Diario de León

«Tenemos que preguntarnos qué es la poesía»

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ICAL | LEÓN

T A los 16 años, Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) escribió su primer poema en Córdoba y percibió cómo la poesía le «invadía». Lejos del «noroeste de todos los olvidos» donde dejó sus queridas raíces, mientras completaba sus estudios de bachillerato en el revelador sur, consolidó una «firme y obsesiva pasión por la escritura» que le acompañaría toda su vida.

—Cuenta en ‘Memorias del estanque’ que de sus padres recibió una gran sensibilidad y aprendió a saber escuchar, a respetar y ayudar a los demás desinteresadamente. Parecen valores que hoy día no están en boga.

—Así es. Quizá sea un tópico decirlo, pero creo que una de las constantes de nuestro tiempo es que estamos perdiendo los valores. Es algo que percibimos a través de muchas señales. La filosofía del todo vale, ese concepto tan increíble de la posverdad… Todo ello repercute en la formación y en la vida…

—En el prefacio de su ‘Obra poética completa’ subraya: «Seguramente no hay poesía sin infancia en plenitud». ¿Cómo fue su infancia?

—Feliz, en una ciudad unida al mundo del río y del monte, a las excursiones, a las romerías. Siempre he dicho que para el escritor no hay literatura sin raíces, sin origen, algo que se puede apreciar a la perfección en nuestra Comunidad y en León más concretamente. Para mí una de las claves de nuestra literatura es que somos autores con raíces; están en la infancia y ahí se dan las primeras lecturas, pero también la comunicación con el medio natural, que es muy fuerte.

—Parece que vivimos en una sociedad que nos empuja a mirar solo hacia delante sin respiro ¿no?

—Frente a eso yo sigo viendo el pasado como una fuente que mana, como algo vivo, pero qué duda cabe que el secreto está en vivir la plenitud del instante. Por eso al teorizar sobre poesía me gusta decir que ser poeta es buscar la plenitud de ser. Naturalmente la poesía a lo largo del tiempo tiene muchas corrientes, pero en este momento sobre todo yo la entiendo como una búsqueda de la plenitud de ser, y a eso llego por un contacto con el pensamiento de Extremo Oriente que me ha marcado mucho, con mis viajes a países como China, Corea o la India, y por el interés que he tenido por todas las místicas universales, aunque ahora estoy en un momento en el cual mi obra está más cerca de lo metafísico, es decir, de un sentir y de un pensar.

—El medio rural y la naturaleza son dos de los grandes temas que atraviesan su obra. ¿Cómo siente el fenómeno de la despoblación?

—El medio ambiente y la despoblación son temas que me han preocupado desde hace mucho tiempo. Hoy incluso los partidos políticos hablan de ello en sus programas, pero hubo un tiempo en que te veían como un idealista cuando hablabas de lo que pasaba en los ríos, en el aire o con los incendios. Cuando murieron mis padres decidí recuperar la casa de mis abuelos maternos, que estaba abandonada, y restaurarla supuso en buena medida rehabilitarme también a mí mismo tras la pérdida de los seres queridos. A veces cuando me ven por La Bañeza o por Fuente Encalada me preguntan: ‘¿Cómo puedes pasar de Venecia o Ibiza a aquí? o ‘¿Cómo vienes cuando todos se marchan?’. A mí, aparte de las raíces, me permite una desconexión con la vida ocupada que llevo, con muchos viajes.

—Ha escrito: «El día que no haya poesía el ser humano no será humano». ¿Qué dimensión le da la poesía al hombre?

—Tenemos que volver a preguntarnos qué es la poesía, qué es el arte, qué es la política, qué es el ser humano... porque nos fallan los conceptos. En muchas ocasiones tenemos que explicar que el mundo tiene poesía desde el siglo XXV antes de Cristo, en China, en Mesopotamia, en Sumeria, en Egipto… La poesía es algo que acompaña al ser humano desde los orígenes hasta hoy, no vale decir que no vivimos tiempos poéticos.

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