Diario de León

ROGELIO BLANCO

«Una de las mayores creaciones del ser humano es el libro»

El polifacético Rogelio Blanco, autor de ‘La ciudad ausente’, ultima un texto sobre biblioclastas y está con la que será la segunda parte de ‘Dismundo’

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Narrador, poeta, ensayista, filósofo, doctor en Pedagogía, licenciado en Antropología, crítico literario, editor, docente, Rogelio Blanco es un hombre del Renacimiento, un humanista interesado por la cultura y el saber en su amplio sentido. No en vano, llegó a ejercer, durante el mandato del expresidente Rodríguez Zapatero, como director General del Libro, Archivos y Bibliotecas en el Ministerio de Cultura, y presidió el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, lo que le ha procurado viajar por todos los continentes.

«Me siento hombre del libro en su amplia dimensión, por lo tanto y siendo leal a mis principios, era mi obligación llevar la cultura al pueblo y acercar a los creadores a nuestras gentes, emulando el ejemplo de las republicanas Misiones Pedagógica… Siento que los nuevos responsables culturales hayan cercenado esta dinámica».

Reconoce que, en sus diversas facetas como autor, editor, director de colecciones o crítico literario, ha tenido la fortuna de trabajar y estar en contacto con «una de las mayores creaciones del ser humano: el libro», y que ya desde niño, y antes de saber leer, «este paralelepípedo de Gutenberg» siempre le fascinó, porque su vida ha girado en este ámbito, su auténtica vocación, lo que le ha permitido devolver lo mucho que le debe a los libros.

Natural de Morriondo (La Cepeda), el creador de Dismundo es una de esas personas que, si no existieran, habría que inventarlas, porque su labor en el mundo de la cultura resulta encomiable.

Dismundo , cuyo prólogo corresponde al Premio Cervantes Juan Gelman, es un canto a la pobreza, a la gente buena y humilde, sacrificada y sufriente, que ama la vida y a los suyos. Este libro de relatos es «la voz humilde de la necesidad».

El hecho de nacer en un área rural pobre lo ha convertido en «hijo del esfuerzo y la necesidad», y por ende le ha ayudado a desarrollar una mirada atenta a las alternativas, ha condicionado su escala de valores, le ha obligado incluso a ser lector de los entornos, a reconocerlos y analizar sus causas, a comprometerse, en definitiva, porque Rogelio es un autor reivindicativo, «la utopía como método y género» y un entusiasta de su pueblo, de su comarca, de su provincia, «sus condicionantes vitales», porque los primeros años de vida «se tatúan indeleblemente y están presentes en toda futura creación de modo inevitable: el aroma del brezo, los cantos de siega, la ingesta de castañas y las veladas invernales compartidas surcan los recuerdos y se presencian en los sueños. El rostro de las gentes tras la brega, la agonía de los próximos ante las carencias o los consejos constantes para el logro de un mejor futuro así como otros sobre la honradez y el esfuerzo se repetían iteradamente y quedaron grabados».

Pensamiento utópico

De los diversos géneros y temáticas que ha abordado el polifacético Rogelio, donde se encuentra más cómodo es en el ensayo, «entendido como tanteo, como posibilidad y lejos del dogma», porque está convencido de que el hombre es un ser eternamente vacilante, tanteador; que en su deambular vital va oteando y logrando salidas.

«Sólo los necios y los violentos tienen la última palabra, dice un filósofo italiano». En este sentido, la filosofía es una de las disciplinas que han despertado la curiosidad e interés del autor de La ciudad ausente. Utopía y utopismo en el pensamiento occidental , «el primero de una trilogía», porque en su mesa están otro sobre el pensamiento utópico en España y un tercero sobre la esperanza.

El pensamiento crítico y utópico, el hereje y heterodoxo llenan los anaqueles de su biblioteca particular –según él–, sin olvidar a los grandes clásicos. «El pensamiento utópico como voz que señala la necesidad de celestializar la tierra, de lograr los diseños que se desarrollan para el más-allá en el más-acá, de intentar hacer real lo ideal». Asimismo, ha escrito una obra sobre María Zambrano. «Gocé de la amistad y cariño de María. En ella descubrí el valor de la errancia, el exilio y la fidelidad a los grandes principios que encierra la democracia y sus manifestaciones».

Aparte de Zambrano también es deudor de la obra de Paulo Freire, sobre quien ha escrito una monografía, así como las propuestas y reflexiones de los utópicos y determinados pensadores calificados como heterodoxos o marginales. «Con este conjunto de maestros, más otros próximos y desconocidos, lentamente he ido tejiendo mi concepción del hombre y del mundo».

En la actualidad, el infatigable Rogelio Blanco, además de diversos artículos y colaboraciones en revistas científicas o de divulgación, ultima un texto sobre biblioclastas que le publicará la editorial leonesa Eolas, mientras continúa escribiendo otro sobre el cambio de paradigma en el sector del libro, el paso del modelo Gutenberg al electrónico. Y de vez en cuando crea un nuevo relato para Dismundo, la que será la segunda parte de un territorio pintado sobre el lienzo de una España rural y pobre. «Con cada cuento o pincelada pretendo formalizar un cuadro, una impresión de una realidad extensa y próxima de España que muchos vivimos».

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