Un niño de un año y una señora de 110
Uno de los aspectos más sugestivos de estas lápidas es la edad de los finados, variada pero que sobre todo gira en torno a la treintena y la cuarentena. «La esperanza de vida en aquella época era de cuarenta años, que es lo que aquí nos encontramos», recuerda Jorge Sánchez-Lafuente. «Eso sí, tenemos una de un niño de un año y cinco meses, cosa inusual que nos habla del especial cariño y dolor de aquellos padres, y de una señora, Trofimene, de 110 años», cifra insólita que podría ser falsa o aproximada, ya que la conciencia de edad no era tan exacta como lo es hoy. Y en el aire queda la sensación de premura en reforzar la muralla (se espesó cinco veces más) con todo tipo de materiales imaginables. «¿Se cernía sobre ellos un peligro, peste o catástrofe humanitaria?», se pregunta el experto.