Diario de León

PATRIMONIO

Un taller catalán adulteró el rosetón de la Catedral

Tenía seis ángeles, pero la firma Rigalt lo devolvió con doce y cristales del XIX en lugar de medievales. La restauración actual ha devuelto más alteraciones

Una parte del rosetón de la Catedral. DL

Una parte del rosetón de la Catedral. DL

León

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El rosetón de la Catedral de León fue adulterado en el siglo XIX. Antonio Rigalt i Blanch, que había sido contratado por el ministerio como aparejador del templo leonés, recibió en 1892 el encargo de restaurar la colosal vidriera medieval. El maestro Bolinaga y un equipo de aprendices leoneses se desplazaron entonces a Barcelona para instruirse en sus técnicas. La cristalera retornó completamente cambiada.

Aún no se sabe si fue un «fraude», pero el Cabildo lo va a investigar. «Es un enigma muy serio», en palabras del administrador de la Catedral, Mario González. El rosetón está actualmente desmontado en el nuevo taller de vidrieras, ubicado en la calle Dámaso Merino, y la mayoría de las 97 piezas que integran los 30 metros cuadrados de la cristalera ya están reparados. La empresa Esoca, que lleva a cabo desde hace años la rehabilitación del mejor conjunto de vidrieras medievales del mundo, detectó primero el deficiente emplomado llevado a cabo por Rigalt, que ha tenido que ser sustituido por completo. Una vez que los vidrios quedaron ‘al aire’, los restauradores comprobaron que no eran medievales, sino del siglo XIX. El aparejador catalán hizo otros cambios sustanciales.  

Testigo ilustrado  

Un dibujo del rosetón, realizado por el artista vasco Alfredo Ozaeta en 1883, ha sido clave para desenmascarar las alteraciones que sufrió nueve años después en el taller barcelonés la gran vidriera que ilumina la nave central. En el dibujo se aprecian seis ángeles y seis ‘vidrieras-mosaico’ que completan el círculo. En origen habría doce ángeles, pero con el tiempo los huecos habrían sido rellenados con cristales de colores, perdiendo prácticamente las figuras. Rigalt devolvió la vidriera con doce ángeles. Lo que hizo fue inventar media docena, copiando los existentes; y de éstos, solo respetó las caras y las manos. Luego completó el panel con vidrios del XIX, en sustitución de los medievales, y lo «recoció» todo. El Cabildo se propone averiguar si el trabajo de Rigalt (1861-1914), miembro de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona y autor de la gran vidriera del Palau de la Música Catalana, fue un fraude artístico y por qué falseó el rosetón.

Una de las restauradoras del rosetón. RAMIRO

José Antonio Campos, responsable de la empresa Esoca, no quiere hacer juicios aún. «No sabemos si hubo mala intención o si realmente ese era el criterio restaurador del siglo XIX. Tampoco estamos seguros de si Rigalt envió a León en alguna caja los vidrios medievales que quitó». Curiosamente, el vidriero catalán solo alteró el núcleo central del rosetón; el resto preserva los cristales originales.  

La historia es aún más complicada. Rigalt pasó un ‘concurso’ previo. A finales del XIX había contados maestros vidrieros. Decidieron encargar ‘pruebas’ a tres talleres diferentes. Esos tres vitrales hoy pueden verse en la Capilla del Nacimiento de la Catedral. Partía como favorita la prestigiosa firma alemana Mayer. Sin embargo, el Cabildo no quería sacar las vidrieras fuera de España. Además, según cuentan los restauradores de Esoca, la vidriera que presentó ese taller no tenía la luminosidad de los vitrales leoneses. Finalmente, se optó por el catalán.  

Vidrieras auténticas  

Pese a las anomalías detectadas en el rosetón, los restauradores afirman que más del 70% de las vidrieras de la Catedral de León son las originales, frente al 3% que conservan otras catedrales, por ejemplo, francesas.  

La gran vidriera fue la primera que se apeó de la Catedral en el siglo XIX. Luego Bolinaga y los leoneses formados en el taller de Rigalt se ocuparon del resto.  

Tras la agitada reparación del gran ‘ojo’ del templo leonés, que desde hace dieciséis meses está tapado por una gran lona, el rosetón volverá a la fachada en Navidades, según anunció ayer Mario González. «Su restauración ha sido muy compleja porque ha habido que reemplomar absolutamente todo», añadió el administrador y fabriquero de la Catedral de León, a lo que hay que añadir que «el sol había lo había abombado».  

La Fundación Cepa ha sufragado la rehabilitación del rosetón, que ha costado 390.000 euros, incluida la restauración del hastial sobre el que se asienta.  

González afirmó que los tres restauradores que trabajan actualmente en el nuevo taller de Dámaso Merino tienen «trabajo para muchos años». Reparar 50 metros cuadrados de vidriera cuesta 250.000 euros. «Así que tenemos para bastante tiempo».

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