constante?

—Sí, no inmediatamente. Cuando acabas un poema tienes una sensación, no de triunfo, sino de liberación. Pero la autocrítica posterior, que debe existir, es la que te dice que siempre ese poema hubiera podido ser mejor. Si llamamos fracaso a eso, no es total pero sí constante.

—¿Qué supone para un republicano ser el poeta favorito de la reina Letizia?

—Nada.

—¿Le incomoda ser un aspirante habitual del Premio Princesa de Asturias de las Letras y del Nobel?

—Todas las distinciones me parecen casuales. Si me dicen que estoy en una lista de candidatos del premio que sea, no suelo darle demasiada importancia, lo cual es bueno, porque así luego no me llevo el chasco.

—¿Cuándo veremos la segunda parte de sus memorias?

—Creí que las íbamos a ver a mediados de este año, pero el vicio de la reescritura las va a retrasar hasta el año que viene como mínimo.

—¿Qué opina de la desaparición del Premio Leteo?

—Era una de las cosas no sólo más interesantes, sino brillantes, con una repercusión incluso internacional. La institución que lo amparaba ha sido torpe dejándolo caer.

—En 2032 se abrirá el legado que depositó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. ¿Puede dar alguna pista del contenido?

—No, entonces sería como abrirla. No me acordaba que era en 2032, creí que tendría que pedir una prórroga, porque van a abrirla un día de estos y todavía ando por aquí. Lo proyecté así, para no vivir cuando se abriera.

—Como doctor honoris causa por las universidades de León y Perú, ¿su fe en la universidad se ha quebrado al ver cómo algunas regalan los máster?

—Mis doctorados son algunos más, lo cual no tiene mucha importancia. Mi fe en las universidades no tiene que ser abstracta. Hay universidades que tienen un grado de excelencia cierto y las hay que no lo tienen. Pienso que, en general, todas tendrían que mejorar en la calidad formativa de sus enseñanzas. Dicho eso, hay universidades buenas, medianas y malas.

—Para los escritores jubilados, ¿la actual censura es el fisco?

—El fisco es un enemigo, no ya de los escritores, sino de la propia literatura, en cuanto que en España no se ha derogado una legislación que crea una situación opresiva tan cruel como estúpida. La censura franquista prohibía un libro o te hacía quitar cosas. Yo a eso no obedecía. Prefería no publicar. Ahora se llega a fines análogos, porque de alguna manera el fisco está creando una situación que también prohíbe al escritor serlo. En ese sentido, por razones distintas, es censura.

—¿Se puede hacer otra cosa aparte de protestar ante el alarmante recorte de libertades?

—Siempre se puede hacer otra cosa, que yo echo mucho de menos. Ante el recorte de libertades, me sirve la protesta, pero me sirve menos que un convenio social entre los ciudadanos para ejercer de una manera global esas libertades, caiga quien caiga, y sea como sea. La mayor protesta es hacer aquello que te prohíben, más que tirar una piedra al Parlamento, al Palacio de Justicia o a la Moncloa.

—Pero eso exige ser muy valientes, por las consecuencias....

—Sí. Hay que ser todo lo valiente que se pueda.

—¿Las nuevas tecnologías son, en el fondo, una nueva forma de esclavitud?

—Si no de esclavitud, sí de confirmación del opresivo expolio que se hace de los derechos del trabajo. ¿Cómo puede ser que el Partenón sea Patrimonio de la Humanidad y, simultáneamente, una conquista tecnológica sea propiedad privada? Esa conquista tecnológica tendría que producir una reducción del esfuerzo del trabajo. Curiosamente, un descubrimiento de la Humanidad no es patrimonio de la Humanidad, sino propiedad de un fulano o de las multinacionales. ¿Qué es eso? Es un robo histórico.

—¿En términos políticos se considera un disidente?

—Disidente de lo que ahora tenemos, por descontado. Lo que ahora tenemos es una falsa democracia.

—¿Por qué?

—Porque contempla algunos aspectos formales, pero esa democracia está habitada por una dictadura económica.

—Como lector de poesía, ¿es sectario?

—Tengo preferencias. Pero creo que sectario no es una palabra que se me pueda aplicar.

—Se ha definido en alguna ocasión como un poeta provinciano, ¿es humildad?

