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Opinión | Jesús Celis Sánchez (*)

La publicación en DIARIO DE LEÓN de la secuenciación del genoma de uno de los hombres de La Braña-Arintero es una sorprendente y buenísima noticia para la ciencia sobre el origen de nuestros predecesores.

Nada sabíamos de restos humanos anteriores al Neolítico en León hasta que no aparecieron los restos La Braña I y II en la cueva de Arintero, restos que se han fechado en el Mesolítico, es decir, en una fase del Holoceno entre el Paleolítico Superior y el Neolítico. El sorprendente hallazgo de estos dos individuos, depositados post mortem en la apartada cueva de la montaña leonesa, ha sido decisivo para conocer las poblaciones humanas mesolíticas en la Cordillera Cantábrica y en ello ha sido determinante su inmejorable estado de conservación, fundamental para poder estudiar el ADN mitocondrial.

Es muy difícil encontrar restos humanos de Homo Sapiens tan antiguos, y lo es más que se conserven en tan buenas condiciones. Gracias a estos hallazgos podemos combinar los estudios anatómicos y los genéticos, quedando pendiente los culturales, ya que lo que falta en la cueva de Arintero, de momento, son los restos dejados por su hábitat, los artefactos y los restos de su alimentación, los ecofactos para conocer su cultura, etc.

De las especies que nos precedieron en la evolución humana poco sabemos a nivel genético, ya que los restos de ADN más antiguos que se han podido secuenciar pertenecen a los neandertales, y ofrecen pocas posibilidades pues es muy difícil llegar a conocer el genoma completo en un solo individuo. Gracias a los neandertales de la cueva asturiana de El Sidrón y del proyecto ‘genoma neandertal’ se está en un momento idóneo para avanzar en esta línea.

Las investigaciones que actualmente están obteniendo resultados más novedosos sobre la evolución humana son los genéticos. Gracias a ellos comenzamos a entender muchas cosas sobre las especies más cercanas a nosotros, por ejemplo, la posible hibridación de los neandertales y el Homo Sapiens; la difusión de los Sapiens por el mundo o la diversificación de las distintas razas humanas.

El estudio del cariotipo, es decir, de los cromosomas, es importante para determinar el parentesco entre el hombre y sus predecesores. En la evolución humana se ha visto una reducción de 48 a 46 el número de cromosomas. Pero también ha habido recomposición de proporciones de cromosomas con pérdidas y aumento de información. El contenido informativo de los genes y las relaciones entre ellos es fundamental para conocer los avances evolutivos.

Se sabe que algunas pequeñas alteraciones originadas por mutaciones en los genes reguladores del desarrollo embrionario tienen un efecto acumulativo a lo largo del crecimiento y producen diferencias en los adultos, esto puede llevar a importantes modificaciones en la anatomía y la fisiología humana.

Estas pequeñas mutaciones parece que tienen que ver en la evolución humana. Al analizar las variaciones del genoma humano se ha observado que los cambios moleculares se han acelerado en los últimos 10.000 años. Al menos 1.800 genes humanos han variado por efecto de la selección natural. La causa se debe al rápido crecimiento de la población junto a los cambios y avances de la cultura y de la ecología, con nuevas necesidades de adaptación. Ha habido cambios en el cerebro, en la evolución dental, en el esqueleto, en las respuestas a la dieta humana o en las enfermedades.

Gracias a estos estudios, los investigadores en genética proponen evidencias sobre el tamaño, y el porqué del desarrollo las poblaciones humanas antiguas y también cómo emigraron y a dónde.

Un ejemplo es el estudio que se está llevando a cabo para conocer el genoma de poblaciones humanas o Proyecto Genográfico, desarrollado por universidades americanas y europeas, analizando esos factores de recombinación de genes en distintas regiones del mundo. Gracias a estos estudios podemos decir que los humanos modernos emigraron desde África a través de Arabia; de aquí a la India, y se extendieron por Asia por un lado y por Europa por el otro.

La diferenciación de las razas humanas sería un producto de esa recombinación genética dentro de la misma especie de Homo sapiens, motivada también por factores medioambientales, climáticos, alimenticios, la respuesta a enfermedades, etc. De la combinación de estas variables y de otras surge la diferenciación en el tamaño corporal, el tipo de pelo, el color de la piel, la forma de la cara y de los ojos, su color, etc. Pero los estudios genéticos están comenzando y las conclusiones pueden completarse o variar sensiblemente con nuevos hallazgos que nos aporten información acerca de la génesis de la razas, su diferenciación, distribución y relación entre ellas. Mucho más si estos estudios además se validan por la arqueología y la paleontología.

Por ello es tan importante la secuenciación del genoma de los restos humanos de Arintero, gracias a ellos ya se pueden aventurar hipótesis de filiación y vínculo. Tal vez estas poblaciones tengan que ver con los reductos de poblaciones del Paleolítico cantábrico, gentes depredadoras-recolectoras, cuya cultura del Mesolítico se pueda vincular a la cultura Aziliense o a otros momentos de este periodo. Cuevas ocupadas en estas fases, fechadas en el octavo milenio, como uno de los restos humanos de Arintero, se han excavado en La Uña y en El Espertín de Burón.

Todo un filón sobre nuestros antepasados en la Prehistoria.

(*) Arqueólogo y director del Instituto Leonés de Cultura

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