Diario de León

Patrimonio

Los últimos monstruos de la Catedral

SON ANIMALES EN EXTINCIÓN. Han ido pereciendo uno a uno en el último siglo. No son solo un adorno. Las gárgolas forman parte de un ingenioso sistema de desagüe de la seo leonesa.

León

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Han sido diezmados por el tiempo y la desidia. Animales mitológicos, seres mitad hombre y mitad animal y también leones, águilas o perros. Monstruos con una misión secreta. Las gárgolas, diseñadas por los maestros constructores como parte de un sofisticado sistema de evacuación de aguas, formaban un ejército de 40 a principios del siglo XIX. Actualmente solo quedan la mitad. Las restantes fueron sustituidas hace años por simples canalones metálicos. Su aterradora boca es el tramo final del complejo sistema de desagüe de la Catedral de León. Su propio nombre, gárgola, deriva del griego y significa «hacer gárgaras». La pérdida de algunas en el templo gótico leonés llegó a causar daños en las vidrieras situadas en las capillas del ábside antes de la gran reforma emprendida por Demetrio de los Ríos. En 2006 dos gárgolas se precipitaban contra el suelo en el intervalo de cinco días. El Ministerio de Cultura y la Junta se vieron obligados a actuar. Decidieron entonces revisar más de 7.000 elementos ornamentales del exterior del edificio y prometieron invertir el dinero que fuera necesario. Las gárgolas, que actuaron de emisarias del mal estado en el que se encontraba la seo leonesa, fueron sujetadas con tirantes y se colocaron réplicas en los huecos que dejaron las dos ‘bajas’.

Molde de una gárgola del siglo XIX. RAMIRO

De la veintena que preserva la Pulchra solo unas pocas son las originales y son fáciles de distinguir. Las más antiguas están situadas en el claustro. Lo cierto es que se trata de piezas únicas e irrepetibles. Ni siquiera hay una igual a otra. Representan animales demoníacos, sirenas, dragones, basiliscos... Un bestiario valiosísimo que fue infravalorado durante mucho tiempo. Algunas gárgolas superan el metro de longitud y los cincuenta kilos de peso. Muchas se fueron reponiendo con el discurrir de los siglos, pero otras desaparecieron para siempre. La magna restauración llevada a cabo en el siglo XIX, que evitó el desmoronamiento de la Catedral, sí se ocupó de estos ‘bichos’. Los maestros escultores que las ejecutaron con maestría, inspirándose en muchas de las que coronaban la catedral de Notre Dame, obra del arquitecto Viollet-le-Duc, tuvieron el acierto de conservar los moldes de escayola que utilizaron para realizarlas, preservados ahora en la Catedral, y que pudieron contemplarse en 2001 en Botines en la exposición El sueño de la razón, con motivo, precisamente, del centenario de aquella rehabilitación llevada a cabo entre 1859 y 1901.

La que se colocó en 2006 réplica de la que se desplomó ese año . DL

Muy pocos investigadores han prestado atención a los verdaderos guardianes de la Catedral, sin cuya presencia, un tanto aterradora, la silueta del edificio sería muy distinta. Monstruos realmente prodigiosos que habría que inventariar, igual que se ha hecho con los capiteles y los elementos que corren más riesgo de acabar desapareciendo.

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