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El gladiador Carou hace historia en León

Suma y sigue. El jugador argentino, Gonzalo Carou, superó en Cangas al mítico Thomas Svenson como el extranjero con más partidos en la Asobal (433). «Es algo increíble que ni siquiera había soñado cuando llegué a España en 2001», explica el pivote internacional del Abanca Ademar

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Cuando Gonzalo Carou aterrizó en Eibar, allá por 2001, ni siquiera soñaba con alcanzar la máxima categoría del balonmano español. Solo pensaba en «vivir una experiencia» que se le presentó de improvisto. Él jugaba en Argentina y no había planeado por aquel entonces dar el salto a Europa, pero le llamaron del País Vasco para ofrecerle un contrato en el Arrate, donde estaría siete años, hasta que en 2008 Jordi Ribera lo fichó para el Ademar.  

«Fue una sorpresa. Me dieron una semana para responder y dije que sí. Quería ver lo que era el balonmano profesional, valerme por mí mismo, sin depender de mis padres», recuerda el pivote, que casi dos décadas después se ha convertido en el extranjero con más partidos en la Asobal (433). Superó en Cangas al guardameta sueco Thomas Svenson. Es también el jugador en activo que más mundiales ha jugado, diez de forma consecutiva. Y en Tokio afrontará sus terceros Juegos Olímpicos.  

«Siento un orgullo enorme. Es un logro increíble que ni siquiera había soñado», explica Gonzalo Carou, que a sus 40 años sigue al pie del cañón como uno de los efectivos más determinantes del conjunto leonés en las últimas temporadas. Parece que le queda cuerda para rato. Lo demuestra cada semana sobre el parqué. Sin él la defensa pierde consistencia.  

«Me han respetado las lesiones y, por suerte, siempre he sido importante para los entrenadores», relata el capitán de la selección argentina, que, además, ha «cuidado la alimentación y las horas de descanso» para continuar en forma.  

Un camino largo, salpicado de «alegrías y tristezas», que arrancó en España en una ciudad de apenas 30.000 habitantes y en un equipo que peleaba por mantenerse en Plata. Carou compaginó al principio su carrera deportiva con la licenciatura de Magisterio por Educación Física. Pero tuvo que elegir entre el deporte profesional o los estudios. Y apostó por el balonmano. «La universidad estaba en Vitoria y tardaba dos horas para volver en autobús. Me levantaba a las seis menos cuarto de la mañana y, al final, no rendía en ninguna de las dos cosas. Decidí centrarme en el deporte porque siempre podía regresar a Argentina si me iba mal», cuenta el pivote del Abanca Ademar, que acabó ese curso como «el tercer o cuarto máximo goleador del Arrate» a pesar de que únicamente llevaba dos años en esa posición. Tuvo que trabajar duro. Le «ayudaron mucho» Jorge Dueñas y Víctor Debre. Tanto que fue elegido mejor jugador del conjunto eibarrés en dos campañas. «Me lo gané», subraya.  

Alcanzó, del mismo modo, la selección absoluta de su país, donde coincidió con Jordi Ribera, quien más tarde le alistaría para un Ademar que por aquel entonces peleaba por los títulos.  

«Suponía un salto de calidad enorme, pero estaba muy a gusto en el Arrate y hablé con Bolinaga —presidente del club—. Me dijo que si llamaba el Ademar no podía decir que no. Me ayudó muchísimo, teníamos una grandísima relación», recuerda, agradecido, Carou, que logró con el conjunto vasco el ascenso a la máxima categoría. Lo clasificó igualmente para la competición europea y disputó unas semifinales de la Copa del Rey.  

