La efectividad sostiene al Barça

Suma y sigue el Barcelona en Liga (0-2). Victoria tras victoria, ya encadena cuatro, y todas a domicilio, cuando en las primeras seis salidas se dejó diez puntos. El equipo azulgrana anda lejos de su mejor versión, aunque no le hizo falta para doblegar a un Elche muy tierno, quizás sin la malicia necesaria para sobrevivir en la zona baja. No es mal síntoma, en cualquier caso, el de ganar con poco, pues hasta hace apenas un mes el Barça no era capaz de levantar partidos como el del Martínez Valero. Ahora es tercero a tres puntos del Real Madrid, y además se sacude las dudas de la Supercopa y la Copa, en la que ya es el principal candidato al título.

Por más que Jorge Almirón se empeñase en intentar lo contrario, su Elche estaba condenado a acatar el guion predeterminado del encuentro. Léase: el Barcelona monopolizando la pelota y el conjunto franjiverde, pertrechado cerrando espacios. Con la plantilla que maneja Almirón, cualquier otro plan habría resultado arriesgado, pero es que lo que intentó el argentino rozaba el suicidio: no solo no presionaba, sino que trataba de salir con el balón controlado desde su portería a toda costa.

El Elche no lo pagó caro porque este Barcelona, sobrado para recuperar por mero posicionamiento y sin ser agresivo en la presión, es incapaz de resolver en tres cuartos de campo. Más todavía en ausencia de Messi, pues Griezmann es una sombra del que lideró al Atlético. Como viene siendo habitual, Dembélé asumió la responsabilidad del desequilibrio, aunque con tanto atrevimiento como imprecisión y en ocasiones un exceso de individualismo. El partido se encaminaba al descanso sin remedio para el empate, cuando de la nada se adelantó el Barcelona. Progresó Braithwaite por la izquierda, fijo en la posición de extremo que le demanda Koeman, y sacó con la derecha un centro a la zona de divorcio: allá donde los defensas y el portero no se hablan. Édgar Badía se había vencido ya, Diego González interceptó el pase de aquella manera y De Jong aprovechó para empujar sobre la línea un mal despeje que igualmente se colaba.

En el comienzo de la segunda parte, viejos fantasmas amenazaron la tranquilidad azulgrana. Mingueza había perdido el balón en su propio campo, siendo el último hombre, y Rigoni encaraba a Ter Stegen con todo a favor para marcar. Entonces emergió la figura del portero alemán, tantas veces salvador esta temporada. Se hizo grande, achicó espacio y le sacó un pie de fútbol sala a Rigoni, que no volvería a tener otra semejante. Con el Barça siendo muy superior, la sentencia llegó más tarde de lo esperado. Puig marcó en el 89.