Diario de León

Literatura

«Tengo el amor de mi padre por los libros»

Ana Merino, flamante Premio Nadal 2020, heredó un apellido que suena a literatura y a León. Pero con él también se quedó el talento que le ha hecho ganar este ilustre galardón de las letras españolas. Viajera residente en muchos lugares tiene una infancia leonesa por parte de su padre, José María Merino

Ana Merino, ganadora del premio Nadal del presente año por su novela titulada ‘El mapa de los afectos’. ALBIR

Ana Merino, ganadora del premio Nadal del presente año por su novela titulada ‘El mapa de los afectos’. ALBIR

León

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La poeta Ana Merino resulta que es más que un verso. Una experta en cómic y dramaturga, ensayista, que a la primera de cambio de novelista da en el blanco con el premio Nadal. El mapa de los afectos es el título con el que se ha hecho acreedora del premio en la 76ª edición.

Merino es una autora revelación y escritora de inspiración juvenil leonesa, como es el hecho definitivo de ser hija de un autor fundamental de esta tierra tal es el caso de José María Merino. Ha vivido aquí y no ha renunciado a las fértiles raíces literarias leonesas, aunque lo suyo pronto se convirtió en asunto transoceánico al residir en EE UU. Pero el premio le llega con su primera novela.

Tal vez por eso, este libro, que ahora se convierte en referencia en el panorama literario español a través de Destino, contiene las dos vertientes, la de quien llega al género literario con todas las energías y la de una amplia labor intelectual.

Ayer, en la casa de sus padres se hablaba de felicidad. Maricarmen Norverto y José María Merino eran quienes más disfrutaban de este acontecimiento y aportaban esa conexión leonesa de Ana Merino. Incluso de ahí salía, por parte de su madre, el redoble de alegría al recordar que con Preparativos para un viaje , cuando la autora era una estudiante de Historia de 23 años, allá por el 1994, ganó con su primer poemario el premio Adonais.

Así que esta autora de acertados primeros libros ahora lo vuelve hacer con una historia que ella misma avanza como hilo conductor de un relato entre una maestra y un niño: «Una maestra de preescolar, Valeria, con dudas sobre el amor, que acompaña a un niño de cinco años que ha perdido a su madre. Luego hay diferentes personajes, emociones y afectos que evolucionan e interactúan. En el mundo somos personas muy diferentes, en comunidades de relaciones en las que suceden cosas a veces terribles y que nos afectan de muy distinta forma: pasión, desasosiego, pérdidas, venganza, desengaño... Veremos como, frente a sucesos dolorosos, la bondad ayuda y facilita la superación», explica.

Ana Merino también hablaba ayer de ese poderoso contexto vital en el que es hija de un gran autor, su padre, José María, y su pareja, Manuel Vilas. Así decía que el autor de Ordesa y ella son sus lectores de confianza, «como soy lectora de confianza de mi padre», añadía.

También se ve que es fundamental ese hilo familiar desde niña, puesto que así elogiaba ayer a su padre al igual que después a su madre: «Ojalá tuviese su talento. Sí tengo el impulso del amor por los libros que me ha transmitido, por esa biblioteca maravillosa con la que crecí y que fue mi taller creativo, y el amor a los cómics. También la rigurosidad con las palabras, porque es un magnífico novelista, y la misma ilusión al escribir. Es una suerte tener unos genes que se emocionan escribiendo. También los genes de mi madre, Carmen Norverto, una grandísima lectora y mujer enormemente pragmática, me han permitido sobrevivir estos 25 años en la América profunda, enfrentarme a las circunstancias y desarrollar una imaginación peculiar», dice.

Así que también hay en toda esta historia dos ingredientes fundamentales: la bondad, que mueve y moverá al mundo como esperanza, para incluso dar pie a que Ana Merino se haya embarcado en el mundo de la novela (ya escribe la segunda), aunque no deje sus otras actividades. «Insistiré con el teatro, la poesía y el ensayo», promete.

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