Diario de León

La techumbre de la iglesia de Santa Marina

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Opinión | ángela franco

conservadora del museo arqueológico nacional

El señor José Luis Várez Fisa ha donado al Museo del Prado doce obras de los siglos XIII al XV, entre las que se menciona un artesonado procedente de Valencia de Don Juan. Se trata sin lugar a dudas de la techumbre de la que formaban parte unos aliceres, objeto de estas notas. Ignoro la forma en que entró a formar parte de la colección Várez Fisa y los avatares sufridos hasta recalar en ella, pero su adquisición tuvo efecto después de 1926. Resulta gratificante que una importante obra, que se creía en paradero desconocido, haya vuelto a la luz para entrar a formar parte de las colecciones del Museo del Prado.

En mi publicación Arte medieval leonés fuera de León (siglos IV-XVI) (León, Edilesa, 2010, pp. 351-352) recogía las noticias de la desaparición de varios aliceres que formaron parte de la techumbre, de la derruida iglesia de santa Marina, de Valencia de don Juan, que por la descripción de Manuel Gómez Moreno —que incluyo líneas más adelante—, deduzco que se trataba de una armadura ochavada de limas moamares. La Comisión de Monumentos de León en la persona de su presidente en 1926, Vicente Serrano, dio cuenta el 24 de noviembre, de haber informado favorablemente sobre la venta de «algunas piezas de madera que formaron parte del artesonado de la iglesia del Cristo de Valencia de Don Juan», como recoge Mª José Martínez Ruiz [ La enajenación del patrimonio en Castilla y León (1900-1936) , Salamanca, Junta de Castilla y León, 2008, II, pp. 183, 214]. Adujo para tal despropósito la carencia de valor artístico y el excesivo precio en que se tasaron. La primera causa era desmentida por la descripción de D. Manuel Gómez Moreno: «La capilla mayor tiene agudos también su arco toral y dos lucillos; guarnece lo alto de sus muros una cenefa de yesería gótica muy fina, y se cubre con armadura ochavada morisca, muy hermosa, toda de lazo de nueve y doce ataujerado [techumbre plana con decoración de lacería], con cuerdas dobladas y dispuestas hábilmente; en medio tiene un racimo, casi plano, y otros en los cartabones, que son de lazo de veinte; aliceres con tocaduras sogueadas, y todo pintado y dorado» [ Catálogo Monumental de España. Provincia de León (1906-1908) , Madrid, 1925, edición facsimilar, León, Nebrija, 1979, p. 456, edición digital Fundación Saber.es]. En la iglesia de Santa Marina se veneraba una imagen de Cristo crucificado del siglo XV, de estilo flamenco, siglo al que pertenecía la portada sur, de piedra, mientras el resto del edificio era de tierra.

La iglesia había sido clausurada en 1876, cuando se inauguró la iglesia de San Pedro, y a comienzos del siglo XX se hallaba en lamentable estado de ruina. Elías Tormo se personó en la ciudad el 28 de junio de 1927, informándose de visu de que «la antigua iglesia parroquial de Santa Marina es hoy un amontonamiento de ruinas, con la portada aun intacta, arrancados los sepulcros medievales y sin rastro siquiera de la torre campanario por haberse venido abajo el edificio». Se lamentaba el ilustre académico de la ironía sobre el permiso de venta de los restos del artesonado, puesto que lo vendible del artesonado ya se había vendido, sin que la Academia hubiera tenido noticia alguna al respecto. Lo único que se podría intentar, a juicio de E. Tormo, era salvar los fragmentos de la cenefa de yesería gótica que aún se veía entre los escombros para destinarla a los museos de León y Madrid, al igual que «los grandes sepulcros en piedra de forma trapezoidal alargada, de los que uno lleva al exterior escudos del gótico, y que debieran incorporarse al templo parroquial, y muchos fragmentos arquitectónicos visigóticos o mozárabes que no son ahora visibles por razón de los escombros» [Real Academia de San Fernando, leg. 8.2/5, sesión 30 de junio de 1927, cfr. Martínez Ruiz, La enajenación del patrimonio en Castilla y León (1900-1936) , cit. I, p. 116].

Desde hacía tiempo, el estado de abandono era peligroso para la integridad física de los peatones, extremo denunciado por los vecinos ya en 1914, solicitando la demolición del templo. El muro norte se desplomó en 1918, siendo trasladas algunas obras a la iglesia de San Pedro, derruida la iglesia y la torre, dinamitada. De hecho el 1 de abril de 1926 se vino abajo el templo, resultando sumamente extraño que el oficio remitido al ministro de Gracia y Justicia para formalizar el expediente que se tramitaba en la Dirección General de Bellas Artes sobre la venta de los artesonados tuviera fecha de 19 de octubre de 1926, cuando habían transcurrido más de tres meses del derribo de la iglesia [Tormo, Elías, Informe acerca de la autorización para enajenar un artesonado de la iglesia de Santa Marina de la villa de Don Juan, diócesis de Oviedo , Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de san Fernando, 1927, pp. 88-92; Martínez Ruiz, La enajenación del patrimonio en Castilla y León (1900-1936) , cit. II, p. 125; Martínez Ruiz, Elías Tormo y su compromiso con la defensa del patrimonio artístico , Estudios de Historia del Arte. Homenaje al profesor de la Plaza Santiago, Jesús María Parrado del Olmo y Fernando Gutiérrez Baños coordinadores, Valladolid, Diputación de Valladolid y Universidad de Valladolid, 2009, pp. 323-329, sobre todo pp. 324-326]. En efecto, éstos fueron vendidos, primero, en depósito, por unas 5.000 pesetas, y luego pasaron a propiedad de un particular. Años más tarde Cook y Gudiol Ricart publicaron en el Ars Hispaniae, dos vigas mudéjares procedentes del techo de la desaparecida iglesia de Santa Marina de Valencia de Don Juan ilustradas con hermosos motivos iconográficos: torneos, bailes, cacerías y banquetes, que fueron datadas hacia 1350 [Cook, Walter William, y Gudiol Ricart, José, Pintura e Imaginería Románicas , Ars Hispaniae, VI, 1980, cit. p. 259, figs. 322 y 333. Más recientemente Martínez Ruiz, La enajenación del patrimonio en Castilla y León (1900-1936) , cit. II, p. 273].

Es conocida la importancia de las techumbres mudéjares en el área geográfica del sur de la provincia leonesa, como ha demostrado Ana Reyes Pacios Lozano en su publicación Siete templos con armaduras mudéjares en la cuenca media del Esla [León, Diputación Provincial, Institución Fray Bernardino de Sahagún, 1990; Eadem, Bibliografía de arquitectura y techumbres mudéjares, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses, 2002]. Analiza trece armaduras ubicadas en parroquias rurales, en el marco cronológico de finales del siglo XIV hasta el XVIII, y observa influencias de las techumbres más tempranas, correspondientes al siglo XV, de provincias más o menos próximas, como Valladolid, Palencia y la más lejana Burgos, cuyo centro de Silos ejerció un gran influjo en el área castellano-leonesa. Las movidas figuras y las escenas cinegéticas recuerdan las composiciones de los aliceres de la techumbre del desmantelado palacio de los Stúñiga en Curiel de los Ajos (Valladolid), desperdigada en diferentes instituciones, talladas en el siglo XIV, como la techumbre de Valencia de Don Juan. Los bordes perlados se repiten insistentemente en multitud de armaduras castellanas, fruto del éxito de una moda, que ha pervivido secularmente.

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