Diario de León

Alcaraz, el joven que sueña con un Grand Slam

El tenista español ya piensa en quitarle el reinado a Nadal en París

Carlos Alcaraz conquistó recientemente el Masters 1.000 de Miami. ERIK S. LESSER

Carlos Alcaraz conquistó recientemente el Masters 1.000 de Miami. ERIK S. LESSER

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Después de ganar el Masters 1.000 de Miami, con tan solo 18 años, Carlos Alcaraz ha dicho que es un chico normal, que la victoria y el premio (1,2 millones de dólares) no le van a cambiar y que no tiene miedo a decir que va a por un Grand Slam. Por las primeras declaraciones, el chico ha recibido todo tipo de parabienes, pues apelan a la humildad, la sencillez y a no creerse más que nadie. Sin embargo, explicitar su propósito de alcanzar este año la cima del tenis mundial ha suscitado comentarios en las redes y las tertulias deportivas: ¿No es demasiado joven? ¿Es un signo de prepotencia intentar emular al mismísimo Nadal que también ganó su primer Masters 1.000 con 18 años y conquistó Ronald Garros dos días después de cumplir 19? La ambición no goza hoy de buena prensa.

En el siglo I a. C., los viejos senadores romanos dijeron que Pompeyo era demasiado joven para aspirar a la máxima honra que un general podía soñar: procesionar triunfalmente por las calles de Roma después de una sonada victoria. Lo logró no una, sino tres veces, en otras tantas memorables batallas en África, Europa y Asia. Le criticaron porque en su primer triunfo no solo se comparó con el gran Sila, sino que dijo que «los adoradores del sol naciente son más numerosos que los del poniente».

Sé que citar en clase a un militar un tanto arrogante no es lo que uno espera de un profesor contrario a todo tipo de violencia. Pero me digo que merece la pena hacerlo para contrarrestar la corriente dominante de conformismo y sobreprotección a la que se ven expuestos los jóvenes. De la misma manera, y excusado por las excentricidades a las que están acostumbrados mis alumnos, a veces me tomo la libertad de escribir en la pizarra alguna frase que me voy encontrando en mis lecturas. Como la de Castiglione: «Demasiada sensatez en los jóvenes es mala señal». O de Nietzsche: «Siempre que un hombre se eleva, los que no saben volar procuran empequeñecerle».

Amparado en la convicción de que a veces es más importante estimular y provocar a los alumnos que instruirles, les digo que prefiero a un joven embriagado de ilusión que a otro paralizado por la prudencia, que sean valientes y originales, que se atrevan. ¿Cuándo, sino a la edad de Carlitos Alcaraz? De vez en cuando surge un joven deportista, osado e intrépido, dispuesto a volar hacia lo más alto, como en otra época hicieron otros héroes que merecieron triunfos imposibles.

El próximo día escribiré en la pizarra, mientras proyecto la imagen del general romano, lo que él habría dicho hoy: «Voy a por un Grand Slam».

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