Si bien, el equipo leonés tenía otra dimensión, sobre todo en 2008. «Di un salto enorme porque firmaba por un club que era una referencia en Europa y podía darle un susto a cualquiera de los gigantes», matiza el internacional argentino, que con el Ademar sumó a su palmarés una Copa Asobal. Eran otros tiempos. Lo sabe bien Gonzalo Carou, que tras seis temporadas en León tuvo que dejar su segunda casa para probar en la liga francesa. La crisis que asolaba al balonmano español le empujó hacia la diáspora. El club entró en concurso de acreedores y el presupuesto apenas daba para pagar a los de casa. «Me tuve que ir por los problemas económicos», lamenta.  

Jugó en el Istres galo, hasta que otra vez sonó su teléfono y Rafa Guijosa le abrió las puertas del vestuario para que regresara. «No lo pensé mucho», asegura Carou, padre de un niño y una niña que han nacido en la ciudad. «La Liga Asobal había tenido un par de años bastante flojos, pero se ha ido fortaleciendo», considera el argentino, sin duda uno de los pilares sobre los que la directiva ha levantado el club.  

De hecho, Guijosa construyó buena parte del equipo alrededor de él. Lo jugó casi todo en defensa. Por eso la temporada pasada renovó de forma automática tras cumplir un número determinado de partidos. Y con Cadenas mantiene el mismo rol. Es el eje sobre el que pivota la zaga, y un profesor de lujo para que jugadores como Marchán, Mosic o Tin Lucin, entre otros, mejores sus prestaciones en esa faceta.  

Sabe que el Ademar tiene mucho margen de mejora por la juventud que atesora buena parte de la plantilla, a pesar de que el nivel mostrado hasta el momento está muy por encima de lo esperado a principio de curso, sobre todo por la plaga de lesiones que sufrieron.  

«Era algo impensable. Parecía que con las bajas de Mosic, Vieyra y Acacio nos quedábamos cortos de efectivos, pero hemos superado la eliminatoria europea y estamos arriba en Liga, con opciones de disputar la Copa Asobal», subraya el pivote, consciente de que Cadenas ha recuperado las señas de identidad que se habían perdido el último año de Guijosa, cuando los resultados ya no fueron tan buenos. «La idea es seguir en la misma tónica, haciendo un buen balonmano», apunta.  

De momento, ocupan la cuarta plaza, empatados a puntos con Cuenca y uno por debajo de Bidasoa, aunque los de Jacobo Cuétara tienen un partido más. El objetivo a corto plazo es conseguir uno de los billetes que permitirán al Ademar pelear por el último título del año, aunque no será fácil. Solo hay dos vacantes para unos cuantos candidatos.  

Más lejos, ya en 2020, aparecen los Juegos de Tokio. Participó en los dos anteriores. Su idea es acudir también a los terceros como capitán de una selección que ha evolucionado mucho, primero bajo el magisterio de Jordi Ribera y ahora bajo el influjo de Manolo Cadenas, quien ganó el oro en los últimos Panamericanos y clasificó al combinado sudamericano para la cita olímpica.  

Por su cabeza no pasa la idea de retirarse. Al menos de forma inminente. No ha perdido la ilusión. Tampoco su ascendencia en el equipo. De momento tiene este año de contrato, pero hablará con la directiva, cuando toque, para aclarar su futuro. Parece difícil que vayan a desprenderse de un activo tan importante.  

Lo que tiene claro es que cuando lo deje seguirá vinculado al balonmano. Seguramente como técnico. Ya dispone del título. De momento entrena a la cantera, concretamente al cadete. Su idea es compaginarlo con el primer equipo, como hizo en su momento Juanín García, ahora en el banquillo del ULE tras retirarse la campaña anterior a pesar de que pretendía seguir un año más.  

La misma idea tiene Gonzalo Carou, que conoce perfectamente el camino hacia el éxito y apoya en el «esfuerzo» todo lo que hace. Así ha cumplido 433 partidos en la élite, una cifra inédita para cualquier jugador extranjero que haya pasado por la Asobal. Y va a más. «Es una locura, una bendita locura de un sueño inesperado», describe el capitán argentino, leyenda del balonmano español al que todavía le quedan muchas cosas por hacer sobre la pista. Cuarenta años no son nada.

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