Diario de León

Literatura

Viaje a las cloacas del mercado negro del arte

Pérez Gellida publica ‘La suerte del enano’ y afirma que el robo perfecto es aquel «que se resuelve de forma errónea»

Publicado por
Daniel Roldán
León

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Son las 8.30 horas del martes 3 de noviembre. El director de una sucursal bancaria de Milán y dos empleadas llevan unos pocos minutos dentro de la oficina cuando son sorprendidos por una banda de atracadores. Los ladrones, unos seis, desvalijan las cajas de seguridad del Crédit Agricole de la capital lombarda en un pispás. Ignoran adrede la caja fuerte porque iban a perder un tiempo precioso. Los cacos, que usaron un extintor para crear una distracción ante la llegada de la Policía, huyeron por donde habían entrado: un agujero hecho en el sótano a través del alcantarillado.

«Parece que habían leído La suerte del enano», afirma con humor César Pérez Gellida (Valladolid, 1974), haciendo referencia a su último trabajo literario.

Como cada otoño, regresa a las librerías para disfrute de sus seguidores, los ‘gellidistas’, que ya han agotado la primera edición del libro publicado por Suma de Letras. La suerte del enano compila los ingredientes del novelista castellano —asesinatos peculiares, personajes potentes y un estilo directo y trepidante— con el robo de obras de arte. «Estoy convencido de que es el mejor escritor de novela de este país», afirmó Juan Gómez-Jurado en las redes sociales el día que salían a la venta su Rey Blanco y La suerte del enano.

Tráfico de arte

«Las obras se usan tanto para blanquear dinero como para comprar mercancía ilegal»

Después de cuatro novelas y dos audiolibros, Pérez Gellida regresa a casa, a su Valladolid natal, para enmarcar esta nueva aventura protagonizada por Sara Robles, inspectora que rescata de sus primeros libros. «Era pura emoción. Localizar una novela en mi ciudad era una necesidad. Era algo que tenía que hacer porque lo sentía así», explica el autor, que reivindica salir de ciudades habituales para los crímenes más atroces y los misterios más irresolubles como Madrid, Barcelona o Nueva York.

Ya lo hizo con Memento mori, el primer tercio de Versos, canciones y trocitos de carne y a la que siguió una segunda trilogía, Refranes, canciones y rastros de sangre. Khimera y Konets completaron este proyecto. «Valladolid puede ser un lugar perfecto para los delitos», añade.

La inspectora y su equipo deberán desentrañar el asesinato de una anciana y el atraco al Museo Nacional de Escultura, a través del alcantarillado y un agujero en el sótano. Todo ocurrido con apenas unas horas de diferencia. Además, Robles tendrá que lidiar con heridas del pasado sin cicatrizar y con sus adicciones que pueden condicionar su desempeño policial. El escritor introduce un nuevo ingrediente como es el mercado negro del arte. «Es interesante cómo funcionan las bandas criminales que se dedican a este negocio», apunta Pérez Gellida, convencido de que el robo perfecto existe. «Es aquel que se resuelve de forma errónea», sentencia.

2.000 millones en robos

Encontró dificultades para documentarse a fondo sobre un mercado ilegal que puede alcanzar al año los 20.000 millones de euros en la venta de falsificaciones y unos 2.000 millones en robos, según Interpol. Unas obras que se usan tanto para blanquear como para comprar cualquier otro tipo de mercancía ilegal (armas o drogas). Tiró de hilos para conseguir la información necesaria, como también pidió permiso para que le dejaran bajar a la ciudad por debajo de la ciudad, al alcantarillado. «Hay cosas increíbles. En Valladolid, que es una ciudad histórica, hay puentes y bóvedas por debajo de la iglesia de San Benito. Luego está el alcantarillado, que hay de todo, y tienes que andar con los talones para no quedarte atrapado en el fango. Impresiona mucho», explica.

Sin brújula

Pérez Gellida reconoce que tiene una doctrina «muy espartana» de trabajo. Se levanta entre las cuatro y las cinco de la mañana y trabaja durante diez o doce horas. Viaja sin brújula. «Tengo un punto de partida, unos personajes y con ellos voy avanzando en función de lo que me van pidiendo. Termino una escena y, depende de cómo sea, me condiciona la siguiente», abunda sobre su método de trabajo. «El primer borrador, es evidente, está lleno de incongruencias que hay que ir puliendo, torturando la trama».

Reconoce que no tiene la capacidad de planificarlo todo antes de ponerse a escribir como hacen el propio Gómez-Jurado o Dolores Redondo.

«Yo tengo mis herramientas, que son las que uso. Lo mío es el pico y la pala», añade entre risas. Una pauta de trabajo que no se vio alterada por los pasados meses inciertos. «Pero cuando acababa, necesitaba salir y no podía ir a la calle, ser yo», añade Pérez Gellida.

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