Leclerc devuelve la sonrisa a Ferrari

La primera vez no se olvida nunca. A veces es dolorosa, a veces es inesperadamente alegre, a veces da risa y a veces dan ganas de llorar, pero en cualquier ámbito de la vida, un estreno es inolvidable. El GP de Bélgica de 2019 quedará marcado por dos nombres para siempre. El primero, por motivos luctuosos. La figura de Anthoine Hubert ha sobrevolado todos y cada uno de los momentos de un domingo que comenzó lluvioso y frío, como quien guarda luto. Los minutos de silencio, la escena del hermano y la madre del piloto rotos por el dolor abrazando el casco y las palabras ‘Racing for Anthoine’ que ocuparon todos los monoplazas son ya parte del imaginario de esta temporada de Fórmula 1.

El otro nombre es el de Charles Leclerc. Por fin, casi de madura, ha caído la primera victoria del piloto monegasco, primera para su país y primera para Ferrari este año. Por fin las campanas de la iglesia de San Biagio en Maranello han repicado en honor a un piloto de la Scuderia este año, y eso que casi la pifian ellos mismos. Pocos equipos más autodestructivos, incluso para la afición, que el Cavallino Rampante. El nombre de Hubert y el de Leclerc quedarán unidos para siempre, con reminiscencias a otras leyendas en las mismas líneas en los libros de historia de la Fórmula 1. Leclerc ganó su primera victoria en GP3, en F3 y en F2 (GP2 por entonces, aunque se la quitaron por una sanción) en Spa. Ahora, también, en Fórmula 1. El último piloto que estrenó su palmarés en este circuito fue la mayor leyenda de la historia de esta competición: Michael Schumacher, en 1992. El podio lo completaron el líder del Mundial, Lewis Hamilton, y Bottas.  

Por otro lado, aunque no es, ni mucho menos, lo que sufrieron Fernando Alonso, Jenson Button o Stoffel Vandoorne en su momento, lo cierto es que McLaren ya ha sufrido varias carreras en términos de fiabilidad. Lo de Bélgica ha sido doloroso especialmente: Sainz duró tres vueltas y Norris abandonó en la última.