Diario de León

UN PASEO ENTRE LAS NUBES

Cuando el tiempo se pasa volando

La escuela de ultraligeros de Villamarco colma la pasión por volar de decenas de leoneses y foráneos que, en algunos casos, se han comprado su propia aeronave para surcar el cielo. No es un deporte caro. Ni un hobbie reservado para la élite. Los ultraligeros democratizan la afición por volar de quiénes no pueden, o no quieren, comprar una avioneta. Desde 5.000 euros se puede tener una aeronave para viajar por la península o pasear entre las nubes que coronan la montaña. Un viaje de 15 minutos cuesta 40 euros

Un ultraligero de cuarta generación surca el cielo de la provincia, con las montañas nevadas como telón de fondo

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SERGIO C. ANUNCIBAY | LEÓN
León

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A Carlos Martínez el tiempo se le pasa volando. La aeronáutica le apasiona desde que dejó la cuna y puso los pies en el suelo. Mientras el resto de niños acudía a los juguetes convencionales, él prefería los aviones. No sabe explicar cómo ni porqué prendió esa mecha. En su familia no hay tradición por un mundo tan desconocido como apasionante, pero sus padres —cuenta— «siempre respetaron» una afición que se ha convertido en su modo de vida. A los 13 años voló por primera vez y desde entonces pasea entre las nubes.

Pasa los 365 días del año en Villamarco, una pedanía del municipio de Santas Martas que disecciona el Camino de Santiago. Allí levantó su escuela de ultraligeros hace 22 años —recién cumplidos los veinte—. Ahora es un referente de la aviación deportiva, y punto de encuentro para leoneses y foráneos que comparten la misma pasión.

En los hangares duermen 26 aeronaves, dos del centro de formación y 24 en propiedad de otras tantas personas que utilizan los ultraligeros como medio de transporte o como válvula de escape. El sector ha evolucionado mucho desde los años ochenta, aunque no así la normativa, aún de 1986, que impide a este tipo de aparatos operar en los aeropuertos habituales, algo que cambiará el próximo año, cuando Europa apruebe una ley que equipara a los ultraligeros con las avionetas. Las diferencias estriban, sobre todo, en el peso y la capacidad. Dos plazas frente a cuatro; y 250 kilos de peso ante más de 500.

Si bien, pueden aterrizar y despegar en cualquiera de los 400 aeródromos privados que existen en España. Sólo necesitan una pista de 300 metros. Aunque la autonomía de vuelo da para ir de León a Alicante sin detenerse. Y en algo más de cuatro horas. «Utilizan el mismo combustible que un coche, gasolina de 95 octanos sin plomo, y el consumo es muy bajo, en el entorno de los 16 litros para los más sofisticados», explica Carlos Martínez, que rechaza de plano la percepción de que volar es algo muy caro. «La gente piensa que está reservado sólo para una minoría con dinero. No es así. Un ultraligero básico, de dos ejes y unos 65 caballos, lo puedes comprar desde 5.000 euros, mientras que los de cuarta generación se venden a partir de 36.000», aclara. Los más avanzados superan incluso los 200 kilómetros a la hora y están exentos de las restricciones que sí afectan a las avionetas, aunque, como es normal, deben cumplir sus propias reglas. «No podemos atravesar las áreas restringidas —Madrid, por ejemplo, o Picos de Europa, donde aún hay osos pardos—. Pero las bordeamos sin problema», apunta.

No obstante, los ultraligeros más modernos incorporan la última tecnología y con los instrumentos de comunicación apropiados podrían, incluso, atravesar poblaciones si cuentan con la autorización del controlador aéreo de turno. «Tenemos muchísima libertad a la hora de diseñar nuestro viaje, puesto que podemos salir cuando queramos, sin un plan de vuelo, siempre que la meteorología acompañe», advierte.

Y está «al alcance de la mayoría». De hecho, sacarse la licencia para pilotar este tipo de aeronaves no cuesta mucho más que el carné de coche. «Un curso básico, para los aviones de tubo y tela, tiene unas 15 horas de clases prácticas, mientras que el de ultraligeros más avanzados duraría el doble», relata Carlos Martínez, quien matiza que el precio ronda los 2.000 y 4.000 euros, respectivamente. «Los exámenes tienen también una parte teórica, que no es muy complicada, y suele haber tres convocatorias al año», subraya. El alumno sube al avión desde el primer día y no tarda mucho en asumir el control absoluto del aparato. «Eso sí, cuando se compran su propio ultraligero solemos darles un curso más específico, adaptado a las características singulares del modelo», señala. El mantenimiento tampoco es muy costoso, en contra de lo que pueda parecer. «Unos 800 o 900 euros cada seis años», comenta. Además del alquiler de una plaza en el hangar: otros 85 euros mensuales. No tienen costes de operatividad, como las avionetas, que deben pagar por usar los aeropuertos. Aún así, España está a la cola de Europa en lo que a la aviación deportiva se refiere. Hay 9.000 licencias, unas 90 en la provincia leonesa. Muy por debajo de Alemania, Francia o Inglaterra, los «reyes» de este deporte. «Aquí tenemos el avión de un francés que vive en León y cada poco va a su pueblo a comer con la familia», explica. La República Checa lidera en Europa la construcción de este tipo de aeronaves, que también se fabrican en Francia e Italia. No tanto en Estados Unidos, que hasta la crisis abogaba más por la comercialización de las avionetas, con más plazas y mucho más caras. Cuestan unos 300.000 euros.

Carlos Martínez cree que desde las administraciones no se ha hecho nada por fomentar este sector, a pesar de que —argumenta— «tenemos las mejores condiciones meteorológicas de toda Europa».

Unas trabas burocráticas que no han frenado el impulso de este piloto leonés, que, tras ser instructor, montó en la provincia una escuela de vuelo por la que han pasado cientos de personas. Asentada sobre una finca de más de 300.000 metros cuadrados, el centro de Villamarco, con cuatro pistas, ofrece a cualquier persona la posibilidad de surcar los cielos en un aparato capaz de cruzar la península de punta a punta sin repostar. Y de forma segura. «Es mucho más peligroso el coche porque dependes de más factores y de otros vehículos», recuerda. De hecho, un ultraligero planea con el motor averiado. Y es la aeronave que, por su reducido peso, más tiempo tardaría en llegar al suelo «En los ultraligeros más antiguos, los de dos tiempos, se para de vez en cuando el motor. A quien le sucede está más preocupado de aterrizar en una zona abierta para que la reparación no suponga un gasto muy grande que de su integridad», resuelve.

Una de las concentraciones de pilotos que acogió el aeródromo leonés de Villamarco. DL

Vista de las montañas de León desde el cielo. DL

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