—No, es realidad. Tengo esa vocación, lo que significa que me aburre y me parece un falso territorio la metrópoli, sea Madrid o Nueva York.

—Ha conocido a destacados escritores, músicos y artistas. ¿Cuál es el que más le ha impresionado?

—Era casi un desconocido, aunque ganó el premio más importante que entonces tenía León, que era la Bienal de Poesía. Estoy hablando de Faik Husein, un amigo iraquí muerto hace ocho años. Fue torturado por su homónimo Sadam Husein cuando no era presidente. Este amigo era un magnífico grabador, pero a mí me impresionó más como poeta. Escribió un libro en el cual yo actué de diccionario viviente, porque él no conocía bien nuestra lengua y me pedía palabras hasta que encontraba la gran palabra que necesitaba. Era un hombre vecino de la genialidad. Si añadimos que era un enfermo epiléptico, realmente era un hombre impresionante, muy difícil.

—¿Le espanta más la corrupción política o la del lenguaje?

—Son la misma corrupción. La política, en su vertiente económica y en las otras, también corrompe el lenguaje. Utiliza palabras como la gestión ‘transparente’ y está haciendo migas —porque se sabe que es una falsedad— la transparencia. Cuando la corrupción se extiende en un país, se corrompe todo.

—¿Le gusta Bob Dylan como poeta?

—Si no entiendo bien la lengua original, leo muy pocas traducciones. No tengo datos para opinar sobre esto, porque no lo conozco.

—El Estado del Bienestar nos ha adormecido, ¿ve alguna salida?

—Sí, claro que la veo, una salida difícil, que puede estar relacionada o ser semejante a la actitud ciudadana que antes trajimos a cuento a los efectos del recorte de libertades. No es una tendencia política, tal y como la estamos conociendo y viviendo, sino una actitud ciudadana la que puede resolver ese «malestar», como lo llaman ya los pensadores decentes. Es una actitud que tiene sus dificultades, porque tendríamos que limpiar nuestra cabeza de la droga del consumismo; aprender que consumir no es bienestar, aunque el capital trata de identificar estas dos palabras. Yo pienso en una actitud y, como sería largo de explicar, pongo un ejemplo: imagina que nadie entrara en los grandes almacenes porque a mí mi mujer me teje una chaqueta y yo voy y compro las legumbres y las patatas en Villabalter... Se crea una relación distinta de mercado, que lo es también de vivir. Abolición del consumismo mediante una estrategia generalizada de crear un mercado directo, que atiende necesidades reales, no irreales. Eso, progresivamente, conduciría a un equilibrio, también en la manera de convivir. Siempre como clave está el desplazamiento de las plusvalías monstruosas del capital.

—Eso sirve para una economía muy pequeña, pero tenemos demasiadas dependencias. ¿Qué hacemos con los bancos?

—No es fácil. Pero precisamente la cosa consiste en una generalización de esa actitud. Cuando fuera universal, se habría modificado el Estado de Bienestar malestar. Tendríamos otro tejido económico y una naturalidad en las relaciones entre producción y consumo. Es difícil, pero es la única solución que veo.

—Dice que la vejez es ir vistiéndose con el ropaje de las sombras...

—No lo sé, por qué no. Es cierto que hay nuevo ropaje y que se advierten las sombras envolventes con más peso, pero también está esa claridad sin descanso. Hay otra mirada desde la vejez. En dos palabras, no soy ahora más infeliz o menos feliz que hace cuarenta años.

—¿La creación es gratificante o dolorosa?

—Es gratificante el pensamiento, como el acto de creación, pero simultáneamente es muy duro, hasta físicamente. El gran Mallarmé se murió de un espasmo de glotis por la tensión de tratar de terminar el poema Herodías que llevaba 25 años sin poder terminarlo y que no terminó.

—¿No hace lo que le gusta?

—Sí, pero con esa advertencia. No es tan fácil ni tan placentero.

—¿Las memorias le dejan tiempo para escribir poesía?

—Estoy con las memorias, pero de vez en cuando hay una o tres palabras que aparecen en las memorias que me están pidiendo un poema; y, a veces, lo escribo. No sé si lo acabo, porque ya hemos dicho que eso no se sabe nunca...

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