Diario de León

Messi guía a Argentina a la final

Leo Messi celebra la clasificación de la selección argentina para la final del Mundial de Catar tras vencer a Croacia por 3-0. VOGEL

Leo Messi celebra la clasificación de la selección argentina para la final del Mundial de Catar tras vencer a Croacia por 3-0. VOGEL

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Hay algo inexplicable en las victorias de Argentina. Sus triunfos se resisten a los análisis tácticos y ya ni siquiera dependen por completo de Messi. Una energía secreta parece dominar a sus jugadores y les impulsa a conquistar territorios impensables con una fe de cruzados. Acaban de alcanzar la final de la Copa del Mundo y lo han hecho siguiendo un camino extraño, que empezó con una derrota frente a Arabia Saudí y ha acabado con la demolición de Croacia (3-0). A veces juegan bien al fútbol y a veces no, pero se diría que no hay una relación directa entre sus victorias y el modo en que los futbolistas se despliegan por el campo. Se benefician de una fusión nuclear continua, alimentada por su hinchada, que les hace avanzar aunque sea a trompicones, superando obstáculos cada vez mayores. No hubo ejemplo mejor que el segundo gol argentino, obra de Julián Álvarez en el minuto 39.

La primera parte acabó 2-0 y durante los primeros treinta minutos nada hacía prever que fuera a terminar así. Hubo fases de dominio alterno, pero Croacia había demostrado tener más capacidad para el juego combinativo, sobre todo por la banda izquierda. Brozovic implantaba su ley en el centro del campo y Perisic se acercaba cada vez con mayor peligro al área que defendía el Dibu Martínez. A los argentinos todo eso les daba igual. Ellos entran a los partidos como si supieran que ganarlos fuera cuestión de tiempo; normalmente, el que tarda Messi en aparecer cerca del área. Quizá los croatas pensaran lo mismo y por eso quedaron tan sorprendidos cuando Enzo Fernández lanzó un pase largo, con ventaja para Julián Álvarez. El delantero del City tocó la pelota antes de que Livakovic lo arrollara en el área. El penalti lo tiró y lo metió Messi.

En la segunda parte, los croatas se dispusieron a asediar el área argentina. Pero llegó la genialidad de Messi. Una vez humillado Gvardiol, que incluso dio un poco de lástima, el mejor jugador del mundo decidió que ese gol, que ya estaba hecho, lo tenía que marcar Julián Álvarez. El partido había acabado. En el minuto 81, también se marchó Luka Modric, aplaudido incluso por parte de la afición argentina, y ese cambio vino a certificar el final de una prodigiosa generación croata. Lo había derrotado una Argentina furiosa, dueña de una fuente secreta de energía que la está propulsando hacia la tercera estrella. Esa que anhela desde 1986. Esa que coronaría la portentosa carrera de Leo Messi y lo sentaría, entonces sí, a la derecha del Diego.

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